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Revista de Psicología Universidad de Antioquia

versão On-line ISSN 2145-4892

rev. psicol. univ. antioquia vol.6 no.1 Medelin jan./jun. 2014

 

ARTÍCULOS Y ENSAYOS DE REFLEXIÓN

 

Stephen Mitchell y el paradigma relacional en psicoanálisis1

 

Stephen Mitchell and the Relational Paradigm in Psychoanalysis

 

 

Sebastián Marín Posada2

 

2. Psicólogo. Estudiante de la Maestría en Psicología (U. de A.). Miembro del Grupo de Investigación de Psicología Dinámica, adscrito al programa de Psicología de la Universidad de Antioquia. Correo electrónico: sebastianmarinp@gmail.com

 

Recibido: 29-Marzo-2014 • Revisado: 07-Junio-2014 • Aprobado: 10-Junio-2014

 

Para citar este artículo:

Marín, S. (2014). Stephen Mitchell y el paradigma relacional en psicoanálisis. Revista de Psicología Universidad de Antioquia, 6(1), 125-140.

 


Resumen

El propósito de este artículo es hacer una presentación del Psicoanálisis Relacional como nuevo paradigma dentro del campo psicoanalítico. Para realizarlo, se hace una breve descripción de sus orígenes en el contexto estadounidense y de los aportes de uno de sus más importantes representantes: Stephen A. Mitchell. En este sentido, se revisan algunas de las elaboraciones teóricas fundamentales de este autor, como son el modelo del conflicto relacional y el concepto de matriz relacional. Además, a través de este recorrido, se presentan algunos contrastes entre diferentes modelos psicoanalíticos, y se muestran algunas de las implicaciones teóricas y técnicas que el emergente paradigma relacional trae a la psicoterapia, el psicoanálisis y la psicología.

Palabras Clave: Stephen A. Mitchell, Psicoanálisis relacional, Matriz relacional, Psicología dinámica, Psicoterapia.

Palabras Clave Descriptores: Psicoanálisis, Psicoterapia, Psicología Clínica, Psicoterapia Psicodinámica.


Abstract

This paper aims to show Relational Psychoanalysis as a new paradigm within the psychoanalytic field. To do so, it is given a brief description about its origins in the U.S. context and a general review about the work of Stephen A. Mitchell: one of the most important relational authors. Some of his essential ideas are explained, such as the relational conflict model and the concept of relational matrix. In addition, some contrasts between different psychoanalytic models are presented, as well as some of theoretic and technical implications that the relational paradigm brings to psychotherapy, psychoanalysis and psychology.

Key Words: Stephen A. Mitchell, Relational Psychoanalysis, Relational Matrix, Dynamic Psychology, Psychotherapy.

Key Words Plus: Psychoanalysis, Psychotherapy, Psychology, Clinical, Psychotherapy, Psychodynamic.


 

 

1. Stephen Mitchell: vida y obra

Stephen Mitchell nace el 23 de julio de 1946, en Nueva York, Estados Unidos. Después de realizar estudios universitarios en Historia, Arte y Letras, realiza un doctorado en Psicología Clínica en el Programa Postdoctoral en Psicoanálisis y Psicoterapia de la Universidad de Nueva York. Durante su primer año de formación comienza análisis personal con un analista freudiano, pero años más tarde, luego de ingresar al Instituto William Alanson White, una academia de Psicoanálisis Interpersonal, empieza un análisis cara a cara con un analista interpersonal. Este giro en su formación, en lugar de ser un inconveniente la enriquece enormemente y, a la postre, nos permite entender la tarea integradora que realiza este autor dentro del psicoanálisis.

Su producción académica lo llevó a ser uno de los principales gestores de la tradición relacional en psicoanálisis, tanto así, que Velasco (2009) lo considera ''el padre del psicoanálisis relacional'' (p. 62). El libro que escribió junto a Jay Greenberg, Object Relations in Psychoanalytic Theory (1983), así como su libro Relational Concepts in Psychoanalysis: An Integration3 (1988), constituyen las piedras angulares del paradigma relacional en psicoanálisis. El primero de estos libros, señala Mitchell (1993a), representa un giro que va de la comprensión de la mente como producto del conflicto entre impulsos y defensas hacia una comprensión de la mente como producto de relaciones con los demás.

Además, dentro de su obra se encuentran los libros Hope and Dread in Psychoanalysis (1993), Influence and Autonomy in Psychoanalysis (1997), Relationality: From Attachment to Intersubjectivity (2000), Can Love Last? The Fate of Romance over Time (2001) y el libro escrito junto a Margaret Black, Freud and Beyond: A History of Psychoanalytic Thought4 (1996) 5.

Stephen Mitchell fue también el fundador y primer editor de la revista Psychoanalytic Dialogues y participó en la creación de la Asociación Internacional para la Psicoterapia y el Psicoanálisis Relacional (IARPP por sus siglas en inglés), hasta el día de su muerte el 21 de diciembre del año 2000, cuando tenía 54 años de edad. Lamentablemente, su muerte se produjo en un momento fecundo de su carrera debido a una falla cardiaca.

