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Trivium - Estudos Interdisciplinares

versión On-line ISSN 2176-4891

Trivium vol.7 no.2 Rio de Janeiro jul./dic. 2015

http://dx.doi.org/10.18379/2176-4891.2015v2p.152 

ARTIGOS TEMÁTICOS

 

Un Moises real: la traza freudiana

 

Um Moisés real: o traço freudiano

 

 

Carina Basualdo

Doutora em Psicologia pela Universidade de Paris-Diderot. Professora em Psicopatologia na Université Quest Nanterre La Défénce. Membro da École Lacanienne de Psychanalyse. Psicanalista e Antropóloga. Endereço de correspondência: 7, rue des Fossés Saint-Jacques 75005 Paris. tél: 0054 (1).83.06.15.19. E-mail: carinabasualdo@gmail.com

 

 


RESUMEN

El texto parte de la toma en consideración de las "dificultades internas" que Freud encuentra, y declara, en la escritura de su Hombre Moisés, haberlo perseguido durante toda su vida. Esto habilita a una lectura de su último texto con el de 1914 sobre la estatua de Miguel Ángel. Se ve entonces que el interés de Freud sobre la figura de Moisés se inscribe en un proyecto más vasto: el de descomposición de la mitología religiosa, proyecto al mismo tiempo metapsicológico. Situamos así la noción de "traza" como clave en esta empresa freudiana, al mismo tiempo que subrayamos la operatoria de la Enstellung propuesta por Freud. Finalmente, algunas nociones de Jacques Lacan vendrán a ayudarnos a dar cuenta de por qué Freud en su proyecto termina encontrando un mito en la base de su investigación, como su nudo estructural, que insiste, en la presencia real de Moisés.

Palabras claves: MOISÉS; TRAZA; VERDAD; REAL; ESCRITURA.


RESUMO

Partimos das "dificuldades internas" que Freud encontra e declara, por escrito em O homem Moisés, ter perseguido ao longo de sua vida. Isso nos habilita empreender uma leitura cruzada entre esse seu último texto e o de 1914 sobre a estátua de Michelangelo. Se vê, então, que o interesse de Freud sobre a figura de Moisés faz parte de um projeto maior: a decomposição da mitologia religiosa , ao mesmo tempo um projeto metapsicológico. Situamos, assim a noção de traço como a chave dessa empresa freudiana, ao mesmo tempo que sublinhamos as operações de Enstellung (distorções) propostas por Freud. Finalmente, apoiamos nossa leitura em algumas ideias de Jacques Lacan para nos ajudar a dar conta de porque Freud, em seu projeto, termina encontrando um mito na base de sua investigação como um nó estrutural que insiste na presença real de Moisés.

Palavras-chave: MOISÉS; TRAÇO; VERDADE; REAL; ESCRITURA.


 

 

Le mythe, ć est ça, la tentative de donner forme épique à ce qui ś opère de la structure.(1) Jacques Lacan, Télévision.

 

I- Freud en cadenas.

Las particularidades de estilo de « El hombre Moisés y la religión monoteista » han sido senaladas por los autores que comentan y analizan este libro, particularidades únicas en la obra freudiana: dudas y certezas, avances y reservas, muchas repeticiones, contradicciones... Cada autor intentará establecer una relación entre esta particular forma de presentación del texto, y el objeto abordado por Freud en este trabajo. A mi entender, es Freud mismo quien insta a establecer tal relación, en la medida en que ha incluido en el texto la explicitación -insistente- de todas las dificultades que han debido ser superadas para arrivar a la publicación de este libro especial, en tanto que el último escrito por Freud.

