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Metaphora

versão impressa ISSN 2072-0696

Metaphora (Guatem.)  n.1 Guatemala nov. 2002

 

EDITORIAL

 

En este primer número habrá un desafío pero también un deseo puesto en letras. Es una letra que porta un "caso por caso" en el descubrimiento, cuestionamiento y apropiación de la enseñanza del psicoanálisis freudo-lacaniano.

Será un desafío leernos porque al escribir uno se revela, se implica, pero para hacer suyo un espacio institucional que se ha decidido ocupar de lo de sus miembros. Por eso, este d esafío también provoca. Nos provoca a comprometernos con este espacio que iniciamos con esta publicación. Nos compromete con la idea de que el saber no se coagula en un Otro que "predica la palabra" sino en la experiencia del propio deseo en la transferencia de trabajo con una institución.

La revista Metaphora no está pensada para repetir las palabras de Freud o Lacan, ni para repetirse a sí misma. Con ella buscamos incógnitas que permitan una apertura a los textos, Incógnitas que nos lleven más allá de los mismos, i ntentando trasmitir el psicoanálisis, no replicarlo.

¿Acaso, no fue en un "más allá " que el psicoanálisis nació? Este se produjo para y desde la clínica pero, también, avanzó por ser receptivo a las creaciones teóricas de los intelectuales de su época. Ni el psicoanálisis freudiano ni el lacaniano pretendieron nunca ser creaciones teóricas cerradas en sí mismas, sino que elaboraron otros saberes dentro su propio saber sobre el enigma que es cada sujeto. Justo en este punto radica el aporte.

Freud se desligó del Ideal Científico de la época, el positivismo lógico, para proponer lo experiencia del Inconsciente. Una experiencia leída, no desde la percepción ni la lógica, sino desde una clínica a manera de la hermenéutica de un otro. Lacan fue un pasó más allá. Enfatizó que el psicoanálisis no debe aislarse de la ciencia en general ni de llama das "ciencias humanas" en particular, ya que éstas poseen un carácter tan determinante sobre el sujeto que lo objetivizan y lo fuerzan a olvidar su propia subjetividad. Por eso el psicoanálisis no es caduco, se actualiza a través de la escucha del discurso científico y de otros que como éste forcluyen al sujeto. Es en esa fonclusión en la que le corresponde situarse para esperar al sujeto.

Psicoanálisis es, entonces, historia y actualidad. Freud dice que el inconsciente es atemporal, que "a nada puede ponerse fin, nada es pasado ni está olvidado". Lacan nos amplia diciendo que el inconscience está estructurado como un lenguaje, y de ser así, como el lenguaje, estará a fectado por la historia.

Es con sus textos que Metaphora dejará evidenciada esa actualidad inherente a l psicoanálisis. Pero, además, buscará ser para esos sujetos alienados a otros discursos, un medio de consulta que permita una lectura distinta de lo cotidiano y lo no tan cotidiano. Una consulta que pueda incluso resultar en nuevos espacios de trabajo y producción con eso particular que cada uno trae al hacer suyo lo que del psicoanálisis pueda permitirse.

Y, ¿por qué no empezar por lo fundamental"? Lo que radical mente distingue al psicoanálisis de cualquier terapéutica, ese "posicionamiento teórico y ético.... que postula un sujeto del inconsciente, ...... que es efecto de lenguaje, [que] no es anterior a las palabras sino supuesto a sus decires". Sujeto del Inconsciente que es aprehendido desde la palabra, "lugar protagónico en la cura" y camino para acceder a la verdad sobre el deseo. Con esto, Beatriz Azurdia en su artículo Psicoanálisis y ¿ Psicoterapia Psicoanalítica?, nos contrapone lo que ocurrió después de F reud (Psicología del yo y teoría de las relaciones objétales) y lo que Lacan, como respuesta, plantea como una dirección de la cura que sostiene una ética desde el lugar del analista.