Mitchell censuraba las visiones totalitarias tanto en la política6 como en la ciencia, y esa circunstancia se ve reflejada a lo largo de toda su obra, en la que aparecen fuertes críticas a las teorías de los autores psicoanalíticos más influyentes: D. Winnicott, M. Klein, O. Kernberg y, por supuesto, Sigmund Freud (Mitchell, 1993a; Mitchell, 1993b; Mitchell, 1997; Mitchell & Black, 2004). Eso sin contar con la fascinación que sentía Mitchell por la obra de autores que en su momento fueron grandes disidentes de la tradición, tales como Fairbairn, Sullivan y Fromm (Liberman, s/f a).

Una de las características más importantes de la estructura de sus libros es la puesta en conjunto de elementos teóricos y casos clínicos. Como epistemólogo realizaba un trabajo arqueológico a las construcciones de autores psicoanalíticos, develando las piezas fundamentales de sus teorías, y como terapeuta, acompañaba estos descubrimientos con ilustraciones clínicas de su propia experiencia.

Mitchell, como lo dice Ariel Liberman (2007), también fue un creador de puentes en el psicoanálisis. Por medio de la creación del concepto de matriz relacional logró una integración selectiva de diversas teorías, dejando aparte otras que no son afines a este modo de organización. De esta manera, incluye dentro de las teorías relacionales a la Teoría de las Relaciones Objetales, al Psicoanálisis Interpersonal, a la Psicología del Self y a algunas versiones de la Psicología del Yo, como la de Spitz y Mahler; y deja por fuera, las teorías psicoanalíticas clásicas, basadas en el concepto freudiano de pulsión (Mitchell, 1993a). Esta elucidación de Stephen Mitchell, sumada a otros factores que serán desarrollados más adelante, constituye el inicio de un giro epistemológico dentro del psicoanálisis, el paradigma relacional.

 

''Mitchell fue un creador de puentes en el psicoanálisis. Por medio de la creación del concepto de matriz relacional logró una integración selectiva de diversas teorías, dejando aparte otras que no son afines a este modo de organización''

 

 

2. El origen de un nuevo paradigma: el psicoanálisis relacional

La orientación relacional en psicoanálisis ha sido una de las principales versiones alternativas a la teoría freudiana clásica, y Stephen Mitchell fue tal vez el precursor más importante de este nuevo movimiento psicoanalítico. Sin embargo, como él mismo lo explica (Mitchell & Black, 2004), el movimiento relacional ha sido una construcción conjunta y no la labor de un solo pensador; un claro contraste frente a lo que fue el psicoanálisis en sus orígenes, cuando se basaba casi exclusivamente en los aportes de Freud. Algunos autores (Liberman, s/f b) incluso han planteado que lo que se conoce como Psicoanálisis Relacional tiene que ver más con una serie de preguntas y cuestionamientos que acerca de un conjunto de respuestas particulares a estos.

Ahora bien, para que el lector se haga a una idea acerca de los orígenes de este nuevo movimiento, quiero presentar, siguiendo el recorrido trazado por Lewis Aron (2001), un breve repaso de las situaciones más importantes dentro de su historia en los Estados Unidos, país en el que convergen gran parte de los autores más representativos del Psicoanálisis Relacional (Rodriguez-Sutil, 2007).

Antes de los años sesenta el medio psicoanalítico norteamericano estaba dominado por el enfoque estructural freudiano y el de la Psicología del Yo (Anna Freud, Heinz Hartmann, etc.). A partir de esos años se empezaron a introducir diferentes escuelas como la Teoría de las Relaciones Objetales del grupo inglés independiente (Winnicott, Fairbairn, etc.) y la Psicología del Self de Heinz Kohut. Además, la Psicología del Yo cambió varias de sus consideraciones, de la mano de Loewald y Roy Schafer, autores norteamericanos contemporáneos que realizan importantes críticas y variaciones a la teoría. También creció la tradición perteneciente al Psicoanálisis Interpersonal, movimiento que siguió las contribuciones de Harry Stack Sullivan, Erich Fromm, y otros. Más tarde, en los años setenta el Programa Postdoctoral Psicoanalítico de la Universidad de Nueva York se dividió en dos grupos (tracks), uno Freudiano y uno Interpersonal-Humanista que agrupaba las teorías del Psicoanálisis Interpersonal. Por esta misma época entre los años setenta y ochenta empieza a tomar fuerza una nueva escuela dentro del psicoanálisis, la Psicología del Self. Esta nueva escuela fue motivo de intenso debate e introdujo nuevas ideas frente a la práctica: extendió el rango de pacientes susceptibles de análisis; hizo nuevos arreglos conceptuales acerca del problema del narcisismo y le quitó connotaciones moralistas; introdujo serios cuestionamientos a la metapsicología clásica; y, con el énfasis que dio al concepto de empatía, introdujo importantes cambios en la práctica clínica, lo cual abrió nuevas formas de pensar la contribución del analista a lo que experimenta el paciente en la relación (lo que en la teoría pulsional se denomina transferencia).