 

 

A lo largo del período de escritura del texto -entre 1934 y 1938- encontramos, en la correspondencia freudiana, la repetición de ciertas « dificultades exteriores » que impedían la publicación: en la Austria amenazada por el nazismo, la Iglesia católica se presentaba como la única defensa frente a este peligro. Freud tenía miedo que la aparición de su libro provocara la prohibición del psicoanálisis en Viena. Otra dificultad nombrada por Freud con insistencia, concerniente a su interpretación del Moisés, es la falta de fundamentos históricos, que Freud sonaba paliar con nuevos descubrimientos arqueológicos. Sin embargo, cuando Freud ya ha tomado la decisión de publicar el texto, en junio de 1938, en Londres, es él mismo quien minimiza este tipo de difficultades, reconociendo que: « En cuanto a las dificultades interiores, en nada podían modificarlas la subversión política ni el cambio del lugar de resisdencia» (Freud, 1939/1986, p. 56). Tenemos entonces aquí una primer pregunta: en qué consisten estas « dificultades interiores »?

En una carta dirigida a Lou Andreas-Salomé el 6 de enero de 1935, luego de haber hecho mención una vez más de las habituales dificultades exteriores, Freud nos da a leer algo más: « Entonces me callo. Me es suficiente poder creer yo mismo en la solución de este problema. Él me ha perseguido a lo largo de toda mi vida » fFreud/Salomé, 1970). Entonces, segunda pregunta: cuál es este problema que lo ha perseguido a lo largo de toda su vida? Podemos percibir el peso de este problema cuando frente a la proposición de Zweig de hacer una publicación privada, Freud rechaza la idea con cierto malestar:

Y déjeme tranquilo con el Moisés. El hecho de que fracasara este último intento de crear algo, ya me deprime bastante. No voy a enganarlo diciendo que la cosa no me importa. El hombre, y lo que pretendi hacer con él, me persigue constantemente. Pero no hay nada que se pueda hacer, los peligros externos y las dudas internas no me permiten darle a este intento salidad alguna (Freud/Zweig, 1974, p. 105).

Pareceria que el problema está ligado a la construcción del texto y que esta construcción tiene por efecto una presencia real de Moisés en tanto que « hombre », por el cual Freud se siente perseguido. En esa misma carta a Zweig del 16 de diciembre de 1934, Freud le escribía:

El origen egipcio de Moisés no es el motivo sustancial que me lleva a esta conclusión, pero si el punto de partida para ello. Tampoco se trata de la dificultad interna, en cuanto a ésta me siento seguro. De lo que se trata aqui es del hecho de haberme sentido obligado a erigir una imagen aterradoramente grandiosa sobre un pedestal de barro, de modo que pueda ser derribada por el primer bufón que se preste a hacerlo (Freud/Zweig, 1974, p. 105).

Esta misma metáfora podemos encontrarla en el Moisés, al comienzo del segundo ensayo. ¿Cómo no pensar aqui en la estatua de Miguel Ángel que se encuentra en la Iglesia San Pietro in Vincoli de Roma, por la cual Freud habia anudado un tal lazo que terminó por escribir un texto en 1914? ¿Cuál es la historia de esta obsesión? Vamos a verla de cerca.

Conocemos bien las inhibiciones de Freud para poder arrivar a Roma -la ciudad de sus suenos-, inhibiciones que franqueará una vez publicada « La interpretación de los suenos ». Es precisamente en 1901 que Freud va por primera vez a « la ciudad eterna », y que ve por primera vez « El Moisés » de Miguel Ángel. En la carta del 6 de septiembre de 1901 a Marta, dice haber sido « atravesado por la intuicion fulgurante de la solución al enigma presentado por la estatua » (Jones, 1961, Vol. 2, pág. 22).

