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Revista Psicologia Organizações e Trabalho

versão On-line ISSN 1984-6657

Rev. Psicol., Organ. Trab. vol.14 no.4 Florianópolis dez. 2014

 

La juventud NINI, un agujero negro psicosocial

 

The NEET youth, a psychosocial black hole

 

 

Josep M Blanch

Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Departament de Psicologia Social. Edifici B. Campus UAB. 08193. Bellaterra (Barcelona). España. Tel: 34 93 581 1326. Fax: 34 93 581 2521. E-mail: jmbr.blanch@gmail.com

 

 


RESUMEN

El objetivo general de este texto consiste en describir y discutir, a partir de una revisión de literatura, el panorama actual del fenómeno "NiNi", el de las personas jóvenes que ni trabajan, ni estudian, ni tampoco realizan actividad alguna relacionada con la formación ocupacional, atendiendo especialmente a su desarrollo europeo, y particularmente español, articulando cinco criterios de exposición principales: (a) el contexto histórico y cultural de su emergencia y expansión, (b) su vinculación con metamorfosis y megatendencias socioeconómicas como la crisis de la sociedad salarial del pleno empleo estable, la desregulación de las relaciones laborales y la precarización de las condiciones de trabajo en el marco de la nueva gestión flexible del mismo, que determinan la transición hacia el posfordismo, (c) la información empírica acumulada sobre su tipología y prevalencia, (d) los discursos sociopolíticos y las lecturas teóricas relativos a sus causas y consecuencias y las consiguientes propuestas de afrontamiento (e) la reflexión y discusión sobre sus implicaciones teóricas y prácticas en cuanto a la necesidad de repensar constructos como juventud, ciudadanía, transición de la escuela al trabajo u orientación para el empleo.

Palabras clave: juventud, subempleo, precariedad, exclusión, transición.


ABSTRACT

The overall objective of this paper is to describe and discuss, based on a literature review, the current situation of the "NEET" phenomenon, concerning young people Not in Employment, Education or Training, with special attention to its European development, particularly in Spain, articulating five major criteria of exposure: (a) the historical and cultural context of its emergence and expansion, (b) its relationship with socioeconomic megatrends and metamorphosis, such as the crisis of the full stable employment wage society, the deregulation of labor relations, and the rise of precarious working conditions under its new flexible management, which determine the transition to post-Fordism, (c) empirical information accumulated on its typology and prevalence, (d) the socio-political discourses and theoretical readings concerning its causes and consequences, and subsequent proposals for coping, and (e) reflection and discussion of its theoretical and practical implications in terms of the need to rethink constructs such as youth, citizenship, transition from school to work, or employment guidance.

Keywords: youth, underemployment, precariousness, exclusion, transition.


 

 

En los lejanos 60 y 70, en los países socioeconómicamente desarrollados, la tópica pregunta "¿estudias o trabajas?" constituyó un recurso operativo válido e infalible en un encuentro inicial de cara a una primera categorización social de la gente joven en un contexto de presentación. En aquel contexto, la práctica totalidad de la generación juvenil estaba efectivamente inmersa en una de estas dos situaciones: ya en el mercado de trabajo o bien estudiando, de cara a una posterior inserción laboral. Esta realidad socioeconómica y cultural, que parecía destinada a eternizarse, sirvió de marco de referencia para un conjunto de teorías sobre la juventud como etapa crucial del ciclo vital. En conjunto, enfatizaron lo que este estadio conlleva de transición psicosocial de la adolescencia a la adultez y de la escuela al empleo. Este proceso culminaba la socialización mediante la integración cultural en una organización laboral, la normalización social por el ejercicio de los roles profesionales, la plena inclusión cívica y política a través del ejercicio de los derechos y deberes relativos al trabajo y también el acceso al sistema salarial, como llave que abre la puerta al circuito del consumo y, de paso, a la emancipación económica, social, familiar y moral, así como al desarrollo de la identidad personal y social (Coussée, Verschelden, Van de Walle, Medlinska, & Williamson, 2010; Peiró & Moret, 1987; Torregrosa, Bergere, & Álvaro, 1989).

La irrupción en los 80 y 90, de una pandemia de desempleo juvenil de carácter estructural complicó aquel viejo esquema dicotómico, alargando los términos de la pregunta identificatoria: "¿estudias, trabajas o estás en paro (sin empleo)?" y forzando necesarios reajustes teóricos para afrontar la anomalía sociocultural de una parte de la juventud sin acceso al empleo. Sus protagonistas vieron cómo esta crisis prolongó su adolescencia, bloqueó su transición, reforzó artificialmente sus vínculos familiares y retrasó su emancipación con respecto a esta institución, planteando así nuevos desafíos a las teorías sobre el desarrollo de la identidad y poniendo en cuestión modelos tradicionales de orientación escolar y profesional, asi como las políticas y los regímenes de la transición. La Organisation for Economic Co-operation and Development planteó los términus de un problema (OECD, 1984) que se complicó aún más en la generación siguiente, en la que coexisten ya cuatro tipos ideales de jóvenes: estudiantes, empleados, desempleados y "NINIs". Este último término, de connotación negativa y carencial, remite a una nueva categoría integrada por quienes "ni estudian ni trabajan" (ni reciben ningún tipo de formación ocupacional, ni -en algunos casos- tampoco buscan activamente trabajo, ni -en algunos otros- muestran la más mínima disposición a trabajar). La irrupción de los NINIs constituye un fenómeno relevante teórica y socialmente que invita a repensar los límites del paradigma trabajocéntrico descrito por el The Meaning of Working International Research Group (MOW, 1987) y las potenciales implicaciones de este fenómeno: ¿síntoma de la irrupción con efecto retardado de lo que Inglehart (1977) anunciaba como una revolución silenciosa en el mundo de los valores que desplazaría el trabajo del rango preminente que alcanzó en la modernidad?

