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Clínica & Cultura

On-line version ISSN 2317-2509

Clín. & Cult. vol.8 no.2 São Cristovão Jul./Dec. 2019

 

DOSSIÊ REDE INTERAMERICANA DE PESQUISA EM PSICANÁLISE E POLÍTICA

 

Violencia de Estado, memoria y ética: el trato al prójimo1

 

State violence, memory and ethics: the treatment of neighbor

 

Violência do Estado, memória e ética: o tratamento do próximo

 

 

Pablo Cabrera Pérez

Departamento de Psicología, Universidad de Chile

 

 


RESUMEN

Se aborda una reflexión teórica sobre el trato al otro que tiene como antecedente una investigación en curso que reconstruye historias de vida de civiles y ex militares que ayudaron a perseguidos/as políticos en la dictadura cívico militar chilena (1973 - 1989). Dichos relatos, dan testimonio de una memoria que se la ha mantenido relegada de la narrativa oficial, inclusive si consideramos la historia de las víctimas, así como lo que muestra esa memoria anclada en testimonios y biografías silenciadas: en medio del terror de la dictadura se produjeron formas del lazo social, subjetividades y resistencias que dan cuenta de la dimensión ética del lazo y la relación al otro, es decir, formas del lazo que la dictadura militar intentó clausurar, del mismo modo que en la actualidad, el ideal neoliberal individualista, indica a esa forma del lazo como propia de otra época pretérita e inexistente. En función de estos hallazgos preliminares se interroga el valor de la memoria, el trabajo de pensamiento y el lugar de la ética desde las perspectivas del psicoanálisis, así como de algunos planteamientos de la filosofía política en el contexto de la sociedad chilena actual.

Palabras claves: Dictadura, violencia, lazo social, prójimo, ética


ABSTRACT

It deals with a theoretical reflection on the treatment of the other that has as antecedent an ongoing investigation that reconstructs life histories of civilians and ex-military that helped political persecuted in the Chilean military civic dictatorship (1973 - 1989). These stories testify to a memory that has remained relegated from the official narrative, even if we consider the history of the victims, as well as in terms of what that memory shows anchored in silent testimonies and biographies: In the midst of the terror of the dictatorship, forms of the social bond, subjectivities, and resistances were produced that account for the ethical dimension of the bond and the relationship to the other, that is, forms of the bond that the military dictatorship tried to close, in the same way as in Today, the individualist neoliberal ideal, indicates that form of the bond as belonging to another past and nonexistent era. Based on this finding, the value of memory, work of thought and the place of ethics are questioned from the perspectives of psychoanalysis and some approaches to political philosophy in the context of current Chilean society.

Keywords: Dictatorship, violence, social bond, neighbor, ethics.


RESUMO

Este documento aborda uma reflexão teórica sobre o tratamento do outro que tem como pano de fundo uma pesquisa contínua que reconstrói histórias de vida de civis e ex-militares que ajudaram a perseguir politicamente na ditadura civil-militar chilena (1973-1989). Estas histórias testemunham uma memória que foi relegada da narrativa oficial, mesmo se considerarmos a história das vítimas, bem como o que esta memória mostra ancorada em testemunhos e biografias silenciadas: Em meio ao terror da ditadura, foram produzidas formas do vínculo social, subjetividades e resistências que explicam a dimensão ética do vínculo e a relação com o outro, ou seja, formas do vínculo que a ditadura militar tentou fechar, da mesma forma que hoje, o ideal neoliberal individualista, indica essa forma do vínculo como pertencente a outra era passada e inexistente. Com base nessas conclusões preliminares, questionamos o valor da memória, o trabalho de pensamento e o lugar da ética a partir das perspectivas da psicanálise, bem como algumas abordagens da filosofia política no contexto da atual sociedade chilena.

Palabras-chaves: Ditadura, violência, laço social, próximo, ética


 

 

Introducción

La relación entre Violencia de Estado propia de la Dictadura cívico militar chilena y aquella otra acontecida en Democracia se revela en el trabajo de reconstrucción de sus continuidades, sus diferencias y sus omisiones. Aquel trabajo con la historia y con el pensamiento es necesario si el interés se ubica más allá de la mera reiteración del sufrimiento frente al malestar social contemporáneo (Jelin, 2002; Cabrera; 2013).