Además, a la aparición de estas nuevas escuelas, teorías y autores dentro del psicoanálisis, se sumó que el contexto norteamericano también estuvo influido por algunos de los desarrollos intelectuales y epistemológicos de la época, como la hermenéutica contemporánea, el postmodernismo, el postestructuralismo, el construccionismo social y el feminismo.

 

''[Mitchell] busca ampliar el objeto de estudio del psicoanálisis, al integrar las dimensiones externas e internas de la relación con los otros (lo interpersonal y lo intrapsíquico), las cuales habían sido tratadas de manera dicotómica tradicionalmente''

 

De esta manera, lo que encontraron Stephen Mitchell y Jay Greenberg (1983) es que todos esos avances dentro del campo psicoanalítico, junto a esos nuevos desarrollos epistemológicos, estaban apuntando a una dirección similar: un paradigma relacional. Y en este sentido, se organiza en 19887 un nuevo grupo del Programa Postdoctoral Psicoanalítico de la Universidad de Nueva York, el grupo 'Relacional'. Con esta denominación se busca ampliar el objeto de estudio del psicoanálisis, al integrar las dimensiones externas e internas de la relación con los otros (lo interpersonal y lo intrapsíquico), las cuales habían sido tratadas de manera dicotómica tradicionalmente (Bedoya, 2012).

Entonces, con la creación de ese nuevo grupo, puede decirse que se asientan las primeras piedras del Psicoanálisis Relacional. Pero ahí no termina todo, a partir de entonces se han venido desarrollando importantes aportaciones dentro de esta nueva tradición. Acogiéndonos a lo presentado por Lewis Aron (1996), algunos de las obras fundacionales de esta nueva tradición serían:

Relational Concepts in Psychoanalysis: an integration (1988), de Stephen Mitchell. En ese texto, el autor postula un arreglo conceptual que le permite integrar selectivamente un grupo de teorías de diferente procedencia dentro del psicoanálisis y presenta su propia versión de un modelo relacional.

The Bonds of Love. Psychoanalysis, Feminism, and the problem of Domination (1988), de Jessica Benjamin. Libro que además de desarrollar un enfoque psicoanalítico feminista, enfatiza en la necesidad de que la teoría psicoanalítica incluya perspectivas intrapsíquicas e intersubjetivas.

• La publicación en inglés, en 1988, del Diario Clínico de Sándor Ferenczi, quien ha sido una importante influencia para muchos de los psicoanalistas que siguen una perspectiva relacional en psicoanálisis.

Credo: The Dialectics of One-Person and Two-Person Psychologies (1989), escrito por Emmanuel Ghent. Este libro resalta la necesidad de dos perspectivas dentro del modelo relacional, la perspectiva de una persona y la de dos personas.

Además, el establecimiento en 1991 de Psychoanalytic Dialogues: The International Journal of Relational Perspectives sirvió para tejer redes entre analistas relacionales, resaltó el interés por el modelo relacional dentro del psicoanálisis y generó un espacio de debate entre la variedad de enfoques del mismo. Y la creación de la Asociación Internacional para la Psicoterapia y el Psicoanálisis Relacional (IARPP, por sus siglas en inglés), en el 2001, sirvió para consolidar una identidad alrededor de esta tradición emergente y para explorar similitudes y diferencias frente a otros enfoques en psicoanálisis y en psicoterapia.

Ahora bien, el Psicoanálisis Relacional ha tenido buena acogida en países de habla hispana como España (Velasco, 2009) y Chile, país que organizó la conferencia internacional de la International Association for Relational Psychoanalysis and Psychotherapy (IARPP) en 2013; pero ha sido poco el impacto que esta tradición ha tenido en Colombia, país en el que el movimiento psicoanalítico ha tenido gran influencia de la escuela francesa, pero muy poca de otras tradiciones como el Psicoanálisis Interpersonal, la Teoría de las Relaciones Objetales o la Psicología del Self. Sin embargo, gran parte de estas teorías son estudiadas dentro de lo que se conoce en el contexto colombiano como Psicología Dinámica (Vanegas, 2006; Bedoya, 2012, Andrade, 2011).

 

3. Stephen Mitchell y el paradigma relacional

Como se mencionó en el apartado anterior, la obra de Stephen Mitchell tuvo mucho que ver con la creación y consolidación del movimiento relacional en psicoanálisis. El propósito, entonces, en este apartado, será realizar una revisión del trabajo del autor y concentrarnos en los conceptos que tuvieron un mayor impacto para el desarrollo del movimiento relacional.

Uno de los más grandes aportes de Mitchell al psicoanálisis y a la psicoterapia fue la construcción de un marco conceptual que permite integrar selectivamente teorías provenientes de diferentes escuelas, de tal manera que estas coincidieran en un aspecto fundamental: la consideración de que el psiquismo se constituye a partir de una matriz relacional. Esto implica que todos los fenómenos psíquicos y los comportamientos humanos (sexualidad, agresividad, afectividad, motivación, miedo, etc.) son entendidos, desde esta mirada, como experiencias interactivas, en las que los otros -internos y externos- ocupan un lugar esencial y constitutivo, diferente a perspectivas individualistas de la mente que plantean la existencia de factores innatos (pulsión p. ej.) como causas del comportamiento (Mitchell, 1993a).