Ser joven estudiando o trabajando llegó a ser considerado hace unos decenios un estado homogéneo y un estadio de transición natural hacia la plena ciudadanía. Serlo en el capitalismo flexible global, posmoderno y posfordista remite a un tránsito socialmente complejo, heterogéneo y crítico, que se plantea como problema teórico y práctico, en sí mismo (Coussée et al., 2010). El objetivo de este artículo consiste en describir y discutir, a partir de una revisión de literatura, lo que el fenómeno NiNi conlleva de problematización de la cultura del trabajo y de la tradicional visión trabajocéntrica de la juventud como transición hacia la vida adulta laboral.

 

JUVENTUD Y TRABAJO EN LA MODERNIDAD FORDISTA

La sociedad salarial llegó a su apogeo en algunas democracias industriales avanzadas de la Europa de la segunda mitad del siglo XX, de la mano del sistema de regulación social Keynesiano-Fordista, que impulsó un modelo de desarrollo económico, político y sociolaboral basado en un pacto social entre capital, trabajo y estado (mercado, sociedad y política) articulado en torno a una serie de objetivos y estrategias compartidos, concernientes crecimiento económico, pleno empleo, derechos laborales, libertad de mercado regulada por el estado y régimen de Welfare State en el marco del cual el Estado-Providencia gestionó un conjunto de dispositivos de protección social (salud, educación, jubilación, et.). El también denominado Fordismo Keynesiano conjuntó trabajo, ciudadanía y bienestar, en un régimen caracterizado por la estabilidad de los puestos de trabajo, de los contratos laborales, de los salarios, de las empresas, de las profesiones, de las carreras y de las relaciones laborales. A lo largo del siglo XX, la del pleno empleo fue la utopía más perseguida por las ideologías de todos los signos, hasta el punto en que el empleo llegó a ser considerado como una especie de panacea universal y su cara oscura -el desempleo- como la caja de Pandora de la que emanaban todo tipo de males individuales y colectivos (Blanch, 1986; 1990; 2003a; Warr, 1987).

En este contexto, el metarrelato moderno giró en torno al trabajo como soporte de ciudadanía, medio de participación e inserción social y cultural y referente de una ética inspiradora de actitudes morales como la laboriosidad y la profesionalidad, y de virtudes laborales como el esfuerzo, la constancia, el rigor y la disciplina. Esta civilización llegó a su punto de inflexión en los pasados años 70 y 80, que representaron al tiempo la culminación y el inicio del declive del modelo fordista de organización laboral, en el marco del cual la mayoría de la gente europea vivió el trabajo como un valor de primer orden, la profesión como seña de identidad y el empleo retribuido como la columna vertebral de sus creencias, actitudes y opciones fundamentales; esto es, de producción de su subjetividad (Harding, Phillips, & Focarty, 1986; Stoetzel, 1983). En la misma línea, el informe The Meaning of Working presentó un panorama transcultural caracterizado por el denominador común de altos niveles de centralidad del trabajo (MOW, 1987). La literatura empírica puso de relieve además que, en las sociedades económicamente desarrolladas, las personas empleadas - también las de las jóvenes generaciones- solían declarar una notable satisfacción por el hecho general de trabajar (working), independientemente de la que les proporcionara específicamente su empleo en un puesto de trabajo (job) concreto (Blanch, 1990; Gamst, 1995), constituyendo la disponibilidad de trabajo una referencia clave para la salud, el bienestar y la calidad de la vida (Alvaro, 1992; Blanch, 2012; Warr, 2007).

La modernidad fordista instituyó, pues, la juventud como un espacio-tiempo de tránsito desde la adolescencia a la adultez, una fase del ciclo vital de puesta a punto de la persona para su incorporación al mundo del trabajo. En este marco cultural de referencia, las políticas educativas promovieron la inserción laboral de la juventud como medio de inclusión en la vida social y al tiempo de prevención de la exclusión de la misma. Este sistema se basó en la premisa de que un buen currículum educativo y formativo garantizaba un buen empleo y una buena carrera en una buena empresa, en un mundo regido por los principios de linealidad, estabilidad y continuidad, fundamentos de la economía de la certidumbre y de la seguridad (Beck, 1999).