En septiembre de 1912, en la ocasión de un viaje a Roma con Ferenczi, le habla de su idea de escribir « un dia alguna cosa sobre el Moisés ». Y por una carta que le envia a Ferenczi en el mes de octubre, tomamos conocimiento del motivo identificatorio (2) presente en este interés de Freud por Moisés: « Según mi estado de humor, me comparo al Moisés histórico más que al de Miguel Angel que interpreté » (Freud/Ferenczi, 1992, p. 431). A lo largo de estos meses Freud trabaja en el Moisés. En septiembre de 1913 vuelve a Roma, donde redacta el prefacio de Totem y tabu, y hace nuevas visitas a San Pietro en Vincoli, en cadenas... Finalmente, escribe el ensayo sobre « El Moisés » en algunos dias, a fines del mismo ano. Asi es cómo Freud terminó de escribir « el Totem » (el libro donde queda realizada la muerte del padre, sonada en la Traundeuntung) (3) en la ciudad de sus suenos, indisociable de la figura de Moisés, alli, en Roma, real... en tanto que de esta estatua Freud esperaba el movimiento:

En efecto, bien recuerdo mi desilusión, cuando en anteriores visitas a San Pietro in Vincoli me situaba frente a la estatua con la expectativa de ver cómo se erguiría de un salto sobre el pie levantado, arrojaría las Tablas al suelo y descargaría su cólera. Y nada de eso ocurría; en cambio, la piedra se volvía cada vez mas rígida, de ella fluía como una santa paz casi oprimente y yo no podia menos que sentir: lo figurado es capaz de permanecer asi, inmutable; este Moisés estará eternamente así sentado y así colérico (Freud, 1939/1986, p. 276).

Evidentemente, Freud esperaba el movimiento de este Moisés demasiado real, pero por el contrario encontraba que « la piedra se fijaba cada vez más » y hacia pensar en algo eterno, no sin un sentimiento de decepción de la parte de Freud. Como si no fuese precisamente San Pietro quien estaba « en cadenas »... O como si Roma, el Moisés y la pregunta freudiana por el padre hayan estado, para Freud, ligadas.

De qué se trata esta ligazón?

 

II- El Moisés de Freud: una cuestión de trazas (4).

Según mi parecer, el interés de Freud sobre la figura de Moisés se inscribe en un proyecto más vasto que Freud habia ya explicitado en 1904, donde se trataba de « descomponer (...) los mitos del paraiso y del pecado original, de Dios, del bien y el mal, de la inmortalidad, y otros similares: tranponer la metafísica a metapsicolgia» (Freud, 1901/1986, p. 251). Es decir que este proyecto de descomposición de la mitologia, especialmente religiosa, es un proyecto al mismo tiempo metapsicológico, lo que supone una posición critica casi epistemológica sobre los efectos ideológicos de la religión, en tanto que la critica se dirige hacia los fundamentos mismos de la religión. Es decir, los valores: el paraiso, el pecado original, el bien y el mal, e incluso el mismo Dios.

Este enorme proyecto freudiano está presente también en el « primer Moisés » de Freud - El Moisés de Miguel Angel (1914) -, donde él atribuye al escultor la intención de desacralisar la versión biblica del Moisés. Y esto, en un texto que Freud publica sin firmarlo.

Por otra parte, que Freud haya firmado tres veces este primer texto sobre Moisés entre 1934 y 1938 (anos de la escritura del « segundo Moisés »), nos indica la total actualidad del primer texto para Freud, en la época de la construcción del « segundo ». Entonces, cómo explicar esta proximidad que nos sorprende, cuando existe un periodo de casi 25 anos entre « el primero » y « el segundo » Moisés freudianos? Por el momento dejaré pendiente esta pregunta, e intentaré encontrar una respuesta en la lectura de El hombre Moisésy la religión monoteista (1939), a la letra.

En el punto B del tercer ensayo, « Periodo de latencia y tradición », Freud está explicando el fenómeno de latencia que habria vivido la religión de Moisés, cuando afirma: « Pero la religión de Moisés no habia desaparecido sin dejar [trazas]... » (Freud, 1939/1986, p. 67). Al parecer, Freud es conciente de la importancia y de la dificultad que conlleva esta idea: « Que una tradición ignorada ejerza un efecto tan poderoso sobre la vida animica de un pueblo, he ahi una representación que en modo alguno nos resulta familiar » (Freud, 1939/1986, p. 68).