Pero el psicoanálisis no sólo se diferencia sino que es portador de una especificidad, la de sostener una escucha particular en "aquellos dichos, dentro de la cadena de decires, que marcan alguna discordancia", porque en ella está, no la intencionalidad de quien habla sin saber lo que dice, sino la Intencionalidad de un sujeto que hemos especificado antes: el sujeto del i nconsciente. Desde aquí, Mariana Diamand en La Especificidad del Psicoanálisis, va despejando el paradigma lacaniano, el inconciente estructurado como un lenguaje, que significa que esa cadena de decires "implica elementos discretas en oposición asociativa que en su combinatoria producen al sujeto". En esa producción se desliza un saber que no es sabido por quien hace la enunciación, un saber que regresa en "boca del analista" cuando en la interpretación busca nombrar lo innombrable de la "verdad última del sujeto".

Y esa verdad última del sujeto es que se encuentra estructuralmente dividido entre deseo y goce. El caso de José Luis, trabajado por Susana Dicker en Lo Real en la clínica, no sólo hace evidente esa división estructural sino que pone sobre la mesa lo que desde la clínica le toca al analista y al analizante hacer con ella. Desde una ética del deseo, tanto analista como sujeto pagarán con una libra de carne, ese más allá del Principio del Placer, y será el fantasma "el único modo de negociación con el goce en la clínica psicoanalítica". Lo que viene a demostramos que "la clínica en la que estamos comprometidos no es una clínica sin escollos".

Hoy día lo será menos, a hora que el síntoma y las terapéuticas han sido introducidos al discurso de la oferta y la demanda, apuntando a que el síntoma "es algo corregible" y que la terapéutica debe cumplir "con el objetivo de ofrecer menos síntomas en el menor tiempo". Esta tendencia de moda, lo único que produce es que la diferencia entre el (discurso psicoanalítico y los otros discursos -especialmente el de los modelos de salud mental- sea cada vez más evidente, especialmente en lo que respecta a la total y absoluta negación -me atrevería a decir renegación- de los elementos inconscientes del síntoma por parte de esos otros discursos, que le añaden al tema el peso de que síntoma es sinónimo de que "algo no anda bien... y parece que en nuestro mundo de hoy la idea de escuchar que algo no anda es del orden de lo insoportable".

Para Alicia Arenas esto es alarmante porque deja a los síntomas de nuestra época en un "callejón sin salida" especialmente para los más jóvenes. ¿Cuál es la respuesta del Psicoanálisis? En Los Nuevos Síntomas y los Callejones sin salida del sujeto, vemos cómo se despeja una respuesta.

Un ejemplo claro de esos callejones sin salida "de moda", son las incoherencias en las que se embarca la psicología conductista cuando, como nos plantea Jorge Villar en Conductismo e Inconsciente, constatamos "en algunas publicaciones y ponencias en congresos referencias a conductismo e inconsciente o el inconsciente desde lo cognitivo conductual". Y es que, como podemos leerlo en este texto, tal parece que los partidarios de ese discurso, van atrasados 1 00 años con respecto al descubrimiento de los efectos del inconsciente.

Es por eso que retrocederemos nosotros esos más de 1 00 años para revisar en, En el comienzo de Todo, el origen mismo del Psicoanálisis y comprender, de una vez por todas, que Freud "creó un nuevo sujeto, un nuevo universo científico, uno nueva clínica, y desafía a la humanidad con el descubrimiento del Inconsciente".