 

METAMORFOSIS Y MEGATENDENCIAS SOCIOLABORALES POSFORDISTAS

El cambio de milenio vino acompañado de una profunda transformación del mundo del trabajo que, a su vez, está afectando el conjunto de la experiencia y de las relaciones laborales y planteando nuevos retos en lo que concierne a la articulación juventud-trabajo. La irrupción del posfordismo fue impulsada por la convergencia de varios procesos interdependientes: geoeconómico y político (globalización), tecnológico (digitalización e internetización), ideológico (neoliberalización) y socio organizacional (nueva gestión flexible del trabajo, desregulación e individualización de las relaciones laborales y precarización de las condiciones contractuales). En la cara iluminada del nuevo capitalismo global, flexible y digital, luce su condición de escenario de condiciones materiales y tecnológicas excelentes, así como de oportunidades para el empleo de calidad y para el desarrollo de carreras exitosas. De su dark side, destaca el cambio de perfil del "sujeto" trabajador típico: el productor asalariado proletario que, a lo largo de la modernidad industrial, vendió su fuerza laboral como empleado estable, cedió protagonismo al precario con subempleo inestable, condenado a sobrevivir a base de contratos Kleenex (de usar y tirar) para puestos basura -junk job-, encadenando minijobs en carreras inestables, discontinuas, líquidas y fragmentadas con fases de desempleo (Bauman, 2007).

En el complejo y dinámico mercado laboral global, latinoamericano y europeo de las últimas décadas, se fueron combinando y confundiendo diversas formas de empleo, de subempleo y de desempleo, de trabajo formal e informal, de déficit estructural y masivo de puestos de trabajo (joblessness) y de insuficiencia individual de capacidades para trabajar en los puestos ofertados (worklessness). Asimismo, el viejo ideal del pleno empleo formal fue abriendo paso a un principio de realidad caracterizado por la relevancia de lo irregular, desregulado, individualizado en el subempleo, que ha llegado a constituir una institución fundamental del nuevo capitalismo, en la cual se sintetizan, condensan y amplifican algunos de los problemas psicosociales asociados al empleo y al desempleo fordistas. En su estudio sobre "Las sociedades fragmentadas", Mingione (1991) criticó la insuficiencia del constructo "empleo" para incluir las múltiples formas contemporáneas de actividad laboral que, según él, pueden inscribirse en un universo tetradimensional definido por 4 ejes de coordenadas: legal- ilegal, formal-informal, público-privado y monetario-no monetario. En este universo, el empleo fordista abarca un espacio importante; aunque cada vez más limitado. Sin embargo, esta taxonomía también va pareciendo insuficiente para incluir los matices y las formas del trabajo invisible, protagonizado generalmente por mujeres en el ámbito doméstico (Durán, 2000), de las "profesiones olvidadas" (Sato, 2013) desempeñadas contemporáneamente por un segmento importante de trabajadores brasileros dedicados a actividades marginales y no reguladas por el Estado, cuya singularidad, según la autora, trasciende el campo de lo meramente "informal". Tampoco parece caber del todo en aquel esquema el trabajo (in)decente denunciado por la International Labour Organization (ILO, 2001; 2007; 2012a, 2012b).

Con la progresiva e implacable instauración del posfordismo, el deterioro del empleo clásico se fue extendiendo por todos los niveles y sectores profesionales (Castells, 2000), colonizando y contaminando el conjunto de la experiencia y de las relaciones laborales y generando una nueva cuestión social (Castel, 1997) planteada en términos de marginalidad y de exclusión con respecto del mismo estatus salarial. Para Gorz (1997), lo inquietante de la crisis de la sociedad salarial radica en que salimos de la sociedad del trabajo sin remplazarla por ninguna otra, descubriéndonos en riesgo de desempleo o de subempleo, en un escenario donde la figura laboral emergente es la del precario que ejerce de manera discontinua múltiples oficios. Offe (1997), observó la coexistencia de dos formas de precariedad posfordista: la laboral, asociada a un (sub)empleo de mala calidad y deficiente protección social, y la económica, característica de la pobreza con trabajo (working poverty) cuyo salario no permite salir del umbral de la pobreza (Fraiser, Gutiérrez, & Peña-Casas, 2011). Por su parte, The European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions (EUROFOUND, 2012 c. d) presenta la precariedad laboral como un problema de derechos humanos, de ciudadanía social, de salud pública y de vulnerabilidad social.

A pesar de todos estos cambios, en el umbral del siglo XXI, en plena era del capitalismo flexible global, el trabajo sigue ocupando un espaciotiempo importante en la vida de las personas, según numerosas encuestas sobre condiciones de trabajo y sobre calidad de vida en el trabajo de ámbito europeo (EUROFOUND, 2012a, 2012b; 2012c, 2012e). Lo mismo aparece en investigaciones impulsadas por organismos públicos de ámbito español, como el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT, 2012) y el Ministerio de Trabajo e Inmigración (MTI, 2010); así como en otros estudios empíricos sobre tópicos tan diversos como los de salud y bienestar ocupacionales o significado del trabajar (Ardichvili & Kuchinke, 2009; Blanch, 2003b; Blanch & Cantera, 2009; De Cuyper & De Witte, 2007; De Witte, 2005; Drobnič, Beham, & Präg, 2010; EUROFOUND, 2012c, 2012d, 2012e; Fraiser et al., 2011; Sennet, 2006; Warr, 2007), que detectan que el empleo sigue siendo una aspiración importante para la inmensa mayoría de las personas (adultas y jóvenes), que viven el tenerlo como una fuente de bienestar subjetivo y el no tenerlo o el miedo a perderlo como un factor relevante de estrés psicosocial.

