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Revista de Psicología Universidad de Antioquia

versão On-line ISSN 2145-4892

rev. psicol. univ. antioquia vol.6 no.1 Medelin jan./jun. 2014

 

RESEÑA

 

La vida como juego existencial. Ensayitos.
Carlos Arturo Ramírez (2012)

 

Medellín: Fondo Editorial Universidad Eafit

 

 

Juan Felipe Ospina1

 

1 Psicólogo y escritor. Email: ospinajuanfe@gmail.com

 

Para citar este artículo:

Ospina, J. (2014). La vida como juego existencial. Ensayitos [Reseña del libro La vida como juego existencial. Ensayitos, por (Ramírez, C. 2012). Revista de Psicología Universidad de Antioquia, 6(1), 141-144.

 


 

 

Carlos Arturo Ramírez es profesor jubilado de la Universidad de Antioquia. Su desempeño académico contempla áreas como las matemáticas, el psicoanálisis, la psicología y la educación. El libro suyo que presentamos a continuación es producto de una escritura llevada a cabo durante muchos años, un ejercicio de pensamiento y de reflexión orientado por su experiencia vital, tanto pública como privada.

Los textos, recopilados bajo el título La vida como juego existencial, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Eafit en 2012, suman 294 en total. En su mayoría no ocupan más de dos páginas, lo que nos habla del carácter sintético de su estilo. Desde la introducción el autor nos aclara la naturaleza de los mismos: ''He decidido (...) hablar de ensayito, como un escritico, (...) un ente discursivo, con identidad propia, aunque haga parte de un discurso o tema más largo'' (Ramírez, 2012, p. 20). En ellos hay una teorización itinerante, que consiste en un mosaico de críticas, comentarios y reflexiones sin pretensión de dogma. Fueron publicados apenas con el fin de circular, de compartirse, de poner en ejercicio el método.

Es en este ejercicio en donde es posible tal juego existencial. Juego que coincide con los planteamientos de Huizinga1 en el sentido más primordial del término, en su forma de gozo, íntimamente relacionado con la alegría de vivir. Como teorizaciones itinerantes estos ensayitos tienen carácter temporal, provisional. Obedecen a una lógica que les hace inherente la transformación, la movilidad y el devenir, lo cual resulta de una contrastación dialéctica entre la teoría y la práctica, manera de proceder a la cual el autor llama Método analítico.

Para Ramírez, una teoría sin práctica es un territorio estéril, un teoricismo abstracto sin consecuencias positivas para la vida; al igual que una práctica sin teoría es un empirismo salvaje, un mero espontaneismo, entendido como el acto en donde prima la precipitación de quien no conoce sus pasiones. Ambas se influyen mutuamente, no pueden divorciarse ya que la una depende de la otra. El método analítico se funda pues en cuatro fases o momentos que las dialectiza. El primero, entender, consiste en captar la lógica imaginaria y simbólica de los textos. El segundo, criticar, se refiere a la toma de posición frente a la lógica captada, valiéndose para ello del cuestionamiento y la confrontación. El tercero, contrastar, tiene que ver con aplicar en la práctica, con experimentar, los dos primeros momentos y observar las consecuencias en términos de validez y consistencia. El cuarto, incorporar, consiste en corporizar el saber, encarnarlo en el alma para que pase a ser actitud, estilo de vida.

Del entender al comprender, que sería la última fase (pero no debe pensarse el método como secuencia rígida, ya que es posible que los momentos se den en paralelo), hay un proceso de ascesis interna, de modulación del ser frente a la forma como aprende. Tal comprensión, concebida por el autor como un más allá del entendimiento, un más allá del intelecto, involucra el cuerpo como totalidad. En este punto el analítico (distinto del analista), aquel que emplea el método, ha hecho suya la experiencia del conocimiento, vive según sus consecuencias.

Vivir según el método tiene, pues, implicaciones éticas y políticas, ya que pone al sujeto en conocimiento de sí mismo, de sus pasiones y sus impulsos, de sus prejuicios no analizados y del entorno que lo rodea. Lo pone en posición de asumir con responsabilidad sus capacidades humanas, en condición de ejercer su propio destino, su centímetro cúbico de libertad, teniendo en cuenta las determinaciones que lo limitan pero reconociendo también las posibilidades que se le presentan para ejercer su voluntad de acuerdo con la opción conveniente. Además, nos dice, el método pone al sujeto en camino de armonizar la razón con el saber, lo que, para el autor, es la senda del sabio vivir.

Según Ramírez (2012): ''Si se quiere poder decidir, el camino obvio es la conciencia'' (p. 33). Esta vía, el autor lo advierte, está llena de restricciones y leyes. Pero también, y fundamentalmente, de posibilidades. Estas se abren a los individuos a condición de su asombro, de su curiosidad ante el mundo. Esta actitud los salva de la trampa del conocimiento, la cual consiste en la coagulación de la experiencia en doctrinas. Privilegiar la teoría en cualquier campo del saber termina en un adoctrinamiento y, por consiguiente, en un determinismo que hace imposible la opción de la conciencia, de la decisión, de la libertad.