Esta cuestión, desde mi punto de vista central, sobre las trazas, se inscribe en otra pregunta de Freud de mayor extensión, presente a lo largo de toda su obra: ¿cuáles son las trazas de la historia humana existentes en la historia de los hombres? Esta problemática aparece en el « segundo Moisés »: « Ante una meditación más cenida, no podemos sino confesarnos que desde hace tiempo nos comportamos como si la herencia de [trazas] mnémicas de lo vivenciado por los antepassado» (Freud, 1939/1986, p. 76).

Pero en el « segundo Moisés », la cuestión de las trazas adquiere un valor muy particular. En efecto, la idea misma de la muerte de Moisés es una deducción que Freud extrae de « las lagunas llamativas, molestas repeticiones, contradicciones palmarias, indicios todos que nos denuncian cosas cuya comunicación no fue deliberada » (Freud, 1939/1986, p. 11S), pero cuyos tratamientos recibidos (en los textos que disponemos hoy) « han dejado [trazas] ». Quiero subrayar aquí esta idea sorprendente: el acto del asesinato de Moisés es leído por Freud en las trazas de los textos, al punto de proponer casi una identidad: "Con la desfiguración de un texto pasa algo parecido a lo que ocurre con un asessinato: la dificultad no reside en perpertrar el hecho, sino en eliminar sus huellas » (Freud, 1939/1986, p. 12). Freud nombra la operación en juego: se trata de la Entstellung, que no consiste solamente en un cambio de aspecto, sino también en un cambio de lugar. Es decir que podemos encontrar « encondido en alguna parte lo sofocado y desmentido, si bien modificado y arrancado del contexto. Y no siempre será fácil discernirlo » (Freud, 1939/1986, p. 42).

Entonces, quisiera dar aquí un paso más. Si la muerte de Moisés es una cuestión de trazas, la construcción del texto freudiano también. Es lo que dice el propio Freud en el momento en que habla de la hipótesis tomada en préstamo de Sellin (Moisés fue asesinado por el pueblo Judío): Ella « nos permite seguir devanando nuestros hilos sin contradecir unos creíbles resultados de la investigación histórica. Pero en lo demás osamos mantener independencia respecto de los autores, y « seguir la propria senda» de una manera autónoma » (Freud, 1939/1986, p. 43).

Además, cuando Freud anuncia las repeticiones que encontraremos en la segunda parte del tercer ensayo ("Resúmen y recapitulación"), hay una frase que me deja perpleja: « No fui capaz de borrar las huellas de la historia genética, en todo caso insólita, de este trabajo » (Freud, 1939/1986, p. 101). i Qué significa esto? ¿Freud habría intentado poner en acto -en el mismo acto de su escritura- el objeto principal de su investigación? ¿Es ésta la coherencia que él había buscado sin éxito alguno? Decía una vez arrivado a Londres: « ...me siento inseguro frente a mi proprio trabajo, echo de menos la conciencia de la unidad y coherencia que deben existir entre el autor y su obra » (Freud, 1939/1986, p. 56). Entonces, ¿lo que Freud buscaba era tomar concimiento del « elemento oculto » en su propio texto? ¿Elemento que habría sido suprimido y negado? Y si él no ha podido tomar conocimiento de este elemento, ¿es por eso que no ha estado « en condiciones de borrar las trazas del origen » de su trabajo? ¿Serían los lectores quienes estarían en condiciones de reencontrar las trazas freudianas? ¿Es por esto que Freud tiene el sentimiento de correr un « riesgo » publicando su trabajo?

