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Revista Puertorriqueña de Psicología

Print version ISSN 1946-2026

Rev. Puertorriq. Psicol. vol.24  San Juan  2013

 

 

Una disciplina laboriosa: La acción social de la psicología en las realidades comunitarias.1

 

Francheska N. Cintrón-Bou, Ph.D2;
Universidad de Puerto Rico; Facultad de Ciencias Sociales; Centro de Investigaciones Sociales

 

 

Claro que las hormigas son distintas. Tienen una obra de ingeniería maravillosa y perdurable en la cual trabajar: el hormiguero.

Fiódor Dostoievski

Es momento de reflexionar y continuar trabajando con los acontecimientos, situaciones, problemas y realidades presentes en Puerto Rico. Es claro que en el 2012 nos han afectado los accidentes fatales en las carreteras, asesinatos, escalamientos, suicidios, violencia de género, maltrato infantil, desempleo, pugnas político partidistas, entre otros. Sin embargo, estas problemáticas no son recientes, han sido identificadas y denunciadas en el pasado. Por ejemplo, tanto en el 2002 como en el 2007 la criminalidad y la adicción a drogas fueron los principales problemas sociales identificados por personas encuestadas (Estudios Técnicos, 2007). Otras necesidades y problemas sociales identificados son: problemas con la economía, desempleo, educación, maltrato a menores, política, salud, infraestructura, valores y responsabilidades en el contexto social y comunitario, gobierno, delincuencia, violencia, violencia de género, desintegración familiar, presencia de deambulantes, deserción escolar, entre otros (Estudios Técnicos, 2007). Sin lugar a dudas la pobreza es uno de los problemas que afecta a la sociedad en diversas dimensiones (Colón, 2011). La pobreza en el país es un asunto estructural y no de elección personal como se construye a diario (Colón, 2005). No menos importante deben ser las problemáticas familiares, entorno en el cual las personas menores de edad reciben apoyo emocional, forman su carácter y voluntad (Sumaza, 2006).

Sumado a lo expuesto anteriormente, las personas están insatisfechas con los servicios, procesos de intervención y la forma en que son tratadas relacionado a las políticas sociales (Carrión, 2010). Es por esto, que vemos, escuchamos y sentimos la necesidad de trabajar con los problemas sociales en Puerto Rico. Por un lado, encontramos acciones de reclamo, rechazo, invisibilidad y silenciamiento, por otro lado, atención, servicio e intervención; se brega con lo que hay y se reinventa. Un ejemplo de esto es la tarea que realiza Agenda Ciudadana, herramienta a través de la cual múltiples sectores en el país han discutido las problemáticas sociales que nos afectan, han propuesto soluciones y establecido acuerdos colaborativos entre el sector privado, público y comunitario (El Nuevo Día, 2012).

De igual forma es necesario que la psicología continúe vislumbrando las situaciones sociales que afectan la salud y la calidad de vida de la sociedad puertorriqueña. Razón por la cual diversos psicólogos/as se involucran en intervenciones, investigaciones, desarrollo de pequeños negocios comunitarios, organizando alianzas para atender problemas sociales y ofreciendo servicio directo (Ortiz-Torres, Pérez-Vera, & González, 2011). Junto a diversos actores sociales la psicología puede aportar a desarrollar espacios para reclamar, criticar, alzar la voz, fiscalizar y transformar a los niveles posibles (Miranda, 2009). La psicología social comunitaria en Puerto Rico ha estado trabajando por más de 30 años en problemas políticos, económicos y sociales que en vez de solucionarse se han complejizado (Resto, Torres-López, & Serrano-García, 2006). Estas autoras puntualizan que para resolver los problemas son necesarios las herramientas conceptuales y los esfuerzos investigativos realizados desde la psicología social comunitaria. Evidentemente la psicología es una herramienta para atender las múltiples contrariedades sociales con las cuales convivimos por su compromiso con las problemáticas y posicionamientos críticos (Zaldúa, 2011). La transformación social, objetivo que nos guía, es primordial para encarar este reto (Montero, 2010).

La persona que se adiestra en psicología es un agente de cambio que puede intervenir y estudiar las transformaciones sociales y económicas presentes en el país (Boulon-Díaz, 2006). Los escenarios comunitarios constituyen diversidades que debemos comprender al establecer nuestros modos de acción considerando la transdisciplinariedad (Ortiz-Torres, Pérez-Vera, & González, 2011). Es imperativo reconocer que las relaciones que tenemos con la comunidad se estructuran en un contexto histórico, político, económico y social determinado. Los trabajos realizados desde lo comunitario han aportado a transformar nuestra sociedad predominando esfuerzos colaborativos, participativos y solidarios (Resto, Torres-López, & Serrano-García, 2006). Por supuesto, la psicología tiene un recorrido innegable de aportaciones, sin embargo aún nos queda mucho por hacer.

