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Metaphora

versão impressa ISSN 2072-0696

Metaphora (Guatem.)  n.3 Guatemala nov. 2004

 

PSICOANÁLISIS + (miembros de la AMP)=...

 

La práctica lacaniana y el Psicoanálisis Aplicado*

 

 

María Hortensia Cárdenas

Nueva Escuela Lacaniana - Lima

 

 

En un intento por ir siempre adelante en el psicoanálisis, de ponerlo sobre el tapete de los discursos actuales, de "agitar los espíritus", la AMP nos propone y orienta en nuestra práctica con el tema del psicoanálisis aplicado. Podemos preguntarnos por la razón o la lógica que nos conduce por esta vía y que anticipa lo que tenemos en el porvenir.

Ocupamos del psicoanálisis aplicado ha significado el despertar de la bella durmiente al debate de hoy exigido por los tiempos. Por un lado, tenemos a las psicoterapias -algunas de ellas de orientación psicoanalítica- que forman parte del consumo y, sabemos nosotros, con las peores consecuencias. Por otro lado, el título de psicoanalista corre el riesgo de ser usado por quien no está calificado para ello. Cualquiera podría llamarse psicoanalista desde la diversidad de los usos. Se pretende extender el predicado psicoanalista como una función más de los psicoterapeutas, como si los fines y los medios fueron los mismos. El psicoanálisis aplicado debe diferenciarse de la terapéutica y seguir siendo psicoanálisis para que no termine siendo un tipo de psicoterapia. De ahí la importancia de esclarecer, dilucidar sobre los principios de la práctica lacaniana para hacer un buen uso de lo que se nos demanda.

El momento actual que nos anticipa, en los cambios en las condiciones de aplicación del psicoanálisis, nos obliga a establecer los alcances y las limitaciones en sus usos. Es la propuesta que nos hizo Graciela Brodsky, de la urgencia de "reflexionar sobre la relación que existe entre los principios de la práctica analítica y las condiciones de su aplicación". ("La regla fundamental" en ORNICAR? Digital 233)

El psicoanálisis aplicado es tarea del psicoanalista y no de otras disciplinas como muchas veces ocurre. Nos inquietamos cada vez que vemos hacer del psicoanálisis un discurso más para la comprensión o el bienestar.

Hay un solo psicoanálisis y hay usos degradados. Todo depende de cómo se interpreten los síntomas y la cura que se proponga.

Desde un inicio el saber del psicoanálisis se diferencia radicalmente de otros saberes que se basan más en el discurso científico que mayormente se limita a describir, observar, experimentar y concluir estadísticamente en un para-todos universalizante. Desde esta perspectiva no se toma en cuenta la particularidad del caso para hacer emerger al sujeto mortificado por su síntoma.

El malestar de un sujeto y la clínica nos lleva a plantearnos siempre al síntoma en el centro de toda nuestra práctica sabiendo que lo real de la experiencia no resiste ni conlleva ninguna estandarización.

¿Cómo encarar una política correcta del síntoma desde el psicoanálisis aplicado a la terapéutica? Me parece crucial esta pregunta para poder pensar en la posición del analista desde la diversidad de las aplicaciones del psicoanálisis.

El psicoanálisis aplicado al síntoma -de eso se trata la aplicación- produce efectos que alivian. En algunos casos, ¿qué más se puede pedir?

 

Las psicoterapias

Las psicoterapias, que deben al psicoanálisis su certificado de nacimiento, tienen como finalidad rectificar el yo de los sujetos y devolverlos a las normas sociales. Para ello, existen un sinnúmero de técnicas terapéuticas que pasan por la sugestión, la educación, la manipulación y otras, técnicas cada vez más variadas y numerosas ofertadas con descaro y demandadas con la esperanza de conseguir algún consuelo o remedio para el sufrimiento subjetivo.