La hipótesis según la cual Freud no conocía el elemento oculto, se refuerza por el sentimiento de extraneza que tiene hacia su texto: « La fuerza creadora de un autor no siempre obedece a su volutand: la obra sale todo lo bien que puede, y a menudo se contrapone al autor como algo independiente, y aun ajeno » (Freud, 1939/1986, p. 101). Pero entonces, si Freud no sabía lo que se ocultaba en su texto, ¿por qué dice que no hay nada nuevo en relación a lo que él ya había dicho un cuarto de siglo atrás, en « Totem y tabu »? Es precisamente sobre este punto que varios autores han encontrado en este "no" de Freud sobre « decir algo nuevo », el indicio de una negación, buscando así aquello que se agrega en el Moisés en relación a « Totem y tabu ». Voy a proponer que lo que se agrega podemos encontrarlo en el mismo texto:

Pero, sin duda, es de una significatividad decisiva el despertar de la huella mnemica olvidada por obras de una repetición real reciente del suceso. Una repetición así fue el asesinato de Moisés, y más tarde el presunto assesinato legal de Cristo, de suerte que tales episodios avanzan hasta el primer plano de la causación (Freud, 1939/1986, p. 97).

Esta idea capital (que de hecho no es nueva en la teoría freudiana), ¿no es la causa que lleva a Freud a repetir lo que él había ya dicho en Totem y tabu ? Pero, como dice Freud: « Hay cosas que deben ser dichas más que una vez, y que nunca pueden ser dichas suficientes veces » (Freud, 1939/1986, p. 101). Ahora bien, ¿no es ésta justamente la característica propia al discurso mítico? ¿Por qué en este proyecto de descomposición de la mitología, Freud termina por encontrar un mito en la base de su investigación?

 

 

Sabemos bien que la verdad del mito (y de todo discurso) reside en lo que él oculta (como enigma); entonces, ¿no sería éste el nudo estructural al cual Freud se habría acercado al intentar ocultar las trazas del origen de su trabajo sobre Moisés? Y con esta operación, ¿no habría causado el efecto de lectura que consiste en « ir a buscar allí el enigma oculto » que existe, après-coup? Si Freud ha rozado la idea según la cual -como lo recuerda Daniel Koren- puede decirse que « les mythes sont des fictions imaginaires recelant une structure de vérité » (Koren 1996, p. 156), ¿la incomodidad freudiana no comienza en la imposibilidad de precisarlo?

Es cierto que hay algo que insiste en el « segundo Moisés » de Freud. La clave sería el hecho de esta presencia real de Moisés, que produce en Freud (según su imaginarización) toda una serie de actitudes propias de una persona viva: que lo persigue, lo « atormenta como un alma en pena», de un modo imposible a modificar: « eternamente ». De modo que cuando Freud arriva a escribir este segundo asesinato, el de Moisés, afirma (en acto) que porque hay este segundo asesinato, hubo el primero: el del padre de la horda. Dicho de otro modo: en tanto hay dos, hubo uno. El dos es la causa del uno. Lo que es muy importante aquí, es que esta operación se escribe(5). Es por esto que Freud ha debido presentar dos veces la misma cosa. En tanto y en cuanto escribirlo una segunda vez, lo cambia todo. La idea es de Freud:

No es que hayamos dicho algo nuevo, algo que no se formulara con harta claridad ya un cuarto de siglo antes. Pero esto se ha olvidado, y no puede dejar de traer sus consecuencias que lo repitamos hoy y lo elucidemos en un ejemplo que es decisivo para todas las fundaciones de religion (Freud, 1939/1986, p. 53).

 

III- En torno del padre real, la bailarina.

Es cierto que el Moisés plantea un lazo intrínsico entre el padre y la escritura, en tanto el asesinato de Moisés queda situado como lo « dejado fuera » por el texto bíblico. Como lo afirma Brigitte Lemérer: « Ni verdad material, ni verdad reprimida, es como lo dejado fuera del texto, como su real, que el asesinato de Moisés opera sus efectos » (Lemér, 1997 p. 73). Evidentemente, esta afirmación puede hacerse a partir de la diferencia planteada por Lacan entre la verdad y lo real. Porque es cierto que « la noción misma de verdad material pierde su sentido en la idea lacaniana de la verdad que habla » (Balmés, 1997, p. 50). Pero justamente, hay aun en el pensamiento de Freud un sostenimiento de la oposición verdad material-verdad histórica. Algunos autores han subrayado la idea de la verdad en la dimensión de la palabra, que puede encontrarse, efectivamente, en la lectura del Moisés. Esto es algo que se extrae de la lectura, pero creo que Freud hubiese querido saber qué elemento se ocultaba en su escritura, que tal era el envite freudiano.