Actualmente predominan ideas de reducción del gasto público lo que altera las políticas sociales de educación, salud, vivienda, transportación, entre otros (Almeida, 2008; Carrión, 2010). En Puerto Rico nos encontramos con contextos alterados por la reducción del Estado en el cual se han implantado reformas para trabajar con problemas económicos. La estructura de la economía ha dado paso a privatizaciones y deuda externa lo que impacta a la sociedad puertorriqueña. Vivimos en un país en el cual en los últimos años ha aumentado la tasa de: despidos (Gómez, 2011), desempleo 13.8% (Departamento del Trabajo y Recursos Humanos, 2012), pobreza 46.0% y desigualdad social (Colón, 2007; Kliksberg & Rivera, 2007). Se ha evidenciado que la pobreza genera exclusión y desigualdad de oportunidades que influencian la capacidad para ejercer ciudadanía (Carrión, 2010). Almeida (2008) nos hace un llamado a atender con urgencia la exclusión social generada por la dominación económica del capitalismo que actúa de forma salvaje. Los efectos psicosociales de estas realidades son parte del trabajo realizado por la psicología a la cual le interesa el cambio social en las comunidades. La psicología colabora con las comunidades a organizarse, también a encontrar alternativas y con sus fortalezas y recursos transformarse como grupo comunitario (Almeida, 2008). Ejemplo de ello ha sido el esfuerzo realizado por un grupo de estudiantes del curso de psicología comunitaria de la Universidad de Puerto Rico y la profesora que lo ofreció. En ese momento se involucraron activamente analizando políticas de exclusión manifestadas a través de los medios de comunicación y el Estado. Este esfuerzo evidenció la participación, renuncia y denuncia de la sociedad civil ante tales manifestaciones (Ortiz-Torres, Figueroa, Maldonado, Toledo, & Martínez, 2012).

La palabra comunidad adquiere significado a partir de cómo se le aborda. La noción de comunidad impacta las intervenciones, procedimientos, técnicas, vivencias y acciones de la psicología (Vázquez, 2009). Lo comunitario alude a una sombrilla que acoge múltiples opciones de representar la diversidad del trabajo con comunidades. Además, dicha concepción sugiere una categoría compleja (Montero, 2004), que se reconfigura en la medida en que aparecen nuevas posibilidades para trabajar con los cambiantes contextos de las sociedades. La noción misma de comunidad es una odisea, porque alcanza, según sus contextos; significados, sentidos y formas de acción e interpretaciones diferentes (Vázquez, 2009). El concepto comunidad y las realidades comunitarias se han transformado conforme a los procesos de industrialización, burocratización y urbanización. En el presente está adecuado a los procesos de digitalización, globalización y reconfiguración de identidades (Almeida, 2008). Trabajar en conjunto con comunidades es un reto y es un encargo en el cual concurren diversas relaciones, contextos y modos de significar la realidad de las personas involucradas. Son necesarios los esfuerzos para luchar por la garantía de los derechos humanos si se pretende contar con sociedades democráticas y justas (Carrión, 2010).

La psicología en sus variadas manifestaciones ha asumido un rol participativo con las comunidades. Esta aborda desde diversas metodologías, factores sociales, políticos y culturales de las personas, siguiendo como norte sus valores y metas. Las comunidades colaboran con el crecimiento personal y la capacidad colectiva de poder hacer, su potencia radica en la autonomía, cohesión y fuerza política. Están dispuestas a resistir la explotación y desigualdad y a tener participación democrática (Almeida, 2009). La disciplina al igual que las hormigas, trabaja afanosamente con diversas poblaciones para lograr cambio social, prevenir enfermedades, atender problemáticas, fomentar la autogestión, entre otros. De igual manera entiendo que la sociedad puertorriqueña tiene la capacidad para trabajar como las hormigas y ser protagónica en su crecimiento, calidad de vida y autogestión. A pesar de que es innegable que los discursos sociales fomentan que la sociedad puertorriqueña está en crisis y que no existen valores positivos, no todo está perdido. Al igual que las hormigas tanto la sociedad puertorriqueña como la psicología son capaces de trabajar, atender y resolver en conjunto los problemas que nos aquejan. Las hormigas cuentan con características meritorias de resaltar: a) se estructuran en sociedades en las cuales está presente el orden; b) manifiestan amor por las larvas; c) expresan laboriosidad, generosidad, caridad y altruismo; d) en el interior de sus hormigueros se relacionan entre sí, juegan, compiten para preservar el hormiguero, trabajan y descansan; e) resuelven sus problemas de forma sumatoria y en el momento que acontece el suceso; f) cuentan con ejércitos organizados para defenderse y atacar de ser necesario; g) protegen su territorio; h) se comunican; i) poseen sentido de orientación; y k) son cooperadoras (Carneiro, 2006). Con estas características estos insectos han permitido su milenaria sobrevivencia y mediante la activación de la psicología, desarrollando intervenciones, investigaciones y trabajando con las comunidades podemos evidenciar la efectividad para transformar las realidades de la sociedad puertorriqueña.

