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Trivium - Estudos Interdisciplinares

On-line version ISSN 2176-4891

Trivium vol.4 no.1 Rio de Janeiro Jan./June 2012

 

ARTES

 

Histeria em cena: dois comentários sobre "Abram-se os histéricos"

 

 


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1) Sobre la obra "Abram-se os histéricos" de Antonio Quinet y Regina Miranda

Florencia Farias

Desde el inicio de la obra el espectador es sumergido a dos planos: el de la realidad y el de "la otra escena": la del inconciente. Ambos planos interactúan, se superponen y se confunden. Efecto que es reforzado muy acertadamente al invertir el escenario y que el público pase a formar parte de la escena, dialogando directamente con el Dr Charcot.

En la obra asistimos nada menos que al nacimiento del psicoanálisis, en la que confluyen danza, música, pintura junto a un argumento profundo que transcurre entre la puja de dos discursos: el médico y el analítico, logrando transmitir mediante lo artístico la diferencia entre el cuerpo biológico, anatómico y el cuerpo que se hace por medio del lenguaje, el cuerpo simbólico y mostrar que es la estructura del lenguaje la que viene a recortar el cuerpo.

Otro acierto es que varias escenas parecen salidas de célebres cuadros de pintura: La lección de anatomía de Rembrard, (grupo de médicos cirujanos alrededor del paciente), y el cuadro de André Broulliet (que representa una clase clínica en la Salpetriere).

La obra transcurre en la casa -clínica de Charcot el que conviven su familia (esposa e hija), pacientes, discípulos y el público participando de las presentaciones de enfermos. En forma simultánea hay escenas que transcurren en un plano posterior, detrás de un vidrio, donde van sucediendo hechos alrededor de una bañera cortada en dos, ¿Forma de simbolizar la división del sujeto? ¿La castración? y escenas que suceden en la parte anterior, en la que los personajes debaten sus ideas, los cuerpos de las histéricas se trasladan, danzan al ritmo de una música encantadora ( la Traviata, Belleza convulsiva) sumergiendo al espectador en una sucesión de estímulos y emociones que lo invitan a ser partícipe del espectáculo.

 

 

Los tres hombres protagónicos: Charcot y sus dos discípulos Babinski y Freud, (con actuaciones muy bien logradas), son hombres de pasión, cada uno a su manera, intentan hacer prevalecer sus ideas, ninguno retrocede ante el otro, son fieles y defienden su deseo hasta el final. Babinski, neurólogo, afirma con certeza que la anatomía es la base biológica de todo el comportamiento humano y que "el cerebro sede de todos los afectos", al nuevo hombre lo llama "hombre neuronal" y se mantiene en sus convicciones hasta llegar a descubrir el reflejo plantar. Su búsqueda del saber junto al erotismo aparece claramente en la investigación que realiza a las histéricas.

El Dr Charcot, en una destacada interpretación, intenta convencer a su público con las presentaciones de enfermas, su objetivo es mostrar que la histérica no es una simuladora, no miente y queda claro que no le interesa la búsqueda de las causas sino la descripción de sus sintomas.

Y por último aparece Freud, en plena juventud, con cierta timidez, anotando en una libretita todos sus hallazgos e intentando convencer a sus colegas que los síntomas tienen una causa y son inconcientes. Recordemos que la hipótesis del inconciente se le revela a Freud a partir de los misterios del cuerpo en la histeria. No se interesa en el cuerpo de la histérica como un objeto al que hay que mirar y diagnosticar sino por lo que ella le quiere decir. Freud pide reiteradamente ¡ ¡ Que se la escuche!!! Aparece por momentos más como observador, pero durante toda la obra va interviniendo con acotaciones que logran decir con sencillez premisas fundamentales del psicoanálisis, mérito del autor que logra que no se pierda profundidad.

 

 

 

Hay una pregunta que atraviesa toda la obra ¿Qué es la histeria? ¿De dónde viene, dónde se localiza? Y así comienzan a aparecer las diferentes teorías que se dieron a lo largo de la historia: desde Hipócrates que decía que era una enfermedad del útero, que luego Charcot trasformará en puntos histerógenos. Se muestra a lo largo de diferentes escenas la relación entre la histeria y el deseo no solo hace hablar a los sexual y como la histérica habla con su cuerpo sufriente y su órganos sino más bien es una reaparición del goce en el cuerpo.