Si Freud dice no haber estado « en condiciones de borrar las trazas de la génesis de [su] trabajo », es -quizás- a causa de cierta traza que no llega a identificar? Evidentemente él no hubiese podido borrar una traza sin haberla identificado previamente, en relación a la operación de Entstellung, que supone -como ya lo hemos visto- un cambio de lugar de un elemento suprimido y negado que puede encontrarse oculto y arrancado de su contexto.

Ya he senalado mi sorpresa en relación a la proximidad existente entre « el primero » y « el segundo » Moisés de Freud. Entonces, ¿por qué no intentar encontrar la traza en cuestión en este otro lugar, en este otro contexto, de la obra freudiana? Si tomamos como brújula el borramiento de las trazas para entrar en el Moisés de Miguel Angel, encontramos una frase similar, en el momento en el cual Freud presenta su interpretación de todos los detalles que habían sido dejado de lado por los críticos de arte:

De este modo, el conjunto que constituye la barba, la mano y las tablas, descansando sobre una esquina, singularmente forzado, al parecer, se deriva del movimiento apasionado de la mano y de sus evidentes consecuencias. Si se quieren borrar las huellas del movimiento ejecutado, tendremos que levantar el ángulo anterior superior de las tablas y hacerlo retroceder hasta el plano de la figura, y con ello separar del asiento el ángulo anterior inferior (con el saliente), bajar la mano y situarla cogiendo el borde inferior de las tablas, que habrá quedado en posición horizontal (Freud, 1914/1986, p. 232).

Este único movimiento, que está en el origen de las consecuencias grabadas en la piedra por Miguel Angel, puede ser deducido a condición que estas trazas puedan ser anuladas. Es decir que la anulación de las trazas es la prueba, para Freud, del hallazgo de un movimiento que se oculta, y que comporta la clave de la interpretación freudiana. Entonces, lo que Freud no ha estado en condiciones de descubrir en relación al Hombre Moisés, ¿sería un único movimiento, en el origen de su trabajo? Tal vez las dificultades freudianas, expresadas en las particularidades de estilo de este texto, tengan por fundamento este único movimiento jamás encontrado. Y, sinembargo, la escritura está allí. La escritura como movimiento parece imponerse -como respuesta- a Freud. Es él mismo quien nos da esta idea al final de la "Segunda Nota Preliminar", escrita en junio de 1938, una vez en Londres: Este trabajo que toma a Moisés, como puento de partida aparece « como una bailarina que se blancea sobre la punta de un pie » (Freud, 1939/1986, p. 56).

Detengámonos un momento en esta metáfora freudiana: un escrito parecido a una bailarina que, en el momento de hacer un movimiento por el cual ella se elevaria en el aire, toca así mismo -sobre la punta de un pie - el suelo: un punto de real, una punta de real hecha de escritura, algo que resiste y que al mismo tiempo sostiene el movimiento de la bailarina-escritura. Voy a proponer que esta metáfora viene al lugar del concepto de real que falta a Freud. Para Freud la cuestión ha sido siempre descubrir la verdad que se oculta "detrás"... Es por eso que en su discurso lo que adviene al lugar de la verdad es un mito. Pero el mito tiene esencialmente una dimensión oral, entonces: cómo escribirlo?