Hoy en día los ideales han cambiado, algunos ya no valen más o se han pervertido en un sinnúmero de casos. En muchas situaciones el ideal de nuestra época se reduce a un ideal de funcionamiento eficaz sin ética. Las instituciones mantienen un discurso que apela a la norma, al orden, en un intento por acallar el malestar, por mantenerlo al filo de su expresión. Y, sin embargo, las normas fallan. Es lo que encontramos en El malestar en la cultura: cuanto más se intenta poner un límite al goce, mayor es la transgresión, la corrupción. Ante la falta y el vacío la respuesta es un discurso identificatorio que no pacifica, que fracasa en resolver el goce y continúa dividiendo al sujeto porque el síntoma insiste.

El malestar en el mundo contemporáneo no parece acoger al psicoanálisis y este malestar puede creer encontrar respuestas suficientes en las terapéuticas. Los síntomas actuales encuentran prácticas específicas para su tratamiento, prácticas que terminan atrapadas en la ferocidad de sus normas y en el retomo de lo reprimido. Se paga caro el precio del retomo del amo porque queda la consistencia del Otro y facilita la identificación. El discurso del amo es del inconsciente y por eso reclama un punto de anclaje cuando falta una identificación. El psicoanálisis se distancia y se diferencia de todas estas técnicas y prácticas terapéuticas que excluyen al goce y al sufrimiento implicados en el síntoma.

¿Cuál es la política del psicoanálisis diferente de la identificación como proponen las psicoterapias? El psicoanálisis se dirige a lo real del síntoma, del síntoma concebido como lo más propio del sujeto.

Ya sea que coloquemos en un extremo al psicoanálisis puro y al otro extremo al psicoanálisis aplicado a la terapéutica (como en una curva de Gauss), tomemos en consideración los fundamentos de nuestra práctica que Freud inauguró y que no pueden estar desligados de los principios que nos orientan. Son los fundamentos simples con los que se inició el psicoanálisis pero que no dejan de cuestionarnos y ponernos en problema cada vez que hacemos uso del psicoanálisis.

 

Fundamentos

Tenemos un sujeto que sufre. Buscamos la causa del malestar para establecer una dirección de la cura. Esta simple operación ubica nuestra práctica en el caso por caso. Toma al sujeto en la división de su ser y toma en cuenta la demanda del paciente que dice no sé lo que tengo. El discurso científico excluye a la causa en su tratamiento del sufrimiento y establece una cura para todos iguales en base a pretender conocer, saber las razones del malestar. El psicoanálisis, en cambio, toma en cuenta la íntima relación que existe entre causa y cura. Se trata, entonces, de cernir la causa. Este sujeto con su síntoma es efecto de la causa. Efecto y causa están separados, hay una hiancia entre el sujeto y su causa.

El sujeto no sabe lo que le ocurre pero al dirigirle la pregunta al analista establece ya una suposición de saber. Establece la posibilidad de encontrar una respuesta a la pregunta por la causa del sufrimiento, respuesta que va a aparecer en los dichos del sujeto. El sujeto dividido por su no saber, vaciado de saber se dirige a quien supone sabe.

El analista lleva sobre sus espaldas el peso del supuesto saber. Se presta en la transferencia para ello, hace semblante para producir un saber. Amor y saber van de la mano. Por esta vía, y por la maniobra del analista, algo del deseo podrá reintroducirse en el sujeto.

Es decir que partimos de una nada anudada a la transferencia y operamos de tal modo que tenga efectos en lo real para atrapar así algo del goce. Es por la vía de lo imprevisto que se posibilita un encuentro que tenga efectos. Lo mínimo que hay que hacer es prestarle atención a la envoltura formal del síntoma para no perdernos en psicologismos.

El deseo del analista opera abriendo un espacio inusitado para el discurrir de la palabra, para la elaboración de un saber nuevo y producir una rectificación.

Las psicoterapias hacen uso del poder de la transferencia por medio de la sugestión o cualquier otra desviación. Imponen un sentido al malestar que hacen tomar como el buen sentido. Es un discurso que indica lo que hay que decir y lo que hay que hacer. Por el psicoanálisis se sabe que la escucha opera, sólo que el psicoanalista y el terapeuta no hacen el mismo uso del poder. Lacan nos advirtió del uso del ejercicio de un poder que "nos retrotrae a lo peor" al dar consistencia al sentido y a un goce que busca satisfacerse por todos los medios.