Hasta este punto hemos mencionado apenas un puñado de conceptos presentes en el libro. No llevemos más lejos la exposición y apoyémonos en estos pocos para avanzar en otro sentido. La variedad de temas tratados por el autor en sus 294 ensayitos, hace imposible desarrollar los que restan en este espacio. Además, quizás no sea necesario emprender tal desarrollo, pues, el interés de esta reseña no está tanto en las conclusiones que el autor concibe, sino en la manera como llega a ellas.

Como si se tratara de un fractal, el libro está construido de tal forma que cada una de sus partes contiene en germen a las demás. Se crea entre los distintos ensayitos una suerte de red, un intratexto que no hay que inferir pues está deliberadamente diseñado, que relaciona los conceptos entre sí mostrando sus varias caras, sus varios matices, a medida que la focalización cambia. A la mitad de un ensayito cualquiera, a través de un pie de página, el autor remite a otros textos que desarrollan la temática tal vez en sentido contrario, atenuado o más en profundidad. Esta manera de proceder, permite que el lector navegue por los textos de una manera no necesariamente lineal. Gracias a esta forma de navegar el lector puede darse cuenta de los horizontes de acción posibles que se generan en el propio discurso del autor. Pero también, puede percatarse de intertextualidades con discursos externos, también referenciados en pie de páginas, y que ofrecen al lector un horizonte enriquecido.

Ramírez aplica el método analítico para reflexionar sobre el método mismo. De esta manera no solo esboza los alcances que puede tener al ser usado en distintas áreas del saber, sino que también actúa en consecuencia con sus planteamientos, pues lo que importa al analítico es la transmisión de su manera de aprender, de su modo de caminar, no de la teoría que ha construido procediendo de esa manera. No obstante, si el analítico es consecuente con el método, la teoría deberá estar en armonía con su práctica y, por tanto, deberá ser una teoría itinerante, como es el caso de los ensayitos de Ramírez. Por el contrario, cuando el método es adoptado como pose, a la ligera, sin rigor, se observa en el discurso una ausencia de bien decir, esto es, la falta de un decir oportuno y justo, alejado del dogma.

¿Cuáles son, entonces, los alcances reales del método analítico? ¿Es el método analítico la única manera razonable de actuar y, sobre todo, de comprender? Carlos Arturo Ramírez adelanta en su libro la respuesta a estas objeciones. Para él, el límite de aplicación del método es la vida. Adoptarlo implica una forma de vivir, con lo cual, en principio, cualquier ámbito podría ser susceptible de ser observado bajo su luz. De esta manera no solo habría psicólogos analíticos, ni solo matemáticos analíticos, sino que también valdría para los músicos, los artesanos, los taxistas. Sin embargo, ''incorporar el método no obliga a pensar que es el único que sirve, o que es la panacea o la llave maestra de todo'' (Ramírez, 2012, p. 193). Hay un más allá del método, un punto en donde es conveniente, porque ya ha cumplido su misión, destituirlo. Sobre todo porque, si ha sido incorporado honestamente, rigurosamente, la actitud analítica evitará convertirse en una cosmovisión, en una forma religiosa de pensar, llevando al individuo a actuar cada vez más espontáneamente, que es la forma de actuar en donde la intuición ha sido liberada del prejuicio no analizado, del discurso incorporado sin reflexión.

Desde este punto de vista el método es solo una herramienta que facilita un proceso formativo. Una herramienta que, no obstante, no niega que otras existan. ¿Por qué habría de negar la escalera la existencia del martillo? Y, más aun, ¿por qué habría de negar la utilidad del martillo en los casos en los que sea conveniente su uso? Con todo, siempre que sea necesario dejar a un lado la escalera, la tendremos disponible para cuando lo consideremos indispensable. Es a través del uso de la escalera que adquirimos el saber sobre cuándo es o no conveniente usarla.

La vida como juego existencial hace una apuesta por el optimismo. No un optimismo ingenuo, ya que se toma el trabajo de reflexionar sobre sus posibilidades de existencia. Argumenta su punto de vista ante las posiciones adversas y no se hace demasiadas ilusiones frente a lo que vendrá o, mejor, no se engaña con desear una ilusión que sea igual a la realidad. De manera valiente se pronuncia frente a los fatalistas escépticos, frente a los pesimistas, frente a los ilusos, y plantea su opción moderada, su alegría serena. Comprende que en el ejercicio de vivir el criterio con que se asuma el propósito de la existencia valdrá ''para evaluar la conveniencia de nuestras intenciones y nuestras acciones'' (Ramírez, 2012, p. 321). La razón por la que el autor elige la alegría, es porque, al hacerlo, tenderá a actuar en coherencia con ella. Quizás a otro analítico el método lo lleve a una elección opuesta. Ese no es el caso de Carlos Arturo Ramírez.

Por último, y tal vez con el fin de dejar un enigma en el aire, una elipsis que arroje a lo tácito aun una cosa más, Ramírez (2012) termina el libro citando un axioma del hermetismo: ''scire, potere, audere, tacere. Saber, poder, atreverse, callar'' (p. 436). Y se calla.

 

 


NOTAS

1 Huizinga, Johan (2007). Homo Ludens. Madrid: Alianza Editorial.

 

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