 

''Para Mitchell, el modelo pulsional es incompatible con el modelo relacional, pues están basados en concepciones epistemológicas y políticas diferentes''

 

Para Mitchell, el modelo pulsional es incompatible con el modelo relacional, pues están basados en concepciones epistemológicas y políticas diferentes. Dicen Greenberg y Mitchell (1983) que toda teoría científica se presenta inscrita en un determinado contexto social y político, y que las tradiciones filosóficas que subyacen al modelo pulsional y al modelo relacional son profundamente distintas. El primer modelo, cuyo principal exponente es Freud, está basado en una idea del hombre como ser individualista. Un Homo homini lupus (Un hombre lobo para el hombre, siguiendo a Hobbes) con deseos esencialmente personales (pulsiones) que se enfrentan a los ideales y mandatos culturales.

 

La teoría de Freud sobre las pulsiones presenta una visión pujante de la naturaleza y la experiencia humanas; nos define como un conglomerado de tensiones asociales y físicas representado en la mente por urgentes deseos sexuales y agresivos que pugnan por expresarse. Vivimos en el choque de estos deseos con las exigencias secundarias y más superficiales de la realidad social (...) La búsqueda analítica clásica implica el descubrimiento de los impulsos infantiles instintivos y la posterior renuncia a ellos (Mitchell, 1993a, p. 13).

 

En cambio, para el modelo relacional, basado en planteamientos de Fairbairn, Winnicott, Kohut, Mahler, Sullivan, Fromm, entre otros, el hombre es un ser que busca satisfacción no solo a través, sino al interior, de la comunidad humana. El hombre, desde esta perspectiva, encuentra placer en la relación con los otros seres humanos; relacionarse con los demás es una necesidad y un fin en sí mismo. Por eso, plantea Mitchell que:

 

[Las teorías del modelo relacional] no nos describen como un conglomerado de impulsos de origen físico, sino como si estuviéramos conformados por una matriz de relaciones con los demás, en la cual estuviéramos inscritos de manera inevitable, luchando simultáneamente por conservar nuestros lazos con los demás y por diferenciarnos de ellos. Según este punto de vista, la unidad básica de estudio no es el individuo como entidad separada, cuyos deseos chocan con la realidad exterior, sino un campo de interacciones dentro de la cual surge el individuo y pugna por relacionarse y expresarse. El deseo siempre se experimenta en el contexto de la relación, y este contexto define su significado. La mente está compuesta de configuraciones relacionales. La persona solo es inteligible dentro de la trama de sus relaciones pasadas y presentes. La búsqueda analítica implica el descubrimiento, la participación, la observación y la transformación de estas relaciones y de sus representaciones internas (1993a, p. 14).

 

En el modelo pulsional la mente es monádica: las pulsiones (energías internas) constituyen su contenido. Para el modelo relacional la mente es diádica e interactiva: sus contenidos se construyen a través de las interacciones con los demás (Mitchell, 1993a; Sassenfeld, 2012).

Pese a lo anterior, es necesario aclarar que ninguno de estos modelos es ingenuo al desconocer la influencia de factores genéticos o ambientales para la vida psíquica; el modelo pulsional no es solipsista pues tiene en cuenta el ambiente como medio en el que, con mayor o menor dificultad, se despliega el potencial pulsional de un individuo, y el modelo relacional no es radicalmente ambientalista, pues reconoce el papel que desempeñan los procesos orgánicos a la hora de interactuar con el medio social. Sin embargo, la diferencia está dada por los acentos que pone cada uno de estos modelos, por el lugar protagónico o secundario que asigne a lo relacional en la configuración de la mente humana (Mitchell, 1993a).

 

''... los niños pequeños que se encuentran institucionalizados (niños huérfanos producto de la guerra), crecen con un desarrollo precario, e incluso pueden llegar a morir, si los cuidadores que ocupan esta función no establecen una relación afectiva con ellos...''

 

Un claro ejemplo de la diferencia entre estos dos modelos lo evidencia la comparación entre la teoría psicosexual freudiana y la teoría del apego de John Bowlby. Para la primera teoría, el bebé se relaciona con su madre o cuidador luego de que se encuentra con que esta lo alimenta; es decir, la relación con la madre es solo un medio para conseguir la satisfacción de su necesidad de alimentarse, pero aquella (la relación) no constituye una necesidad en sí misma; lo mismo daría que un biberón o una máquina surtidora le dispensara el alimento, porque al final es esto lo que al niño le interesa. En contraste, la teoría del apego postula que el bebé busca de manera urgente, además del alimento, la relación con la madre o el cuidador. La relación, en este sentido, no es solo un recurso, sino que es en sí misma una necesidad prioritaria para el ser humano. Y esta concepción del hombre, no sobra decirlo, está basada en los experimentos etológicos realizados por Harry Harlow (Marchesi, Carretero & Palacios, 1984) y en las observaciones de niños institucionalizados, realizadas por René A. Spitz durante la primera mitad del siglo XX. Recordemos que en los estudios de Harlow se muestra cómo una cría de mono macaco prefiere (pues pasa mucho más tiempo allí) la compañía de su ''madre'' de felpa que no tiene biberón, a la provisión alimentaria que le brinda una de alambre. 8 Y por su parte, entre las conclusiones más importantes que se encuentran en los estudios de Spitz (2013), está la idea de que los niños pequeños que se encuentran institucionalizados (niños huérfanos producto de la guerra), crecen con un desarrollo precario, e incluso pueden llegar a morir, si los cuidadores que ocupan esta función no establecen una relación afectiva con ellos. Es de resaltar que a estos niños que presentan Síndrome de Hospitalismo se les satisfizo todas sus ''necesidades básicas'', como son la alimentación y el abrigo, pero no se les brindó un contacto afectivo cercano. De esta manera podemos concluir que los seres humanos pueden morir por falta de apego, por falta de un contacto afectivo con otro ser humano.