Las metaforas escriturarias que florecen en el lenguaje de Freud, subrayando la necesidad de lo escrito, toman con una aguja un imposible a escribir; transcripción, traducción, edición, reedición, edición revisada y corregida, impresión, réimpresión, todos estos términos intentan cernir la punta de real de la escritura que es la manera en la que se actualiza la punta de real del padre que Freud sitúa como origen del saber inconciente (Rabinovitch, 1997, p. 89).

Freud necesita del asesinato de Moisés, es decir, éste le es necesario. La verdad se le presenta como necesidad, pero en el momento de escribirla es necesario que falle. Como lo senala Solal Rabinovitch, « el doble sentido de « faut » (6) marca a la vez la necesidad de la escritutra que no cesa de escribirse y su falla » (Rabinovitch, 1997, p. 93). Si Freud tiene necesidad del asesinato de Moisés, es porque el origen real del saber inconciente (lo real del padre) es imposible de escribir. Y es por esto que Freud extrae el asesinato de Moisés de las trazas dejadas por las falsificaciones en los textos. Es a propósito de esta cuestión de las falsificaciones de los textos que Lacan planteará el falsus (7), como aquello que condensa « el defecto de la falla y la falta del deber en la traza real, literal, de una lettra caída, desplazada, una falta de escritura » (Rabinovitch, 1997, p. 90).

Freud por su parte, ha insitido -al final de su vida- en encontrar su propia operación de Entstellung en relación a Moisés. Digo: él ha intentado conocer el falsus en juego, suponiendo que la verdad puede ser superpuesta al real del origen. Si el resultado al cual arriva es la repetición de un mito, es porque éste, en tanto que « medio-decir » (mi-dire) (8) (Lacan, 1973/1991, p. 127), es la « traza del defecto significante y de su incompletud » (Rabinovitch, 1997, p. 90), en tanto que "enunciado de lo impossible » (Lacan, 1973/1991 p. 145). Traza otra vez, de la fractura -imposible de escribir- entre la verdad y el saber. ¿Aquello que Freud sentia como algo real, que lo atormentaba como un alma en pena? Lo imposible del padre real que, en tanto que real, « vuelve siempre al mismo lugar - a este lugar donde el sujeto en tanto que cojita, donde la res cogitans no lo encuentra » (Lacan, 1990, p. 59) causa de las teorizaciones freudianas que han hecho del padre un lugar estructural. Tal vez, un modo freudiano de tratar el goce para hacerlo pasar a la ley del deseo. Creo que es de este pasaje del cual el « segundo Moisés » da testimonio, y esto por nada: no es cuestión de obtener ninguna ganancia. Freud lo dice muy claramente cuando responde al interlocutor opositor que habitualmente encontramos en sus textos:

En este punto, alguien podría perguntar qué construimos derivando el monoteísmo judío del egipcio; así el problema no hariá más que desplazarse un tramo; seguiríamos sin saber nada con respecto a la génesis de la idea monoteista. La respuesta es la siguiente: No se trata de ganancia, sino de investigación. Y es problable que aprendamos algo si averiguamos el proceso efectivo » (Freud, 1939/1986, p. 64).

Es muy interesante notar aquí la diferencia de traducción de estas últimas líneas, que nos ofrece Michel Porte (1999, p. 76) « Y quizás aprenderemos (lernen) allí algo, si hacemos la experiencia (erfahren) del verdadero desarrollo ». Aquí se observa lo que era importante para Freud al final de su vida, y que se encuentra en el centro de lo que ha dejado como transmisión del psicoanálisis (9): hacer la experiencia del desenrrollamiento... ¿hacer el pasaje otra vez?, ¿hacer otra vez la vuelta a algo que se resiste a ser reducido al saber, y que solamente en ciertos momentos muy particulares, puede entrar en la imaginarización? Ese tipo de momento, no es acaso el que Freud relata en su carta a Romain Rolland en enero de 1936, imaginando la pregunta que él hubiese podido dirigir a su hermano, aquel día, por primera vez frente a la Acrópolis?:

Recuerdas cómo en nuestra juventud hacíamos día tras día el mismo camino, desde la calle... hasta la escuela; y después, cada domingo tras domingo, íbamos al Prater o emprendíamos una de las archisabidas excurciones al campo ? Y ahora estamos en Athenas, de pie sobre la Acrópolis! Realmente, hemos llegado lejos! (Freud, 1936/1986, p. 220).