La plataforma de la disciplina en su objetivo transformativo resulta ser una tarea compleja en la cual se espera se involucren los sectores comunitarios, gubernamentales y privados. Los cambios sociohistóricos y el acelerado aumento de las problemáticas sociales demandan a las agencias de gobierno, a la Asociación de Psicología de Puerto Rico, a la Junta Examinadora y a psicólogos/as el desarrollo de una perspectiva contextualizada de la psicología en Puerto Rico que reconozca la complejidad de nuestra realidad como pueblo y se renueve continuamente pretendiendo entender la diversidad y la relatividad del conocimiento (Velázquez, Millán, Colton et. al, 2006). Las características de nuestro momento actual se ven reflejadas en los acercamientos que psicólogos/as realizan en sus investigaciones, intervenciones y servicios. Vemos cómo la disciplina se ha movido hacia la interdisciplinariedad dejando atrás la enajenación que provoca la institucionalización de la psicología (Vázquez, 2009; Velázquez, Millán, Colton et. al. 2006). Nuestro contexto social facilita que los y las psicólogos/as seamos necesarios y útiles para abordar las situaciones sociales que diariamente prevalecen en Puerto Rico.

Un ejemplo de lo anterior es el rol que juega la psicología en el campo de la salud pública. Dentro de este contexto se han desarrollado una serie de intervenciones muy efectivas para atender, prevenir, y transformar distintos problemas de salud. A los/as psicólogos/as interesados/as en la salud pública, nos parece apropiado reflexionar sobre asuntos de importancia para la psicología y la salud de Puerto Rico. Por ejemplo, abordamos los procesos sociales implicados en la violencia, el estigma social y migración. El objetivo es trabajar con las diversas comunidades que están excluidas social, económica y políticamente. Los trabajos comunitarios que presentan los autores/as incluidos en este volumen abordan la integración social, aspectos culturales, económicos, políticos y ambientales para promover cambio, salud y empoderamiento a nivel individual, organizacional, sistémico y grupal. Utilizando los valores de la Psicología Social Comunitaria los/as autores/as trabajan con diversas temáticas: 1) conflicto intercultural de la comunidad dominicana; 2) diversidad cultural y colonialismo; 3) estigma hacia mujeres usuarias de drogas; 4) estigma internalizado en personas con VIH; 5) intervención para transformar normas sociales sobre el género en barras comunitarias; 6) participación ciudadana para transformar el manejo del agua; y 7) prevención de la violencia escolar. En los trabajos se abordan los siguientes valores de la Psicología Comunitaria (Serrano-García, Carvallo, & Walters-Pacheco, 2009) la justicia social, investigación orientada a la acción, política pública, empoderar a las comunidades, enfoque multidisciplinario, respeto a la diversidad cultural, prevención, acción social, utilizar las fortalezas de la comunidad para lograr cambio, reducción de opresión, promoción del bienestar, investigación científica y honrar los derechos humanos. Con esto presente los/as autores/as aportan a la psicología en Puerto Rico desde una perspectiva comunitaria.

En el país escuchamos diariamente el problema que tenemos con las diversas manifestaciones de la violencia. Actualmente es considerado un gran problema de salud pública (Reyes, Colón, & Moscoso, 2009). Hemos pensado o escuchado premisas que son percepciones, visiones o etiquetas sociales que se anidan en nuestras mentes para lidiar con aquello que nos produce miedo, se sale de lo "normal" o concebimos que nos amenace. Entre estas: "Una persona usuaria de drogas ilegales pone en peligro la moral"; "Las personas locas son violentas"; "Los homosexuales están enfermos"; "Los homosexuales son promiscuos"; "Las personas con impedimentos causan lástima"; "El SIDA es como una condena de muerte"; "Las personas viejas son una carga para la sociedad"; "Las mujeres deben servirle a los hombres"; Las personas obesas están así porque comen demasiado"; "Las personas dominicanas son brutas"; entre otras. Encontramos en estas premisas un desprecio y manifestaciones estigmatizantes hacia ciertos grupos porque se le impone una identidad social diferente que, le deshumaniza y limita sus capacidades. Es fundamental romper con la invisibilidad donde la sociedad mantiene a estas personas y la insensibilización de la que son objeto. Las diferencias de género, raza, orientación sexual, pobreza, niveles de educación, acceso a servicios médicos son solo algunas de las instancias en las cuales se genera estigma y violencia al construirse como fenómenos indeseables (Varas-Díaz, Serrano-García, & Toro-Alfonso, 2004). Los trabajos de los psicólogos/as incluidos en este volumen abordan los factores estructurales que facilitan manifestaciones estigmatizantes hacia ciertas comunidades devaluadas, como es el caso de las personas dominicanas.