Entonces, para retomar el punto señalado por Mitchell, queda la idea de que el marco conceptual desarrollado por este autor incluye aquellas teorías psicoanalíticas que se sostienen sobre la base de que la principal motivación humana es una motivación esencialmente relacional.

Por otra parte, es importante señalar que tal elaboración hace parte de un giro epistemológico mucho más amplio que se presentó también en la antropología, en la lingüística y en otras áreas del saber (Sassenfeld, 2012; Rodriguez- Sutil, 2007; Coderch, 2001). Ese giro hace referencia al hombre en general y a la mente en particular:

 

La mente que se consideraba un conjunto de estructuras predeterminadas que surgían del interior de un organismo singular, ha recibido una nueva definición y ahora se cree que constituye modelos de transacciones y estructuras internas derivadas de un campo interactivo e interpersonal (Mitchell, 1993a, p. 29, cursiva del original).

 

Esta definición hace parte de lo que se conoce como Teoría Social de la Mente. En Psicoanálisis, esta teoría toma cuerpo en diferentes escuelas o corrientes, como son el Psicoanálisis Interpersonal, la Escuela Británica de las Relaciones Objetales, la Psicología del Self y el Psicoanálisis Existencial. El gran aporte de Mitchell fue integrar estas teorías bajo un único arreglo, el de la matriz relacional, y sentar las bases para una nueva tradición: el Psicoanálisis Relacional.

 

 

''... la motivación fundamental en la experiencia humana es la búsqueda y conservación de la identidad (la pregunta por el quién soy yo), la cual se reconoce, y pasa por las relaciones con los demás''

 

 

3.1. La matriz relacional

La matriz relacional es un arreglo conceptual que Mitchell introduce (1993a) para definir el objeto de estudio del Psicoanálisis Relacional y para facilitar la categorización de diferentes teorías dentro del Psicoanálisis y la Psicología en general. Se trata de un concepto orientador que permite integrar o excluir estas teorías en el marco de un modelo relacional.

El término 'matriz' es polisémico,9 de tal manera que nos remite tanto al órgano reproductor femenino, como a una zona de almacenamiento de variables o elementos. En este caso, la palabra es usada por Mitchell para dar cuenta de la gestación de la mente humana, la cual estaría constituida por variables relacionales, representaciones que se construyen interactivamente a través del contacto con otros. En síntesis, la mente sería una matriz constituida por variables relacionales. Y lo que Mitchell encuentra (1993a) es que los avances más importantes en psicoanálisis han partido de esta idea, pero se han desarrollado como teorías aisladas, ocupándose de alguna de las tres dimensiones de esa matriz: el sí mismo, el objeto o el campo interactivo.

Para entender un poco mejor de qué se trata, digamos brevemente que el sí mismo está referido a las representaciones que un sujeto tiene sobre sí mismo (p. ej. ''yo soy generoso'', ''yo soy miserable'', ''yo soy superior a los demás'', etc.); el objeto es el conjunto de representaciones que tiene ese mismo sujeto acerca de algún otro significativo para él (p. ej. ''mi padre es dominante'', ''mi novio es abandónico'', ''el otro es sumiso'', etc.); y el campo interactivo está referido a los patrones o esquemas transaccionales que se presentan entre el sujeto y algún otro significativo con el que se relacione (p. ej. comportamientos de dominio de uno sobre otro, conductas agresivas entre ambos, etc.).

La matriz relacional, entonces, como aparece en la figura 1, estaría conformada por esas tres dimensiones, que además, están en permanente interconexión.

Figura 1. Dimensiones de la matriz relacional

 

 

Ahora, retomando lo descubierto por Mitchell (1993a), se encuentra que de la dimensión del sí mismo se han ocupado principalmente Heinz Kohut y Donald Winnicott, autores destacados de la Psicología del Self y de la Escuela Británica de las Relaciones Objetales respectivamente. Ellos plantean que la motivación fundamental en la experiencia humana es la búsqueda y conservación de la identidad (la pregunta por el quién soy yo), la cual se reconoce, y pasa por las relaciones con los demás.