Según un informe de la Fundación Pfizer (2013), una parte importante de la actual juventud española de entre 15 y 32 años se siente poco satisfecha con su vida actual, y muy preocupada por el desempleo y por la crisis económica y laboral, percibidos como sus mayores fuentes de malestar subjetivo y de disfunciones en sus relaciones de pareja, familiares y sociales, así como en el propio estado de salud. Muchos de quienes tienen empleo declaran tener miedo a perderlo; y muchos de quienes lo buscan tienen poca esperanza de encontrarlo a medio plazo. En este contexto de crisis de la utopía fordista-keynesiana, irrumpió en el escenario laboral un nuevo tipo de actor: la juventud NiNi.

 

LA NINIDAD, UNA PRESENCIA INCÓMODA, UN FANTASMA INQUIETANTE

NiNi en el mundo hispanohablante y NemNem en el portugués remiten al NEET (Not in Employment, Education or Training), que en el universo anglófono (y en numerosos países asiáticos) señala una porción de la juventud que actualmente ni trabaja, ni estudia, ni tampoco desarrolla ninguna actividad relacionada con la formación ocupacional, incluyendo tanto personas pertenecientes a la población activa desempleada como a la población inactiva que ni estudia ni busca empleo. Hace ya unos lustros, el gobierno británico se propuso facilitar la salida de la marginación social de muchos jóvenes not in education, employment or training (Social Exclusion Unit, 1999). En este contexto, el Department for Education and Employment (DfEE, 2001) describió diferentes tipos de situaciones existenciales de muchos jóvenes out of work or looking for a job, evaluando The Cost of Exclusion (Prince's Trust, 2007) y sostieniendo que un combate efectivo contra la exclusión social de los jóvenes NEET permitiría ahorrar millones de libras al pueblo británico.

Desde entonces, diversos observatorios internacionales y estatales de la vida sociolaboral y de la juventud en general - como el Consejo Económico y Social (2013); la Organisation for Economic Co-operation and Development (OECD, 2010), la European Foundation (EUROFOUND, 2011a; 2011b; 2012f; 2012g), el Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE, 2013); el Instituto de la Juventud (INJUVE, 2012); la Organización Internacionl del Trabajo (ILO, 2012c)- y diversos investigadores (MacDonald, 2012; Mascherini, 2012) se vienen ocupando del problema, criticando la insuficiencia de indicadores tradicionales como las tasas de empleo y de desempleo para dar cuenta del panorama contemporáneo de la relación entre juventud y trabajo. La misma Comisión Europea, mediante un avance de la European Foundation, reclama la atención sobre la relevancia de la realidad NiNi, que presenta como una categoría emergente de jóvenes sin empleo que se desenvuelven fuera de los mundos normalizados del trabajo y de la educación y que por ello corren un alto riesgo de exclusión social y laboral: Jobless youth (...) who are disengaged from both work and education and are arguably at a high risk of labour market and social exclusión (EUROFOUND, 2011a).

La categoría descriptiva NiNi abarca pues un colectivo de composición muy heterogénea: desde un punto de vista demográfico, en algunos países, remite solamente al segmento de edad comprendido entre los 18 y los 25 años; mientras que en otros llega a integrar los comprendidos entre 15 y 35 años. Atendiendo a la perspectiva temporal, algunas clasificaciones engloban la totalidad de personas que, en un momento dado, no estudian ni trabajan; en tanto que otras toman en consideración solo a quienes llevan un largo tiempo en esta situación. En cuanto al origen social, algunos estudios destacan la frecuentemente estrecha conexión entre el fracaso y la deserción escolares y su prolongación al ámbito sociolaboral. En otros, se buscan relaciones entre la deprivación o la desestructuración familiares y las dificultades de inserción en el mercado de trabajo. En el plano de las actitudes y comportamientos sociales y políticos, dentro del colectivo NiNi se viene observando un amplio espectro de jóvenes, que abarca perfiles tan diversos como el de quienes salen a la calle, implicados activamente en el movimiento de los indignados, hasta el de los hikikomori, poseídos por una agorafobia sociolaboral que los mantiene aislados en su habitación, a menudo en casa de los padres, absortos por una plena dedicación a los videojuegos. En general, se entiende que pertenecen al estatus genérico NiNi quienes no estudian ni disponen de ninguna forma de empleo en sentido amplio, por alguna de las siguientes fuentes de causalidad: (a) externa -no pueden encontrarlo, por falta de oportunidades estructurales-, o interna, (b 1) porque no saben trabajar en los puestos ofertados, por su presunto "déficit de competencias" profesionales, o (b 2) porque no quieren trabajar; ya sea por no aceptar cualquier subempleo desde la condición de JASP (jóvenes sobradamente preparados), o por simple rechazo ideológico y moral de las condiciones contractuales y salariales establecidas en el menú del mercado laboral (Navarrete, 2011; Serracant, 2012).