Y, ¿aca so no fue en el concepto de sexualidad donde más desafío a la humanidad o, será mejor decir, donde más se sintió desafiada la humanidad? Guy Trobas en Psicoanálisis y Sexualidad revise las razones de la polémica sobre el concepto de sexualidad desde el Psicoanálisis. Empieza par esa idea distorsionada de que la teoría psicoanalítica se "opondría a los principios morales que rigen la sexualidad en la vida social". Quienes plantean esta crítica no se dan cuenta que el Psicoanálisis hace de la sexualidad un objeto ce saber, de estudio que excluye el juicio, haciendo evidente que la sexualidad no es exclusiva al discurso moral pero, sin que ello, signifique que elude la responsabilidad sobre lo ético, y en esto se diferencia radicalmente del discurso científico. Luego, está la tradicional polémica del pansexualismo, que al ser revisada en el texto, Guy Trobas nos lleva hasta el concepto de pulsión y lo aborda marcando lo diferencia entre ésta, el instinto y la necesidad biológica, haciendo énfasis en que la crítica del pansexualismo se basa en un desconocimiento sobre el estatuto teórico que tiene la sexualidad en la teoría psicoanalítica.

Identidad y cultura. Pasión y sufrimiento. Juan Carlos Indart nos lleva a una reflexión detenida -y necesaria- sobre las consecuencias de que la tecnología científica exija "una aceleración vertiginosa de los cambios", que así de rápido como ocurren, así de rápido caen. Y es que el torbellino de "objetos técnicos" que nos caen del mercado para ser consumidos -prácticamente de forma obligada-, vienen "con un manual de instrucciones, pero no con un manual de identidad cultural que explicase coma integrarlo al modo de vida, (....) esto empuja al goce solitario de cada cual, y se romper los vínculos en los que se realizan las identidades". Lo paradójico es que esto le ocurre a un sujeto que, por ser humano y parlante "está marcado por una falta de ser, una feita de identidad", que lo hace no ser Idéntico a sí mismo en todos los momentos, especialmente en lo respecta a una identidad sexual, la cual debe ser asumida. La tecnología científica deja a este sujeto sin posibilidad de articular su división. La propuesta para dicha articulación puede venir por el lado de !os tres tipos de identificaciones sobre las que elaboro Lacan. La identificación imaginaria -que se sabe mortífera-, la simbólica -que al trascender la imagen tolera sustituciones y nos da cierta consistencia cunque no resuelve del todo la dimensión imaginaria especular de la identificación- Y, finalmente, la identificación real, esa singularidad en las condiciones de goce del $ (sujeto barrado).

Ya hacia el final de la revista, llegamos a dos artículos importantes, en tanto que nos muestran que desde otros discursos cercanos al psicoanálisis, se confirma lo que hasta chora han dicho lo s otros autores.

Y es que Marie Hélène Guay y Carlos Seijas, no pudieron plantearnos una cuestión que venga más al caso que el fenómeno de los slogans que se escuchan en "talk shows" como "Quiéreme y respétame por lo que soy". En su artículo "¡Ser o no ser, he aquí el problema!" Hacia la filopsicosofía dialéctica del Ser, nos preguntan " ¿qué es eso de ser? ¿Cuál es esa verdad que todos parecen conocer como por ósmosis, y que se explica aparentemente por sí sola?". Nos llevan por las distintas respuestas que se han dado desde la filosofía y la psicología, incluso desde el psicoanálisis lacaniano, pero al final la cuestión sabre la construcción del ser siempre queda como una cuestión individual, íntima del sujeto.

En nuestra último artículo, El Entramado del individualismo y el Colectivismo o las ilusiones de una polaridad realmente inexistente, Carlos Orantes Troccoli propone algo crucial al decir que "lo que conocemos como individuo-individualismo y colectivo-colectivismo son formas ilusorias", porque el sujeto no es un sujeto indiviso sino escindido de estructura y porque la colectividad, en cuanto a tal, es una fantasía. Pero esto, que es un desencuentro, nos mueve y hace que el individualismo y el colectivismo sean "formas ilusorias de reconocimiento de la falta, de su suplencia en el imaginario individuo o en la ilusoria colectividad". Así, lejos de ser polaridades son subjetividades con el potencial de ser formaciones sintomáticas. Hacia el final del artículo, Carios Orantes reflexiona sobre una nueva concepción de ambas subjetividades -la colectiva y la individual- para luego señalar los efectos "caóticos" del extrañamiento que produce el discurso de la globalización.

Paulina Zamora

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