De la dimensión del objeto, se ha ocupado de manera privilegiada la Teoría de las Relaciones Objetales, en donde Melanie Klein y Ronald Fairbairn son autores representativos. Uno de los conceptos nucleares de esta teoría es el de repetición, el cual fue postulado por Freud y luego redefinido por otros autores del campo psicoanalítico. Para Fairbairn, por ejemplo, los seres humanos tendemos a repetir un cierto patrón relacional: buscamos y conservamos una determinada manera de relación con otros, similar a aquella que establecimos con cuidadores o personas que fueron significativas para nosotros. Desde esta mirada, entonces, la forma que toma ese otro es el eje central de la vida psíquica del individuo.

Finalmente, de la dimensión del campo interactivo se han ocupado teóricos del desarrollo como John Bowlbyy Daniel Stern, y teóricos del Psicoanálisis Interpersonal como Harry Stack Sullivan. Estos autores consideran central para la indagación analítica tratar de responder a la pregunta por cómo son las interacciones del individuo; y estudian empíricamente los tipos de conducta interactiva que establecen los infantes con sus cuidadores.

Ahora bien, dados estos tres grandes grupos de escuelas psicoanalíticas, que por razones históricas y políticas trabajaron de manera independiente, a pesar de que en sus teorías subyacían premisas que les eran comunes, Mitchell propone un arreglo conceptual que permite integrarlas, la matriz relacional. Este concepto posibilita la inclusión de las tres dimensiones de la relación (el sí mismo, el objeto y el campo interactivo), así como las preguntas y postulados que las acompañan. Precisamente, el descubrimiento que hizo este autor fue encontrar la complementariedad de algunas teorías psicoanalíticas que históricamente habían mantenido una relación de exclusión.

Algo importante que aparece en Mitchell, dice Aron (2001), es la amplia lectura que realiza de los distintos autores. Este mismo respeto por las ideas ajenas es lo que le permite realizar una integración selectiva de conceptos, contrario a lo que la mayoría de críticos realiza: leer superficialmente un autor y tratar de encontrar rápidamente sus puntos débiles y desde ahí marcar la diferencia con respecto a su propia teoría. Y aunque en esa integración se reconoce lo distinto, se hace énfasis en lo que hay de común; un enfoque que probablemente Mitchell heredó de Harry Stack Sullivan, uno de sus maestros intelectuales.10

Ahora bien, después de observar de qué se trata el concepto de matriz relacional, pasemos a revisar algunos de los modelos que se derivan de este constructo.

3.2. El modelo del conflicto relacional y otros modelos en psicoanálisis

Después de abrir la puerta a la integración de diferentes teorías relacionales en psicoanálisis, Mitchell avanza un poco más la discusión epistemológica y plantea su propio modelo relacional (1993a). Él recoge algunos de los postulados de autores relacionales, pero toma distancia de otros, y de esta manera presenta su propio enfoque clínico, el cual denomina modelo del conflicto relacional. Pero antes de hacerlo, nos muestra dos modelos que le preceden: el modelo pulsional y el modelo de la detención del desarrollo.

El primero, el modelo clásico, fue desarrollado por Freud, y en este se plantea que los seres humanos nacemos y vamos desplegando impulsos (pulsiones) que buscan descarga y que tienden hacia el placer.11 Para este modelo, las motivaciones psíquicas responden a una etiología orgánica, es decir, se derivan de una dotación genética que es inherente a la persona; y el medio social simplemente es un lugar que posibilita su despliegue. Aunque Freud se vio avocado en un primer momento a pensar en el trauma real12 como la causa de las neurosis y demás afectaciones mentales, se decidió por una teoría metapsicológica que plantea la existencia de fuerzas biológicas (pulsiones) que hacen parte de la naturaleza del individuo y que se constituyen en causa del conflicto psíquico de su portador; recordemos que para Freud ''la anatomía es el destino'' (2004, p. 185). En su teoría de la sexualidad, la persona viene con una predisposición para anclarse en alguno de los estadios del desarrollo: oral, anal, fálico o genital, siendo de mayor gravedad la psicopatología cuanto más primario sea el estadio del desarrollo ''elegido'' por el sujeto y por sus posibilidades de satisfacción en el afuera. El conflicto, entonces, desde esta teoría, nace de la dificultad que se presenta para dar satisfacción a estas pulsiones en el afuera, ya sea debido a impedimentos sociales o a la posterior internalización de estas prohibiciones en el superyó.

El segundo modelo, el de la detención del desarrollo, pertenece al grupo de modelos relacionales y parte de las teorías de Heinz Kohut y Donald Winnicott. Este modelo plantea que las dificultades psicológicas parten de la precaria satisfacción de las necesidades relacionales de la persona por parte de su medio ambiente (padres, cuidadores, etc.). Desde esta perspectiva, el individuo es un ser pasivo, ''más botánico que zoológico, preconflictivo, inocente. En circunstancias normales, se perfila como un bebé (...) que busca pacíficamente las condiciones necesarias para desarrollarse, como una planta que sigue la luz'' (Mitchell, 1993a, p. 155). El individuo, en el modelo de la detención del desarrollo, es un ser rousseauniano que nace bueno y que se corrompe en sociedad; es un ser idealizado pues no se reconocen sus propios aportes al conflicto interpersonal. Además, hay un cierto carácter rígido en esta teoría, pues se considera que el desarrollo se detiene ante la falta de provisión ambiental en un momento de la infancia, de allí en adelante, las necesidades relacionales se paralizan y la persona ya no vive de manera plena, hasta que encuentre un medio ambiente relacional que se sintonice con esas necesidades primarias y las satisfaga.