Sentido y goce. Pero está el envés que es el deseo. "La relación al saber moviliza la libido y es necesario que esta libido se aplique al saber" (J.A.Miller, Los usos del lapso, 24/11/99).

Por poco que hagamos algún efecto se produce; es lo sorprendente, con solo dejar que funcionen estos fundamentos vemos aparecer no solamente un cierto saber sobre las causas sino también una transformación del ser del sujeto. La experiencia psicoanalítica produce una relación nueva entre el sujeto y su síntoma. Por eso es que el psicoanálisis es eficaz, porque solo el psicoanálisis produce efectos que cambian, no hay otro modo, otro artificio, que produzca una transformación subjetiva ni otro profesional que pueda hacerlo.

 

La Institución

El síntoma es cada vez más dependiente del lazo social y las instituciones lo saben o lo intuyen. La segregación es cada vez mayor y más dura. Las normas están ahí para reforzar aún más el retorno de mayor malestar y los ideales hacen olvidar al sujeto su propia condición. Mayormente, las instituciones se fundan en la regla sin excepción, de ahí la dificultad en aceptar el caso particular del sujeto. Sabemos que las normas nunca podrán considerar o prever todos los casos particulares. Desde la lógica del todos iguales nadie es una excepción.

El discurso del amo es lo constitutivo de un grupo. La institución está reglada por este discurso. Por otro lado, está el registro del discurso analítico, del analista haciendo su práctica en una institución. Se instala una tensión. ¿Qué sería lo prudente en este caso?

Lo que hay que saber es cuáles son esos puntos de fuga que hacen problemática la intervención del analista en la institución. Generalmente encontramos una tensión entre lo que el analista sabe y se espera de él y el discurso que la institución impone. ¿Cómo podríamos encontrar el límite de nuestra acción sin caer en desviaciones? Partimos de saber ignorar lo que se sabe pero para producir un saber a partir del punto mismo en que todos los saberes desfallecen. Esa es nuestra orientación: suspender los saberes especializados, dejarlos a un lado para permitir que la experiencia misma nos transmita ciertos saberes efectivos para la práctica. Tenemos la posibilidad de la invención en el borde de un real ahí donde todos los saberes no sirven para cubrir o cernir lo real.

Una puerta se abre para la práctica si se intenta buscar los modos en los que el discurso del amo tome en cuenta algo del sujeto, que permita que la institución preserve, no encubra las verdades aparecidas del discurso analítico.

Es una cuestión de buen uso, de hacer confluir el saber con lo inédito.

 

La práctica entre muchos

La práctica entre muchos es objeto de una transmisión novedosa. Es una experiencia de la Escuela que nos da la pauta no sólo de cómo practicar el psicoanálisis sino también de cómo reinventarlo.

El psicoanálisis aplicado ya sea en el consultorio, en la institución o por fuera del discurso analítico conserva una misma política en tanto se dirige a que el sujeto conozca su síntoma.

La práctica entre muchos en las instituciones puede tomar varios vectores, ya sea que el psicoanalista sea un agente del discurso analítico propiamente o participando junto con otros profesionales en la puesta en forma del síntoma que aqueja a un sujeto.

Lo que esta experiencia aporta como una enseñanza es verificar que los fundamentos de nuestra práctica no se pierden, más bien nos orientan si es que los principios de la práctica se preservan. Lo mínimo que puede ocurrir es la producción de un sujeto que es tomado desde la particularidad de su síntoma. Es decir que, se abren las puertas de las posibilidades efecto de una lógica simple: aplicar el discurso analítico que es el reverso del discurso del amo. Son los principios de una ética que no excluye, más bien reconoce y considera al ser hablante en su modo singular de gozar.

Cómo no pensar que -si nos regimos por los principios que se extraen de la experiencia misma de nuestra práctica- ante el síntoma y más aún desde el psicoanálisis aplicado, "ahí somos, como psicoanalistas, insustituibles" (J.A.Miller, Prefacio al cuadernillo de la lista de miembros distribuido en Bruselas, julio 2002).

 

 

*Presentado en el XIII Encuentro Brasileiro del Campo Freudiano. Abril 2003

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