Con empeño, Ruth Nina Estrella trabaja con la comunidad dominicana en el área metropolitana de Puerto Rico. En su trabajo titulado El conflicto intercultural desde un contexto comunitario presenta un análisis de los problemas cotidianos que viven las personas inmigrantes dominicanas. Estas personas componen la minoría étnica más grande en el país (Duany, 2007). Es evidente la violación de derechos, discrimen y estigmatización hacia esta población. A la mayoría se les excluye por razones étnicas, raciales y de género. En el país la modalidad es el racismo institucionalizado que, cotidianamente lo vemos en los espacios sociales (Quiñones- Hernández, 2007). El incremento de esta población ha estado acompañado de diversas dificultades porque en el país no se acepta y respeta la diversidad cultural (Duany, 2007). Encontramos disparidad en salud, educación, vivencia y salarios. A través de los medios de comunicación, chistes, grafiti y las condiciones de trabajo se desprecia la convivencia con la persona dominicana u otros (Duany, 2010). Varios estereotipos a cerca de las personas dominicanas están presentes en la sociedad puertorriqueña. Por ejemplo, que son analfabetas, agricultores/as, criminales y escoria social (Quiñones-Hernández, 2007). El prejuicio por el color de piel les interfiere incorporarse a la sociedad puertorriqueña (Duany, 2007). Este autor, al igual que la doctora Nina han documentado que las personas dominicanas tienen dificultad para encontrar trabajo, vivienda, educación y establecer relaciones de pareja. Los efectos sociales por la devaluación de esta comunidad son diversos y complejos (Hernández-Angueira, 2010). La psicología es una herramienta para facilitar la justicia social en la comunidad dominicana. Es necesario el desarrollo de intervenciones basadas en evidencia científica para aportar al manejo de los conflictos en la vida de estas personas. Al realizar investigaciones desde la psicología, resaltando la participación y voz de esta población, se colabora en la construcción de una sociedad en la que convivan personas puertorriqueñas en una cultura armoniosa. Se aspira a tener sociedades con responsabilidades colectivas favorables para la salud y convivencia por lo cual debemos minimizar las desigualdades sociales, opresión, discriminación, explotación y marginación. La psicología colabora en adelantar la toma de decisiones apropiadas que redunden en la salud integral de las personas dominicanas. El estudio que aborda los conflictos interculturales entre dominicanos/as y puertorriqueños/as es una iniciativa necesaria porque trabajar con grupos que se salen de lo socialmente saludable aporta a deconstruir los estereotipos y promover mejores tratos entre la comunidades involucradas. Cuando las personas no forman parte de lo esperado tienen consecuencias sociales por no acogerse a las definiciones de lo normal. La aportación de este trabajo es la reflexión que nos conduce a valorar la diversidad cultural