La histérica busca nombrarse como mujer a través de la imagen de su cuerpo, y las diferentes histéricas que aparecen en la obra logran transmitir con sus cuerpos y a través de la danza sus sufrimientos, sus conversiones y mostrar en sus síntomas corporales que el cuerpo es el lugar del Otro. Podríamos decir que la histeria hace como si la anatomía no existiera, pero porque sabe jugar con ella, hay una anatomía imaginaria, que responde a las necesidades de su síntoma.

Estas afirmaciones pueden leerse en las diferentes histéricas que van apareciendo: Blanche, la primera paciente de la presentación de enfermo, quien ante el contacto con los hombres le aparece una excitación muy particular, con ataques histeroepilépticos desencadenados por presión en zonas histerógenas y Freud acotando: "lo temido y deseado nunca es olvidado y siempre está presto a entrar en la memoria."

Otra escena a recortar, que logra transmitir lo propio de la histérica: su necesidad de tener un deseo insatisfecho, es la escena del salmón y el caviar jugada entre dos histéricas Adelina y Sarah Bernard , ambas provocándose el deseo, identificándose, mostrando que su deseo es el de la otra . l personaje de Sarah Bernard, (considerada como la más famosa actriz de la historia), muestra la similitud y la diferencia entre la histeria y el arte de actuar. La obra nos muestra a Sara actriz, superponiéndose con Sara histérica, no sabiendo el espectador cuando es una u otra, cuando sus síntomas son actuados y cuando son propios de la enfermedad. Sarah dice algo que me parece fundamental y que resume lo que va ir mostrando toda la obra: "El teatro es una mentira hecha de verdades, la histeria es una verdad hecha con mentira". Y luego de esa frase viene la acotación de Freud sobre el mecanismo de la identificación y afirmando que el deseo es deseo de Otro. Y Charcot anunciando que la verdad está tanto en la ciencia como en el arte.

También aparece Jeanne, hija de Charcot, seduciendo a los hombres, Freud quien se siente atraído hacia ella, en la que ve rasgos de su padre dice. "No hay nada más peligroso y tentador que la mujer que tiene los rasgos del hombre que se admira"

Aparece la puja entre Freud, con sus hipótesis teóricas, afirmando que las leyes de la histeria son las mismas que las del sueño y su maestro Charcot recomendándole que se dedique a las causas y a teorizar mientras el se dedicará a lo importante.

Así Freud logra mostrar su teoría acerca del trauma: la escena de seducción de Blanche con el carnicero, mostrando como el inconciente aflora y como los deseos se expresan en el tomando los miembros, cavidades y mucosas, o en histeria masculina (mostrando que la histeria no es privativa de las mujeres) mostrando en una escena edípica el trauma inicial de la prematura muerte de su madre y el odio hacia su padre

Memorable el duelo actuado y bailado entre las actrices- histéricas y el suicidio de Madame Charcot, mezclándose con el argumento de la Dama de las camelias. También muy creativa la escena de dos personajes unidos en uno (dos Natalias) representando la división de la personalidad, solicitando soluciones y pastillas a Freud quien como respuesta "¿Al que debo tomar Dr? Le dice que ¡Tome una consulta con él!

Finalmente aparece la explicación de Freud sobre la histeria; "es la historia de cada uno escrita sobre el cuerpo, jamás será encontrada en el cuerpo biológico, cada histeria inventa su anatomía..."

 

2) Abra-me e eu te devoro"

Andrea Brunetto1

 

 

A peça de Antonio Quinet, "Abrem-se os histéricos", é um balé sincronizado de quatro histéricas mais uma, retratando os impasses de uma época que, de certa forma, ainda é hoje.