Cuando se aplica de modo más estricto y teórico, el constructo NiNi remite específicamente a una categoría específica de jóvenes cuyo conjunto de características demográficas, axiológicas, actitudinales, educacionales y morales los hace altamente inempleables y les confiere asimismo altas probabilidades de habitar crónicamente espacios económicos, sociales, políticos y culturales marcados por el signo de la anomia y por el estigma de la marginación, la discriminación y la exclusión sociales. Son los señalados comúnmente como "generación" crítica o perdida. Este sector juvenil se caracteriza por llevar un largo tiempo sin empleo, pudiendo figurar en la población activa desempleada (manteniendo su inscripción en los registros oficiales del paro) o formar parte de la población inactiva que, sin estar empleada ni realizando estudios formales, no busca empleo (por desesperanza, desencanto, desmotivación, inercia o bien por aversión a los valores, normas y exigencias del sistema laboral o por abierto rechazo y confrontación con el mismo). En el núcleo duro (hard core) de esta categoría sociológica, destaca esa NiNidad intensa de quienes ni estudian, ni trabajan, ni se entrenan para el empleo, ni lo buscan activamente, ni lo desean realmente y que, a menudo, lo rechazan abiertamente.

Es precisamente la visibilidad de este sector más alejado del empleo lo que confiere al colectivo NiNi las connotaciones de ociosidad, parasitismo social y culpabilidad moral (especialmente acentuadas en entornos tan diversos como Japón o Argentina). Esta visión de lo NiNi (NEET) conecta con cierta tradición anglosajona, y especialmente inglesa, de fustigar moralmente a los "malos pobres" del antiguo régimen (los sturdy beggars), hábiles para trabajar; pero que no querían hacerlo, prefiriendo vivir de la caridad. Una práctica que, según la moral moderna, debía reservarse exclusivamente para los buenos pobres ("deserving poors"), inhábiles para el trabajo y necesitados por ello de solidaridad (Kelvin, 1984). Como precedente más reciente de esta estigmatización moral de los NiNi destaca el debate de los pasados setenta y ochenta sobre los "malos desempleados" o scroungers (Deacon, 1978), desenmascarados y atacados implacablemente por el thatcherismo.

La epidemiología social da cuenta de las actuales dimensiones y gravedad del fenómeno, con tasas de prevalencia muy dispares, incluso considerando una única región o un solo estado, por razón de la diversidad de criterios de categorización utilizados. Sin embargo, prácticamente todos los estudios e informes coinciden en destacar la relevancia social, cultural, económica y psicosocial de la problemática, que en unos casos es considerada emergente y en otros es calificada de crónica. A pesar de la heterogeneidad del formato e incluso de las connotaciones morales que presenta el fenómeno NiNi a escala global, en todas partes se manifiesta la tendencia a destacar el riesgo que tiene este sector poblacional -o esta generación- socialmente vulnerable de convertirse en caldo de cultivo de comportamientos tradicionalmente etiquetados como desviados y patológicos.

Según los eurobarómetros de European Statistics Data Base (EUROSTAT) publicados entre 2008 y 2013 (que delimitan los inicios de la crisis y lo que podría ser su punto de inflexión), la tasa media de NiNi en el conjunto de los jóvenes europeos de edades comprendidas entre los 15 y los 24 años ha oscilado entre el 12-18%; mientras que países como España, Italia o Grecia), -con tasas de desempleo juvenil a veces por encima del 50%-, superaban en más de 5 puntos esta media de la Unión (http://epp.eurostat.ec.europa.eu). Uno de los informes de la misma oficina estadística comunitaria sobre Young People. Education and Employment Patterns, publicado a finales de 2011, clasificó los 43 millones de jóvenes europeos de edades comprendidas entre 18 y 24 años en cuatro categorías, en función de su posición en el mercado laboral: (a) un 39% estaba exclusivamente dedicado a la educación, (b) un 16% combinaba estudio y empleo, (c) otro 29% se dedicaba exclusivamente al empleo y (d) finalmente, un 16% pertenecía a la categoría NEET, unos 7 millones (EUROSTAT, 2011). Estudios realizados en otros entornos y coyunturas socioeconómicos aportan datos similares; lo que da una idea del carácter global y estructural del fenómeno. Así, uno del Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE, 2013), basado en la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicílio de 2012, usando idéntico esquema clasificatorio, encuentra, dentro de la población juvenil brasilera de 15 a 29 años, (a) un 21,6% exclusivamente dedicado a la educación, (b) un 13,6% que combinaba estudio y empleo, (c) otro 45,2 % dedicado exclusivamente al empleo y (d) un 19,6% correspondiente a la categoría NemNem, unos 9,6 millones.

