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Metaphora

versão impressa ISSN 2072-0696

Metaphora (Guatem.)  n.3 Guatemala nov. 2004

 

LA LETRA (Columna mensual del GEPG en "El Periódico")

 

Piercing... algo más que una moda

 

 

Coralia Echeverría Fernández

Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Guatemala

 

 

Históricamente, el piercing y el tatuaje han sido prácticas comunes en varias culturas. Ya en los siglos XVII y XVIII, los marineros europeos que viajaban por las islas polinesias observaron que tanto hombres como mujeres, acostumbraban llevar tatuadas extensas áreas del cuerpo. Cien años después, tatuarse se puso de moda entre la realeza europea y el piercing fue asociado a hidalguía, virilidad y coraje. Sin embargo, su riqueza radica en la singularidad de lo que estas marcas significan para quien las lleva en carne propia.

Hoy en día, el piercing guarda un sentido profundamente personal. Y es que la elección del lugar del cuerpo donde los adornos se introducen no es casual. La perforación de áreas recubiertas por sensibles mucosas -párpados, nariz, orejas, lengua- y en bordes erógenos, como pezones y genitales, evidencian una ubicación en los límites del cuerpo que permiten establecer un adentro y un afuera, un yo y un no-yo.

En un mundo cada vez más uniforme y homogéneo, el deseo de sentirse diferente de los demás cobra nuevas dimensiones. Ante la desatención y la indiferencia de los otros, los piercings se proponen como una invitación de reconocimiento ante la mirada ajena.

La clínica psicoanalítica constata que cada vez más, el ser se busca por medios más imaginarios que apuntan al cuerpo como campo privilegiado de expresión de síntomas que denuncian un vacío existencial. Vivimos una época en que las preguntas por el ser y el deseo quedan para mañana. Aún a riesgo de parecer demasiado reduccionistas, podemos ilustrar lo anterior con una frase del psicoanalista francés Francois Leguil: "Vidas cada vez más ocupadas, frente a existencias cada vez más vacías." Desde esta perspectiva las modificaciones corporales pueden descifrarse como embates contra la banalidad de una vida vivida como insignificante.

En tiempos en que lo simbólico está cada vez más desprestigiado y las identificaciones más precarias, ser hijo, mujer, estudiante significan cada vez menos, resultando más difícil sostenerse en ellas. Este es el trasfondo que subyace a lo que trágicamente llamamos el "look" de moda (las modelos de pasarela como modelo fantaseado) y que exige un sometimiento a operaciones mutilantes y desgarradoras en las que algo del impulso sexual busca abrirse paso entre las membranas envolventes del cuerpo. Así, el simple acto de juguetear entre dientes con un arete que traspasa la lengua representa para el joven una manera de gozar una vivencia placentera, como el bebé que se regocija en el chupeteo de sus dedos.

En los adolescentes, la perforación con artificios decorativos puede responder al afán de agradar a un compañero, impugnar lo establecido, desafiar una figura significativa (generalmente uno de los padres), identificarse con una cierta subcultura a través de un emblema que agrupa y distingue (como ocurre en las maras) o simplemente mostrar "originalidad". En palabras de adeptos al body art: "ya no nos encarnamos en ese Ideal de cuerpo aséptico, borroso y alienado que difunden las sociedades occidentales." Podemos decir que convertir la piel en una superficie de inscripción denuncia que algo de lo que fantaseamos con nuestro cuerpo no ha podido ser representado. Poner en palabras eso fantaseado en vez de perforar la carne, es lo que el psicoanálisis lanza como propuesta para parcializar una singular manera de gozar en el cuerpo.

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