. Continuando con esta temática, Carlos Rivera Santana reflexiona acerca de la diversidad cultural en el contexto de la colonización en el escrito Una colonización doble vinculante: Una reflexión política, legal y crítica. Alude que en Puerto Rico, por ser una colonia, se muestran expresiones culturales y burocráticas de subyugación que matizan el fenómeno de la diversidad cultural. Ser "colonizados/as" da paso a la marginación de minorías étnicas lo cual ha sido descrito anteriormente relacionado con la comunidad dominicana. Sabemos que existen diferencias entre las personas, sin embargo en la mayoría de las ocasiones, el significado adjudicado es negativo y surge de los procesos sociales y culturales (Rivera, 2009). Las actitudes de intolerancia a la diversidad cultural son evidentes hacia la comunidad dominicana (Benítez, 2001). No es reciente el reclamo de atender el asunto, en esta empresa hace varias décadas se han involucrado investigadores/as y líderes comunitarios/as, pero en la actualidad continuamos viendo el atropello hacia esa comunidad. Benítez (2001), denuncia que la intolerancia es un problema cultural, político y de gobernabilidad que afecta las relaciones interpersonales y la integración cultural de las personas dominicanas en el país. Recalca que no existen políticas públicas para atender el asunto. Rivera (2009) insiste que, por la subordinación a la soberanía estadounidense, los conflictos hacia las personas dominicanas y otros/as extranjeros/as plantean problemas de gobernabilidad al gobierno federal, quien se ha posicionado a estar comprometido con declaraciones y acciones internacionales vinculadas a la protección de los derechos humanos, civiles y políticos. Este autor nos recuerda que la violencia no sólo es manifestada con la fuerza física, sino a través de la discriminación, rechazo social y marginación política. Hace un llamando a atender la socialización política que reciben las nuevas generaciones, enmarcada en la intolerancia política y manifestada por líderes gubernamentales. Esto posibilita verlo como una acción normal. Ser sensibles es necesario para adelantar los valores de la psicología. Son varias las poblaciones en el país que se enfrentan a las nefastas consecuencias del discrimen y el estigma. Por ejemplo, las personas con VIH y mujeres usuarias de drogas ilegales.

Es precisamente el compromiso con la acción, lo que motiva a profesionales de la psicología a trabajar con el tema del estigma hacia personas con VIH. En el país se ha documentado que esta población es estigmatizada por profesionales de la salud (Varas-Díaz, Malavé, & Cintrón, 2008) y que el estigma es internalizado, acarreando dificultades para su salud (González, 2010). Esta realidad motiva el desarrollo de adiestramientos que abordan el VIH y su estigma (Cintrón-Bou & Varas-Díaz, 2011). En este volumen contamos con la aportación de colegas y personas claves de la comunidad que tratan el tema del estigma internalizado en personas con VIH. En el trabajo titulado Comunidad y academia: Construyendo una intervención para reducir el estigma sentido en personas con VIH, Julio Jiménez, Eida Castro, Lydia Santiago, Angélica Montalvo y Maritza Toro utilizan los fundamentos de la Investigación Acción Participativa -IAP. La estrategia utilizada fue incorporar a miembros de la comunidad (personas con VIH y personas que le ofrecen servicios) en el diseño de una intervención enfocada en minimizar el estigma sentido en personas con VIH. Al considerar la IAP se visualiza una transformación social, reflexión crítica, diálogo, fortalecimiento de la comunidad y participación democrática (Montero, 2006; Zaldúa, 2011). El interés de incorporar a estas personas como investigadores/as comunitarios facilitó estructurar la intervención. Los/as autores/as encontraron diversas recomendaciones a incorporar en intervenciones y servicios dirigidos a personas con VIH. Los/as investigadores/as comunitarios enfatizan la necesidad de incorporar a familiares en las intervenciones que aborden el estigma sentido. También recomendaron educar a proveedores de servicios acerca del estigma sentido para así poder identificarlo en etapas tempranas. De otra parte, estos/as entienden que se hace urgente la sensibilización hacia el tema, desarrollo de grupos de apoyo, incorporación de terapia de grupo, consideración de emociones, entre otros. La evaluación de la intervención alude a que, incorporar a miembros de la comunidad en procesos de investigación en los cuales se trabaja con el estigma sentido es un éxito. Desarrollar la intervención contando con la colaboración de los investigadores/as comunitarios les permitió acercarse a la realidad del estigma sentido en personas afectadas por el VIH. El trabajo conjunto en el cual estuvo presente el compromiso y la participación propició el desarrollo de la intervención que es una valiosa aportación para adelantar el quehacer psicológico en Puerto Rico. Acciones como esta son necesarias en el país para fomentar relaciones armoniosas. Ejemplo de ello, es el abordaje que realiza la psicología entre otros. Veamos otro ejemplo.