 

EL FENÓMENO NINI, SÍNTOMA DE LA POSMODERNIDAD LABORAL JUVENIL

El colectivo NiNi engloba los jóvenes excedentes del mercado de trabajo inmersos en lo que Beck (2002) describió como un escenario de riesgo en el cual los proyectos individuales y colectivos son elaborados en un tras fondo de incertidumbres e inseguridades difíciles de manejar en la teoría y en la práctica. Este fenómeno comporta una involución histórica desde el viejo ideal europeo de sociedad del bienestar basada en un pleno empleo estable hacia un modelo capitalista de organización social donde el bienestar deja de ser un derecho universal para convertirse en un lujo al alcance de quien se lo puede pagar. Es en este sentido que la NiNidad comporta anomía, exclusión de los circuitos por los que discurren la normalidad económica, política, social y laboral, insuficiencia financiera, desprotección social, déficit de ciudadanía, pésima calidad de vida y precariedad existencial. Otro aspecto del carácter regresivo de lo NiNi en el entorno europeo radica en que un sector importante de la generación joven más formada de la historia se ve condenado a unas condiciones de vida y de trabajo cualitativamente inferiores a las de sus padres, por causa del déficit cuantitativo y cualitativo de oportunidades estructurales de empleo, unido a la creciente precarización general de los puestos de trabajo existentes.

El proceso de construcción social de la NiNidad fue largo y tortuoso: durante un tiempo, al no figurar en la población activa empleada ni, a veces, en la oficialmente desempleada, los NiNi casi no existieron para las administraciones públicas, desarrollando una existencia social larvada, latente, oculta, invisible y opaca, como fantasmas sociales tan irreales como el dinero escondido en paraísos fiscales, al que no se ve, ni se espera, ni se tiene en cuenta en los presupuestos ni en la gestión económica del país. Desde un punto de vista socioeconómico, los NiNi todavía no existen del todo, en la medida en que no pagan impuestos, ni cobran prestaciones, ni dan nada al Estado, ni tampoco reciben nada del mismo. Son solo sombras que no encajan en las categorías convencionales mediante las que se piensa y se gestiona lo real. Su rasgo más visible es lo que conllevan de existencia paradójica: pertenecen a una generación bien formada pero que, no teniendo oportunidades para ejercitar sus competencias, constituyen un desperdicio de recursos humanos para su propio país, un desaprovechamiento de energía, juventud, talento y savia nueva en sociedades democráticas tecnológica y económicamente avanzadas.

La NiNidad consiste pues en un espacio social donde se entrecruzan varias macrotendencias estructurales: el incremento del déficit objetivo de oportunidades de empleo, la precarización creciente de las condiciones de trabajo en los puestos disponibles y la inempleabilidad crónica que afecta a determinados sectores de la juventud contemporánea. Por todo ello, los NiNi constituyen un síntoma, un producto y una excrecencia de la posmodernidad en la que se ha instalado el capitalismo flexible global (Navarrete, 2011; Serracant, 2012).

 

CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES DE LA NINIDAD Y SU AFRONTAMIENTO

Siguiendo el camino marcado por el estudio británico Prince's Trust (2007), recientes informes de la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo (EUROFOUND, 2012, 2011a; 2012f) ponen su énfasis en los factores y en los costes económicos y sociales del fenómeno NiNi y dan cuenta de algunas políticas desarrolladas por los Estados miembros para afrontar esta problemática. En España, una investigación encargada por el Consejo Económico y Social atribuye el incremento espectacular de los NINIs a la elevada magnitud del desempleo juvenil, derivada a su vez de la importante recesión económica, que afecta mayoritariamente a los jóvenes con un bajo o deficiente nivel educativo. Según esta institución, cuanto mayor es el tiempo de permanencia en el desempleo de esta juventud expulsada del mercado de trabajo, tanto menor es la intensidad de su búsqueda de trabajo;lo que incrementa su propensión a transitar del desempleo a la inactividad. De lo que este organismo deduce que las intervenciones deberían estar orientadas a favorecer la creación y acumulación de capital humano (Consejo Económico y Social, 2013).

En general, este tipo de estudios se caracterizan por su carácter eminentemente descriptivo y suelen partir de la premisa metateórica de que la crisis económica constituye la fuente principal del fenómeno NiNi; de donde concluyen tautológicamente que las acciones orientadas a la solución del problema pasan por facilitar el acceso al empleo al mayor número posible de jóvenes, mientras se va disipando tal crisis. Se presupone que, una vez extinguida la presunta causa, ocurrirá lo mismo con la supuesta consecuencia; lo cual, a su vez, implica la asunción de que el panorama de la salida del túnel de la crisis será el mismo de la entrada. De ser así, la parte cuantitativamente más numerosa del colectivo NiNi se reintegrará a la normalidad sociolaboral y el resto probablemente será, estadística y discursivamente, irrelevante. Algo similar a lo que viene aconteciendo desde hace tiempo en Japón con los jóvenes hikikomori, especie de outsiders con respecto de la moralmente exigente cultura japonesa del trabajo. Una minoría inofensiva de rebeldes individuales que no son considerados un problema social, ni político, ni económico, ni cultural, ni mucho menos una amenaza sistémica; sino, en todo caso, un asunto intrafamiliar; puesto que corresponde a sus padres el mantenerlos.