En este escenario Mitchell plantea una tercera posibilidad, la del modelo del conflicto relacional. Este modelo toma algunos elementos de sus predecesores: del modelo pulsional retoma su consideración sobre la naturaleza conflictiva de lo psíquico y del modelo de la detención del desarrollo, su consideración sobre lo relacional como motivación fundamental en la experiencia humana. El modelo del conflicto relacional hace parte de las teorías psicodinámicas, pues reconoce que los contenidos mentales (en este caso de naturaleza relacional) se encuentran en conflicto, en tensión, y por tanto, lo psíquico debe ser entendido como el producto de esa tensión. Dice Mitchell:

 

El modelo pulsional concede gran importancia al conflicto entre las defensas y los impulsos instintivos; después, la teoría estructural destaca la importancia del conflicto entre las entidades psíquicas del ello, el yo y el superyó. El modelo de la detención del desarrollo resta importancia al conflicto para dársela a la expresión de necesidades de desarrollo y de provisiones ambientales que se consideran imprescindibles para el crecimiento psicológico. La tercera opción, que se expone en estos capítulos, es la del modelo relacional y el conflicto13 que, igual que el modelo pulsional, considera que la pugna psicodinámica esencial de la experiencia humana implica conflictos entre fuertes deseos, anhelos y temores. Empero, como el modelo de la detención del desarrollo, considera que los elementos básicos de la mente son configuraciones de relaciones, no derivados pulsionales. En el modelo relacional y el conflicto, los antagonistas de los conflictos psicodinámicos medulares son las configuraciones de las relaciones, las inevitables pasiones conflictivas que surgen en cualquier relación y las exigencias contrarias, por fuerza incompatibles, de las diferentes relaciones e identificaciones significativas (1993a, p. 22).

 

Mitchell observa que el modelo pulsional tiene presente el conflicto intrapsíquico, pero en último término lo refiere a contenidos inherentes a la persona (pulsionales); y que el modelo de la detención del desarrollo privilegia el componente relacional de lo psíquico, pero no reconoce su naturaleza conflictiva. En el modelo de Mitchell, el conflicto es inherente a las relaciones. En ellas ganamos y perdemos cosas, pues los seres humanos nos movemos en la frontera de la conservación de la identidad y de la fusión con el otro: si me acerco mucho a mí mismo me alejo del otro, y si me acerco mucho al otro me alejo de mí.14

 

''El modelo del conflicto relacional hace parte de las teorías psicodinámicas, pues reconoce que los contenidos mentales (en este caso de naturaleza relacional) se encuentran en conflicto, en tensión, y por tanto, lo psíquico debe ser entendido como el producto de esa tensión''

 

Ahora bien, para sintetizar, el modelo del conflicto relacional considera que los contenidos mentales se constituyen a partir de una matriz relacional y que el conflicto es connatural a esos contenidos, pues nos movemos en los límites de la integración y la individuación. Sin embargo, después de revisar las diferencias entre el modelo pulsional y los modelos relacionales, es importante aclarar que su distinción no se ajusta simplemente a la dicotomía entre lo biológico frente a lo social, es decir, no se trata de hacer una identificación simple del modelo pulsional con teorías biologicistas de la mente y del modelo relacional con teorías sociales o ambientalistas de la mente. Ambos modelos son interaccionistas en el sentido de que dan importancia a ambas dimensiones humanas, la biológica y la social, sin embargo, el énfasis de cada teoría sí está en una u otra de estas dimensiones. El modelo pulsional considera que ''la anatomía es el destino'' (Freud, 2004, p. 185) y que el ambiente (las relaciones) solo es una posibilidad para desplegar esa predisposición innata. El modelo relacional, en cambio, tiene en cuenta la existencia de un temperamento y un cuerpo con unas funciones establecidas, el cual determina la aparición de una matriz relacional,15 pero considera que ese equipamiento biológico toma significado y se configura en un contexto social (Mitchell, 1993a).

En el modelo de Mitchell no existen significados a priori (pulsiones p. ej.), sino adaptaciones evolutivas que se van configurando a partir de un contexto relacional. Así mismo, la satisfacción de impulsos sexuales y agresivos (procesos que hacen parte del equipamiento biológico humano) no es entendida como fin en sí misma, sino como medio de satisfacción de necesidades relacionales. Es un giro teórico que W. R. D. Fairbairn ya había planteado: la libido no busca el placer, sino al objeto (2001).

Lo biológico inicia el movimiento, pero una vez que la rueda se empieza a mover, el contexto social hace emerger contenidos novedosos, que modifican y dan sentido a ese primer impulso.