El estado de sumisión y desigualdad que las mujeres han transitado y transitan actúa a nivel subjetivo y social; prevalecen violencias y discriminaciones contra las mujeres (Zaldúa, 2011). Michelle Osuna Díaz presenta en su trabajo titulado Estigma social en madres puertorriqueñas usuarias de heroína: Una exploración de las voces femeninas y su entorno social la necesidad de proveer herramientas adecuadas para trabajar con las combinaciones de estigma que experimentan mujeres madres usuarias de drogas ilegales. El significado adjudicado a una mujer con VIH es diferente y perjudicial. Por su capacidad de procrear se le suma otro estigma al ser potenciales de transmitir la infección a su/a hijo/a (Sandelowski, Lambe, & Barroso, 2004). El estigma es un fenómeno relacionado con las estructuras sociales (Link & Phelan, 2006). Es imprescindible atender las combinaciones estigmatizantes de ser mujer, madre y usuaria considerando los factores socioestructurales para erradicar tal problemática, en este caso los roles de género. Considerar a la mujer inferior al hombre abona a la estigmatización del VIH (Mawar et. al, 2005; Vasques-Guzi, Betancourt-Díaz, & Varas-Díaz, 2010). En Puerto Rico, las mujeres usuarias de heroína han experimentado exclusión, marginación y discriminación. Esta situación afecta el tratamiento a personas con trastornos de sustancias (Santiago-Negrón & Albizu-García, 2006). Estos autores/as alertan sobre la necesidad de adiestrar a profesionales que ofrecen servicios a estas personas para cambiar sus actitudes estigmatizantes. El control adoptado para trabajar con las personas que rompen las normas establecidas dificulta atender el abuso de drogas con una mirada salubrista. Las políticas existentes en el país tienen un abordaje nefasto para la atención del abuso de drogas ilegales en el país. El enfoque punitivo propicia recaídas al uso de drogas y reincidencia a la cárcel (Albizu, 2007). Es necesario reconsiderar las formas punitivas de encarar esta situación en Puerto Rico porque trae diversas consecuencias negativas para la sociedad. El esfuerzo realizado por la doctora Osuna es uno que aporta a la disminución de la disparidad social y de salud que afecta a personas que convivimos en esta sociedad. Es una respuesta a la invitación realizada por Vasques-Guzi, Betancourt-Díaz y Varas-Díaz (2010) quienes proponen que la investigación relacionada el estigma del VIH debe tomar mayor iniciativa y abordar las implicaciones para las mujeres debido a que estas están más vulnerables y las expectativas sociales relacionadas al género añaden inquietudes específicas. Una y otra vez vemos cómo poblaciones son devaluadas, marginadas y violentadas. La estigmatización afecta a las personas en diversas áreas y al manifestarse da paso a la violencia. Veamos un ejemplo relacionado a la violencia en el cual la psicología trabaja para prevenirla en escenarios escolares.

La violencia es otro problema social presente en Puerto Rico. Según se plantea en el modelo ecológico que aborda la violencia (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2003), ocurren implicaciones a nivel individual, social, relacional y comunitario que podrían desarrollar enfermedades físicas y trastornos psicológicos. La violencia es un problema a nivel mundial, por lo cual cada vez más se enfatiza su prevención (OMS, 2003). La Organización Mundial de la Salud (OMS) promueve activamente la visión de que la violencia es un asunto de salud pública. Estrategias basadas en el modelo de salud pública resultan ser más efectivas y duraderas. Sin duda, este asunto preocupa al gobierno, a la comunidad y a la psicología. Tenemos consciencia de que la violencia es un problema de gran magnitud. Sus diversas modalidades afectan de manera evidente y consistente a múltiples sectores de la sociedad puertorriqueña. Prueba de esto, es la violencia escolar. Rodríguez y Lucca (2009) recalcan que la violencia no reconoce fronteras geográficas ni sociales; se manifiesta alrededor del mundo en la familia y la escuela.

En Puerto Rico, los actos violentos en las escuelas son variados: peleas, insultos, asesinatos de maestros/as y estudiantes, entre otros (Rodríguez & Lucca, 2009). Es crucial enfrentar esta situación considerando a la familia, la escuela, la comunidad, factores de riesgo y facilitadores de éxito educativo (Irizarry, 2009). Este autor enfatiza en trabajar con la violencia manifestada en el escenario escolar, la cual emana en la mayoría de las ocasiones, de las experiencias vividas, las condiciones de vida y actitudes, la historia y valoraciones de la comunidad a la cual pertenece el estudiantado. La violencia afecta a la niñez puertorriqueña y al clima escolar (Sumaza, 2006). Nos queda cuestionarnos ¿qué estamos haciendo para manejar el problema?