No final do Século XIX, Charcot encontrou na histeria uma doença verdadeira e não uma simulação ou degeneração. Uma doença encenada no corpo. E Charcot tornou-se à época, uma celebridade em Paris, um médico e mestre construindo um saber encenado no palco por suas pacientes histéricas. Era assistido por muitos, jovens cientistas como Babinski, que não acreditava na histeria - achava que as histéricas eram umas falsificadoras de sintomas, por isso propôs para a histeria um novo nome, pitiatismo, piti e Freud, que apostava em outra cena como a causa da doença, uma outra cena, infantil e traumática, explicava esse teatro no corpo; bem como era assistido por literatos como Leon Daudet e Maupassant. Esse momento histórico é o eixo da peça do psicanalista e dramaturgo Antonio Quinet.

Em "Abrem-se os histéricos" Babinski (Jano Morskows) Freud (Evandro Manchini) e mesmo Charcot (Lourival Prudêncio) são um tanto apagados, ficando em segundo plano, diante do balé das histéricas - e como dançam bem! Não apenas Sarah Bernhardt (Patricia Niedermeier), mas todas (Aline Deluna, Marina Salomon, Marina Magalhães).

Quando as histéricas estão na primeira cena, os homens/doutores desaparecem e ficamos encantados com a dança/doença delas, com seu sofrimento, suas contrações, seus desmaios, suas contraturas. O que reina é o corpo, palco de uma verdade que denuncia uma mentira. Quinet contrapõe a histeria ao teatro, que encena uma mentira para dizer uma verdade.

E a histeria reinava na Salpetrière, no Século XIX, como reinará no século seguinte. Tanto que Freud a elegerá como a neurose de base, sendo a outra apenas seu dialeto. E Lacan a elevará a categoria de um discurso. Hoje os sintomas podem estar um pouco diferentes - embora ainda encontremos na clínica alguns casos como as pacientes de Charcot - porém o sofrimento no corpo continua o mesmo, com as fibromialgias, anorexias, LER e outros tantos que evidenciam que as mulheres - não somente elas, mas sobretudo elas - continuam sofrendo com seus corpos.

 

 

Os homens da ciência de hoje, como os da época de Charcot, continuam querendo abrir o cérebro e o corpo das histéricas, para decifrá-las, inventando remédios e terapêuticas e se irritando porque essas histéricas, ah, elas insistem. E continuam fechadas, enigmáticas, não querendo seu ser reduzido a uma compreensão débil.

A peça de Quinet mostra que a histérica encena o desejo sempre um tanto inominável, apreendido por um desvio, inassimilável a não ser pela palavra. Mesmo Freud se enganou em vários de seus casos sobre o que queriam suas pacientes histéricas nesse caminho em que acreditava decifrá-las, até se perguntar "mas o que quer uma mulher?" Para ele também a histeria ficou sempre sendo uma esfinge, mesmo com toda sua descoberta do inconsciente e do desejo.

A iluminação de Dani Sanchez, o figurino de Luiza Marcier e a música de josé Eduardo Costa Silva são um primor. E a disposição do palco, com duas cenas, em que podemos ver a outra cena, através do vidro, foi uma estratégia excelente da diretora Regina Miranda.

O dramaturgo nos mostra que as histéricas se furtam à decifração, se furtam a se abrirem, escapam de serem devoradas, classificadas, compreendidas e continuam a encenar no palco de seu corpo a verdade do desejo. Seu e do Outro. As quatro assim o fazem e também Madame Charcot, presa ao desejo do marido, correndo de um canto ao outro, despenteada e desgrenhada, atrás das histéricas, as outras mulheres para quem seu marido só tinha olhos.

Ao sair da peça, pensei: "se demorasse mais cinco minutos, iria sair daqui com o braço torto". O engraçado foi que duas amigas, uma logo na saída, e outra no dia seguinte, disseram-me quase o mesmo. A histeria é contagiosa e quer continuar fechada - a despeito que tantas histéricas queiram se analisar - tal como uma esfinge. Na peça, os devorados somos nós. E também os atores masculinos, um pouco. Somos nós os devorados que saímos quase meio tortos. Aliás, conclamo vocês a assistirem a peça e saírem dela sem entortar nem um dedinho sequer.

 

 

Recebido em: 16/3/2012
Aprovado em: 23/7/2012

 

 

1 Psicanalista da Escola de Psicanálise dos Fóruns do Campo Lacaniano