En el modelo de las relaciones, la biología y los procesos interpersonales constituyen ciclos perpetuos de influencia mutua. La evolución del humano ha generado un animal cuya necesidad de desarrollo cultural y su gran capacidad para lograrlo rectifica su propia naturaleza biológica. El cuerpo contiene procesos mentales que se efectúan en un contexto social, el cual a su vez define los significados subjetivos de las partes y los procesos corporales, que vuelven a moldear la vida mental (Mitchell, 1993a, p. 16).

Precisamente el concepto de matriz relacional pretende mostrar ese movimiento dialéctico que se presenta en el psiquismo, integrando polos que tradicionalmente han sido considerados opuestos, pero que hacen parte de una misma experiencia (Bedoya, 2012; Sassenfeld, 2012). Entre estas dicotomías encontramos la biología enfrentada a la cultura y lo interpersonal enfrentado a lo intrapsíquico. Lo que dirá Mitchell (1993a, p. 21) al respecto es que ambos elementos ''se crean, penetran el uno en el otro y se transforman de manera mutua, sutil y compleja''.

Y esa integración dialéctica de elementos que parecen opuestos, pero que en realidad se mezclan y confunden va a ser capturada, como nos muestra Mitchell, en varios de los dibujos del artista holandés Maurits Cornelis Escher.

Figura 2. Escher, M. C. (1948). Drawing Hands

 

 

Ahora, esa nueva comprensión acerca de lo psíquico nos invita a repensar el asunto de la técnica en psicoterapia, pues si en el psicoanálisis clásico las motivaciones psicodinámicas del paciente correspondían solo a este (a sus contenidos intrapsíquicos), el analista, siendo coherente con la teoría, debería actuar tratando de ser lo más neutro posible, incluso procurando ser como un espejo. Pero desde esta nueva mirada, al comprender que lo intrapsíquico y lo interpersonal están implicados, el analista, como parte de ese mundo interpersonal del paciente, inevitablemente hará parte del conflicto psicodinámico, motivo de la consulta, y esta invitación deberá ser asumida.

Como vemos pues, estos nuevos planteamientos epistemológicos originados en el campo psicoanalítico enriquecen las discusiones teóricas de la psicología y conllevan a importantes modificaciones frente a la práctica de la psicoterapia (Sassenfeld, 2012; Bedoya, 2012; Stolorow & Atwood, 2004; Mitchell & Black, 2004; Mitchell, 1997; Coderch, 2001). En este sentido, conceptos como el de neutralidad, transferencia, resistencia, e incluso, el de estructura, los cuales han sido pensados desde una lógica individual en las teorías clásicas, deben ser reconsiderados tomando en cuenta estos nuevos avances provenientes del paradigma relacional.

 


NOTAS

1 Artículo de revisión de tema.

3 Se encuentra traducido al español como Conceptos Relacionales en Psicoanálisis: una integración.

4 Se encuentra traducido al español como Más allá de Freud: Una historia del pensamiento psicoanalítico moderno.

5 Una más amplia información bibliográfica puede encontrarse en Liberman (s/f c).

6 A mediados de los años sesenta tomó parte en el movimiento contra la guerra (Liberman, s/f a).

7 Se encuentra traducido al español como Los Lazos del Amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación (1996).

8 En este estudio, además, Harlow encontró que ante una situación estresante la cría macaco siempre acude en busca de auxilio donde la ''madre'' de felpa.

9 Fairbairn lo utilizó para definir el espacio clínico/psicoanalítico tal como él lo concebía, como un ''útero'' simbólico en el que el paciente podía estar tranquilo y ser él mismo, desarrollarse y salir de allí cuando sintiera necesidad de hacerlo. (Fairbairn, 2001) Y Kohut, citado por Sassenfeld (2012), utilizó el concepto de matriz selfobjetal para referirse a un entorno empático en el que nace psicológicamente el ser humano.

10 ''Para Sullivan, la idea de singularidad que cada uno de nosotros mantiene es el más grande impedimento psicológico para una vida constructiva; él creía que un reconocimiento de nuestras cosas en común con los otros, no de las diferencias, era la clave de una vida más enriquecedora.'' (Mitchell, 1993b, p. 108, traducción propia)

11 Más tarde en su obra, Freud (2004) postula la existencia de pulsiones que buscan más que el placer, el displacer, y de allí deriva el concepto de pulsión de muerte.

12 El trauma real, contrario al trauma fantaseado, sería producto de una experiencia ambiental (un abuso sexual p. ej.) que sobrepasa los recursos psicológicos de la persona para asimilar la situación adecuadamente.

13 En algunas partes del texto en español se encuentra traducido como modelo del conflicto relacional y en otras como modelo relacional y el conflicto. En el texto original se trata del mismo ''relational-conflict model''.

14 En este sentido es posible plantear la relación como tragedia, como la imposible satisfacción de una necesidad (Marín, 2013).

15 Así pues, en un sentido amplio, el propio establecimiento de la matriz relacional es innato, y quizá es mejor definir el desarrollo humano como 'el despliegue continuo de una naturaleza social determinada de manera intrínseca'''. (Stern, citado en Mitchell, 1993a, p. 78)

 


 

 

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