En el escrito Acción y transformación para la prevención de la violencia escolar a través de la Investigación Participativa de Base Comunitaria con niños y niñas, Eduardo Lugo aborda la violencia como un problema de salud pública que afecta el desempeño en la escuela y el desarrollo socioemocional del estudiantado, así como la calidad de vida de todas las personas involucradas en el escenario escolar. Utilizando la Investigación Participativa de Base Comunitaria-IPBC el equipo investigativo incorpora a los/as menores en la intervención para prevenir y atender la violencia escolar. La intervención aborda las siguientes dimensiones: causas, características, efectos y posibles soluciones a la violencia escolar. Este es un ejemplo de cómo la psicología, desde una mirada comunitaria trabaja con los problemas sociales en Puerto Rico. Como plantea Frisancho (2008), si aspiramos a construir un presente y un futuro en el cual las relaciones humanas sean justas, inclusivas, respetuosas y fraternas es a través de la educación y en los escenarios escolares que podremos desarrollarlo. Reyes, Colón y Moscoso (2009) presentan varias recomendaciones para atender la violencia escolar: a) supervisión adecuada por parte de madres, padres y personas encargadas; b) desarrollo de destrezas de comunicación y establecimiento de reglas y normas pro-sociales; c) involucrar al hijo/a en la toma de decisiones familiares y participación en actividades familiares; d) desarrollar intervenciones a diferentes niveles, en las cuales se fomente el trabajo en equipo entre la comunidad y sus organizaciones; e) desarrollo de grupos de padres, madres y personas encargadas para aumentar la supervisión de sus hijos/as en lugares públicos; y f) desarrollo de actividades comunitarias psicosociales en las cuales se desarrollen destrezas de interacción social. Los/as psicólogos/as en las escuelas son claves para mantener un clima emocional que estimule la salud mental del estudiantado y demás integrantes de la comunidad escolar (Sumaza, 2006). A través del trabajo que examina la violencia escolar, el doctor Lugo apoya el quehacer de la psicología trabajando con problemáticas sociales que son vitales para transformar las desigualdades de nuestro contexto.

Otro campo de acción para transformar la sociedad puertorriqueña está enmarcado en la promoción de cambios en normas sociales y creencias normativas relativas a la sexualidad y al género. Para llevar a cabo una intervención apropiada debemos conocer la población a la cual estamos apuntando. Esto implica un entendimiento sociocultural de las personas. Uno de los temas que más resalta en la literatura es la cuestión del género; ¿qué papel juegan los géneros al momento de tomar las decisiones sexuales? y ¿cómo preparar intervenciones que atiendan las actitudes y los comportamientos que sitúen a las personas en riesgo? Por lo general, el hombre sostiene mayor poder sobre la mujer. Y precisamente apunta a que las mujeres tienen menos peso al momento de negociar el acto sexual (Marqués-Reyes, Rodríguez-Madera, & Matías- Carrelo, 2007). Las relaciones de poder entre hombres y mujeres, ponen en desventaja a la mujer en el ejercicio de la sexualidad y limitan su capacidad de negociación y de toma de decisiones relacionadas al uso consistente de los métodos de barrera para evitar embarazos no planeados o para prevenir infecciones de transmisión sexual (García Bernal, 2005). García Bernal nos advierte que es sumamente imperativo tomar en cuenta esta perspectiva de género para poder lograr un impacto en las intervenciones. Escabí-Montalvo, Serrano-García y Pérez- Jiménez (2002) puntualizan la necesidad de trabajar con los hombres para fomentar prácticas de sexo más seguras en las relaciones de pareja.

En términos de la investigación titulada Etnografía acelerada para transformar normas sociales sobre género y sexualidad en hombres puertorriqueños heterosexuales, los/as autores/as Blanca Ortiz-Torres, Rafael Rivera-Ortiz y Sigrid Mendoza exponen en su trabajo el desarrollo de una intervención que tiene como objetivo transformar las normas sociales del género y de las prácticas sexuales en hombres puertorriqueños. Para ello, el equipo de trabajo se movilizó a barras comunitarias a estudiar los escenarios en el cual podrán desarrollar la intervención. Luego de las observaciones etnográficas elaboraron un protocolo de seguridad para desarrollar un perfil de la cultura de las barras, elegir las barras a participar en las dos condiciones del estudio y adaptar los instrumentos de la intervención que respondieran a la particularidad de las personas participantes. Pérez-Jiménez, Escabí-Montalvo y Cabrera-Aponte (2010) recomiendan que las intervenciones que abordan la temática de las relaciones de pareja, la sexualidad y prevención del VIH deben ser dinámicas y participativas. Para prevenir el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, es crucial transformar las relaciones de género y las normas que mantienen estas (Ortiz-Torres, 2009). No se trata de idealizar la cultura, sino de alterarla para promover cambios e impulsar nuevos valores, creencias y normas culturales, considerando la diversidad (Ortiz-Torres, 2009). Lo anteriormente expuesto es un breve ejemplo de cómo en Puerto Rico unimos esfuerzos para mostrar los resultados positivos en la atención de los problemas de salud desde una mirada comunitaria y salubrista. Consideramos aspectos individuales, sociales y ambientales para promover la salud.