Esta lectura economicista del fenómeno viene complementada y reforzada por la tendencia a la individualización de los problemas sociales (Bauman, 2001), característica de las teorías neoliberales (Hayek, 1985) que consideran el individuo como el máximo causante de su propio destino; esto es, de su éxito o fracaso en la escuela, en el trabajo y en la vida en general. Desde esta lógica, impulsada por el Consenso de Washington (Williamson, 1990), cabe imputar la responsabilidad de fenómenos como la pobreza, el desempleo o la exclusión social asociada a la situación NiNi principalmente a las carencias o deficiencias de la educación y formación de las mismas personas afectadas en lo concerniente a competencias empresariales, empleabilidad, estilo de afrontamiento y capacidad gestión del riesgo, o a inadecuación de un sistema educativo (escolar y universitario) organizado y gestionado de espaldas al mundo económico y a los imperativos del mercado (Callinicos, 2006; OECD, 2001; 2010; 2012;World Bank, 1996; 1999; 2001; 2010). De acuerdo con esta cosmovisión, si muchos jóvenes no encuentran empleo, será porque no han estudiado suficientemente, o bien porque no acertaron en la elección de una carrera adecuada a los puestos demandados.

Nada nuevo bajo el sol: ya en los inicios de la modernidad, siglos antes de las frenéticas reformas de los sistemas educativos contemporáneos para adaptarlos compulsivamente a las demandas económicas y tecnológicas de los nuevos tiempos, Adam Smith (1776), un académico filósofo de la moral que acabó convirtiéndose en padre fundador de la ciencia económica moderna y en uno de los profetas del capitalismo y del liberalismo económico, en su obra clásica An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, criticó la falta de idoneidad de los tradicionales contenidos formativos dominantes en la universidad de su tiempo a las (nuevas) exigencias de la economía política.

A lo largo del último medio siglo, la visión economicista de los problemas de inserción laboral cobró un nuevo impulso con la teoría del capital humano (Schultz, 1960; 1961). El Nobel de Economía Gary Becker (1964) lo concibió como el conjunto de las capacidades productivas (saber hacer o stock inmaterial) que cada persona trabajadora ha sido capaz de acumular mediante los conocimientos generales adquiridos en el sistema educativo y los específicos aprendidos en el seno de la empresa.

Arraigada en la tradición iluminista y anclada en el sentido común contemporáneo, la teoría del capital humano alimenta axiomas relativos al papel del conocimiento (escuela, universidad, I+D+I) como factor de progreso económico y de bienestar humano, al rol clave de la educación en la productividad de las personas y de las empresas, como inversión individual orientada a optimizar los ingresos salariales y la propia calidad de vida. Una aplicación mecánica de este modelo teórico induce a considerar los jóvenes NiNi como un síntoma social del fracaso de un sistema educativo insensible a las necesidades de las empresas del mercado e incapaz de infundir en la juventud los clásicos valores empresariales de la disciplina, el ascetismo, el esfuerzo y la constancia que subyacen al emprendedurismo (entrepreneurism) y la empleabilidad (employability).

Esta construcción teórica de las causas de la NiNidad cumple una doble función social: por un lado, culpabiliza a las víctimas (victim blaming) de la problemática NiNi de ser las causantes últimas de su propio problema. Por otro, exculpa y libera de toda responsabilidad en la generación y en la prevención de la realidad NiNi al sistema socioeconómico establecido (globalización neoliberal, estructura y funcionamiento del mercado de trabajo, desregulación de las relaciones laborales, flexibilización organizacional, nueva gestión del trabajo, etc.).

Un punto de vista distinto es el propuesto por las teorías sobre la juventud como transición de la adolescencia social a la vida adulta (Casal, 1997; EUROFOUND, 2011c). Conciben este proceso como una articulación compleja de dinámicas de formación, de inserción profesional y social y de emancipación familiar. Según esta perspectiva, la larga crisis por la que atraviesa el mercado de trabajo posfordista comporta un cambio cualitativo y cuantitativo en la forma y el fondo del proceso de transición de la adolescencia a la adultez, modificando los formatos de itinerarios y de trayectorias. A la luz de este enfoque, podría interpretarse que lo NiNi no es un simple epifenómeno de la crisis económica, sino que también puede incluir componentes de una crisis cultural que subyace a estos procesos de transición y constituir una bomba de tiempo de efectos imprevisibles.

Por su parte, el modelo psicosociológico de Jahoda (1982; Batinic, Selenko, Stiglbauer, & Paul, 2010) sostiene que el empleo, además de facilitar la subsistencia económica, posibilita la satisfacción de necesidades psicosociales como la estructuración del tiempo cotidiano, los contactos sociales extra familiares, el desarrollo de roles, status e identidad, la persecución de metas supraindividuales y la disponibilidad de cauces para la acción social. Desde este ángulo, la NiNidad, al igual que el desempleo, no sólo conlleva consecuencias económicas para la persona, sino que además constituye una circunstancia social de privación de aquellas categorías de experiencia de signo positivo. Tal estado carencial conlleva también deterioro psicosocial en forma de desorganización existencial por falta de un horizonte temporal definido, así como desorientación ideológica, aislamiento social, crisis de identidad y déficit de planes de acción; todo ello impregnado de malestar psicológico, pesimismo vital y cogniciones autorreferenciales de signo negativo.