Sabemos bien que lo que sigue en el texto es la cuestión de la relación al padre, cuestión por la cual -en su dimensión real- Freud ha sentido la necesidad de volver a dar una vuelta. Además, ¿por qué no recordar aquí que el relato de la historia del gorro arrojado por el cristiano (Freud, 1990, p. 218), símbolo de la humillación paterna, sucedió en el transcurso de un paseo por el Prater?

 

Notas

(1) Por dificultades prácticas para la consulta de los textos en espanol, voy a presentar las traducciones realizadas por mí de los textos utilizados en francés; de no ser así, lo indicaré en cada ocasión. Traduzco entonces la cita del epígrafe: « El mito, es eso, la tentativa de dar forma épica a lo que se opera de la estructura ».

(2) Aparentemente, el primer indicio de la identificación de Freud a Moisés, se encuentra en una carta a Emil Fluss del 18 de septiembre de 1872 en el que Freud le relata una escena en un tren, que vivió con un grupo de judíos, sobre el cual afirma: « Ya tengo bastante de toda esta gentuza». La cita la hace Lydia Flem (1986: 124), quien agrega su interpretación: « ya identificandose quizás a Moisés ... ».

(3) Según el relato de Ernest Jones (1961).

(4) He elegido traducir el término en francés "traces" por el término en espanol "trazas", si bien eran posibles también: huella, rastro, marca, senal, indicio. La elección está basada en que el sustantivo "traza" (así como "trace" en francés) tiene una relación con el verbo "trazar", que posibilita pensar en el trazado de líneas y de letras. Me interesa que esta carga semántica esté presente a lo largo del texto, por razones que podrán comprenderse más adelante.

(5) Las dualidades instauradas por Freud, ¿no serían un desplazamiento de esta operación de escritura del dos que hace el uno?(6) « Faut » en francés quiere decir tanto « falso » como « falta ».

(7) A mi parecer, la noción de falsus lacaniana está en relación con la definición de inconciente presente en el "Discurso de Roma": « El inconsciente es esta parte del discurso concreto en tanto que transindividual, que hace defecto a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente » (Lacan, J., 1966, p. 258). Es decir que estamos separados del propio inconciente porque estamos separados del Otro, razón por la cual la falla es una condición estructural del inconciente.

(8) "el medio-decir es la ley interna de toda especie de enunciación de la verdad, y lo que lo encarna mejor es el mito" (le mi-dire est la loi interne de toute espèce d'énonciation de la vérité, et ce qui l'incarne le mieux, ć est le mythe) (Lacan, J., 1973/1991. p.127).

(9) Es justamente la problemática de la transmisión lo que abre la puerta de la escritura del Moisés, en el momento en el que Freud tenía aun muchas dudas de publicarlo. Así, al final de la "Nota Preliminar I", escrita en Viena, Freud muestra su esperanza a propósito de la transmisión, en el futuro: "Por lo tanto, no daré a la luz este trabajo, pero ello no podrá disuadirme de escribirlo; en particular, porque ya lo he redactado, hace hoy dos anos, de suerte que sólo debo refundirlo y anadirlo a los dos ensayos previos. Y luego, que se conserve oculto hasta que llegue el tiempo en que pueda conocer la luz del día sin peligro, o hasta que alguien que sustente idénticos raciocinios y profese las mismas opiniones, diga: « Ya hubo uno, en tiempos oscuros, que pensó lo mismo que tú » (Freud, 1939/1986, p. 54).

 

Referências Bibliográficas

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Recebido em: 30/12/2014
Aprovado em: 10/04/2015

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