Continuando con la línea de la promoción de la salud en Puerto Rico, es meritorio atender el manejo del agua porque nos enfrentamos a problemas con la calidad, disponibilidad y distribución del agua potable (Torres-Abreu, 2009). Ante esta situación el autor nos invita a identificar estrategias dirigidas a tratar la demanda del agua y explorar alternativas de consumo considerando nuestra cultura. Es necesaria la integración y participación de las personas en asuntos del ambiente porque contribuye a atender el impacto al medioambiente y prevenir daños al sistema natural (Moreno, 2009). La participación ciudadana en asuntos del medioambiente requiere transformarse a una acción integral. Es imprescindible que el Estado, a través de sus agencias, la ciudadanía y los grupos comunitarios colaboren en el asunto. Incorporar a las comunidades en la toma de decisiones acerca de las formas de manejar los recursos naturales debe estar motivado por la conservación (Martínez, 2009). En las interacciones que ocurren entre las personas y su ambiente, median características psicológicas, sociales, demográficas y culturales de las personas. También las características físicas, arquitectónicas, urbanísticas, ambientales de los entornos (Sánchez & Wiesenfeld, 2008). Por lo anterior, es menester la participación democrática de la ciudadanía. Cuando se intenta transformar una comunidad debe hacerse contando con la participación y el compromiso de los grupos organizados y de las personas interesadas en la comunidad (Montero & Varas, 2007).

En este sentido, en el trabajo Participación ciudadana en la transformación del manejo del agua en Puerto Rico, Alice Pérez Vera y Blanca Ortiz-Torres, discuten la importancia de un cambio en cómo se define, maneja y valora el recurso hídrico, integrando la participación ciudadana como herramienta importante para la sustentabilidad del recurso. Se recomienda atender el problema social relacionado al agua integrando a la ciudadanía en su manejo. Cuando la ciudadanía se involucra, participa, hace oír sus voces, reclama y ejerce sus derechos sociales, políticos y humanos, coexisten acciones políticas y comunitarias (Montero, 2010). En el caso del agua en Puerto Rico es necesario realizar investigaciones que exploren la realidad del problema del agua escuchando las voces de las personas puertorriqueñas. El proceso de integrar y fortalecer la ciudadanía es un quehacer de la psicología, es un modo de desarrollar una sociedad civil fuerte, participativa, reflexiva y consciente de sus derechos y deberes (Montero, 2010). Profesionales de las ciencias sociales y de la salud, personas involucradas en la política partidista, líderes comunitarios/as, académicos/as, estudiantes, la ciudadanía, entre otros, debemos estar conscientes y actuar con el manejo del agua de forma organizada, coordinada y responsable.

Así pues, el objetivo de los próximos siete artículos aquí comprendidos, es tener presente que el inadecuado manejo del agua, la intolerancia, los estigmas y la violencia comienzan a disiparse cuando se abordan, atienden, visibilizan y discuten. Conservarlos en el silencio y no abordarlos es hacernos partícipes de la injusticia, el atropello y la desigualdad. Si bien el norte de los trabajos de la psicología con un enfoque comunitario es el cambio social y la justicia social (Serrano-García, Carvallo, & Walters, 2009) veremos en cada uno de los escritos incluidos en este volumen de la Revista Puertorriqueña de Psicología, el compromiso con la acción y colaboración con las comunidades afectadas por problemas sociales y de salud. Este compromiso trasciende nuestro contexto, su visión va más allá, al diseminar la relevancia de las temáticas en actividades profesionales a nivel internacional. Cada una de estas investigaciones formó parte del XXXIII Congreso Interamericano de Psicología. Por la salud de los Pueblos: Una Psicología Comprometida con la Transformación Social celebrado en Medellín, Colombia, del 26 al 30 de junio 2011 y organizado por la Sociedad Interamericana de Psicología - SIP. Estos/as autores/as puertorriqueños/as asumieron la invitación realizada para formar lo que se conoce como el Anuario de Psicología Comunitaria que ha sido publicado desde el 1993 por el Grupo de Trabajo de Psicología Comunitaria de la SIP.

Explorar posibilidades de inserción desde la psicología comunitaria es alentador para tener mayor acceso a espacios de impacto. A través de sus tareas, la psicología con su énfasis comunitario viabiliza una vida digna para las comunidades a través del compartir, la generosidad, la promoción del respeto y aceptación de la diversidad (Almeida, 2008). El rol protagónico de la psicología y las comunidades, permite lograr resultados triunfantes y satisfactorios lo que fundamentalmente, aporta a la transformación de la sociedad y la participación ciudadana.

 

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1 Nota: Este artículo fue sometido a evaluación en mayo de 2012 y aceptado para publicación en julio de 2012.
2 Toda comunicación de este trabajo debe hacerse a la autora a: cintronbou@yahoo.com