Por su parte, Warr (1987, 2007) propone un modelo Vitamina (Vitamin) inspirado en el papel que desempeñan las vitaminas en la salud física de los organismos, según el cual el entorno sociolaboral funciona como una poderosa fuente de provisiones (features) ambientales que cumplen una función de vitaminas psicosociales. Según el autor, el grado de presencia o ausencia de tales provisiones ambientales en la vida de una persona determina su nivel de bienestar psicológico y de ajuste social. En el plano físico, la relación objetiva de las vitaminas con la salud funciona de acuerdo con un modelo no lineal en virtud del cual (a) todo déficit vitamínico conlleva repercusiones patológicas, (b) niveles vitamínicos óptimos se traducen en salud y bienestar; (c) dosis muy altas de tales sustancias pueden inducir a la devolución del excedente vitamínico al ambiente (en el caso de las vitaminas tipo "C" y "E") o bien provocar una intoxicación del organismo, que no está equipado para liberarse de un exceso de vitaminas tipo "A" y "D". Warr sostiene que la situación de empleo propicia la disponibilidad de un óptimo vitamínico, si bien los contextos de sobrecarga de trabajo y de management by stress pueden comportar problemas relacionados con la hipervitaminosis. Por el contrario, el desempleo, incluyendo la experiencia NiNi, suele ir más bien asociado a un déficit de vitaminas necesarias para una vida de calidad; esto es, de dinero, certidumbre, seguridad, status, apoyo social, perspectivas de carrera, equidad, oportunidades de control del entorno, ocasiones para el desarrollo de habilidades, finalidades generadas por el medio externo, variedad de alternativas, claridad ambiental y contextos para las relaciones interpersonales.

 

IMPLICACIONES Y AGENDA

El fenómeno NiNi no consiste, pues, en un simple epifenómeno del desempleo juvenil. Refleja también la opción ideológica y la voluntad política (actualmente minoritarias, pero activas) de buscar vitaminas psicosociales fuera del mundo laboral. Y por ello supone un cierto desafío para el sistema trabajocéntrico.

Hasta el presente, en el mundo noroccidental, los estudios de lo NiNi -al igual que muchos discursos cotidianos y políticos sobre juventud y trabajo- se vienen caracterizando por el predominio de las descripciones sobre las explicaciones, en un contexto de escasez de debate teórico sobre sus causas y consecuencias y de análisis evaluativos de las políticas preventivas orientadas a combatirlo antes de su ocurrencia y durante su vigencia. El enfoque dominante induce a visualizar la juventud NiNi como un simple efecto colateral de la crisis económica destinado a extinguirse cuando esta se resuelva. En esa línea, se inscriben numerosas medidas propuestas por las sucesivas cumbres europeas dedicadas a definir la Estrategia Europa 2020 por un pleno empleo sostenible, que apuntan a combatir el desempleo juvenil -incluyendo la NiNidad- mediante tres tipos principales de programas: (a) acciones dirigidas a facilitar la transición del sistema educativo al mercado de trabajo, (b) medidas activas de formación orientadas al desarrollo de la empleabilidad (mediante la recualificación profesional general o bien a través de la capacitación específica para el desempeño de tareas de baja cualificación, dirigida a colectivos con especiales dificultades de inserción laboral) y (c) disposiciones legales incentivadoras de contratos a tiempo parcial estable (minijobs) para jóvenes, mediante la reducción de cuotas empresariales a la Seguridad Social.

Pero las profundas transformaciones contemporáneas del mundo (mercado) del trabajo y el mismo fenómeno NiNi invitan a refundamentar las políticas de empleo juvenil con miradas de largo alcance y a repensar críticamente categorías como juventud, trabajo, educación, ciudadanía, orientación para el empleo, competencias, currículum, carrera, transición, identidad e inserción sociolaboral y profesional, que acaso ya no funcionan como funcionaron, porque tampoco son todo lo que fueron ni representan lo que representaron en el fordismo keynesiano.

Solo la perspectiva histórica permitirá valorar adecuadamente si lo NiNi constituye un hecho social efímero o una megatendencia estructural. Pero su actual emergencia en entornos "con" y "sin" crisis podría indicar que se trata más bien de lo segundo. En cualquier caso, moda pasajera, expresión de perplejidad y desconcierto generacional, síntoma de malestar en la civilización del trabajo o manifiesto metapolítico de hartazgo y rechazo indignado de la versión posmoderna del trabajocentrismo, la NiNidad constituye una referencia clave para la agenda de la investigación sobre el cambio sociocultural.

 

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Recebido em: 01.12.2013
Primeira decisão editorial em: 04.05.2014
Versão final em: 15.06.2014
Aceito em: 14.07.2014