El asunto que nos interesa situar de este proceso, se ubica entre una memoria que se la ha mantenido relegada de la narrativa oficial, inclusive si consideramos la historia de las víctimas, así como lo que revela esa memoria anclada en biografías silenciadas, a saber, en medio del terror de la dictadura se produjeron formas del lazo social, subjetividades y resistencias que se han mantenido silenciadas y expulsadas de la trasmisión y de la investigación de la memoria oficial y subalterna. Formas de subjetividades y del lazo al otro que en sus actos interrogan las formas precarizadas del lazo social "líquido" de la sociedad contemporánea (Bauman, 2011), así como también, ponen en relieve la dimensión ética de la subjetividad.

En la primera parte se aborda de manera general algunas continuidades que tienen su origen en el proceso dictatorial. Se trata de dar cuenta de la historicidad y el origen del neoliberalismo en Chile. En ese marco, siguiendo los desarrollos de la sociología crítica, situaremos alguna de sus claves generales, en los discursos históricos y sociológicos locales, focalizando la temática en el lazo social y las subjetividades hegemónicas articuladas desde el mercado y la dinámica neoliberal. En la segunda parte, desarrollaremos, ahora desde una perspectiva psicoanalítica, el problema de la violencia y su incidencia en el lazo y la subjetividad, y la función del silenciamiento y la desaparición como claves modales de las políticas de exterminio ejercidas en la Dictadura cívico - militar chilena (1973 - 1989). Violencia que buscó aniquilar un sujeto colectivo y sus proyectos, tanto como su transmisión e inscripción en la memoria de una cultura y en una generación venidera. En la tercera parte, y última, damos cuenta de una investigación en curso que interroga y desnaturaliza la relación al prójimo - extraño desde una dimensión ética. Se trata de una investigación que hicimos en torno la reconstrucción de historias de vida de dos ex militares y dos civiles que realizaron actos de solidaridad y cuidado por perseguidos políticos en la dictadura cívico militar chilena. La conclusión preliminar es que en las peores circunstancias, inclusive cuando está en riesgo la propia vida y la de los cercanos, hay momentos en que se puede decidir salvar la vida de otro, pese a toda consecuencia. En el amplio y complejo campo del acto, le hemos llamado "acto anómalo".

 

Contextos, tratos e indicios

El nuevo trato cupular de la clase política y del movimiento social diezmado, debilitado y fracturado, generó las condiciones para la puesta en escena del Chile neoliberal, centrado en el éxito, la eficacia y el blanqueamiento de su historia genocida asociada directamente a la dictadura cívico-militar y la impunidad. Así también, propició el contexto para declarar fuera de campo otra historia de la cual la violencia, de ayer y de hoy, mantendrá bajo el ejercicio del silenciamiento, en paralelo a la construcción social de una memoria social asociada a la narrativa del horror, los derechos humanos y las víctimas de la violencia de Estado. En este sentido, y fuera del radio victimal, se trataría sin duda de otra historia en el duelo inacabado de su derrota, que habita aún las cenizas y las conmemoraciones, así como las querellas justas y sufrientes por verdad y justicia que pervive en la actualidad en la espera de unos, y los pactos de silencio de otros (civiles y militares). Otra historia que el discurso y la memoria oficial han dejado en la bruma, fuera de la academia y la formación de las nuevas generaciones. Otra historia que los "campos" prácticos del poder y sus bifurcaciones intentan hacer desaparecer bajo una política real y simbólica de exterminio: se trataría de borrar todos los indicios y los restos que avalen la existencia de otra forma de vida y pensamiento. Y es que, esa otra historia acaecida contendría en sus orígenes y despliegue histórico social, en sus actos y horizontes utópicos, el gesto alegre y subversivo de lograr integrar la dimensión política de una subjetividad, la voluntad colectiva de construcción de proyectos, y la disposición de confrontarlos contra la hegemonía. Se trataría de la historia inacabada del movimiento social y político chileno gestado a fines del siglo XIX y desplegado durante el siglo XX, en medio de luchas y contradicciones internas, las que alcanzarán su cenit en el período de la Unidad Popular, sobreviviendo débilmente al Terrorismo de Estado. Finalmente, será relegado al olvido y al silencio en la democracia pactada y en las líneas editoriales del período de la llamada transición a la democracia (Larraín, 2011; Salazar, 2010; Moulian, 2002).

La violencia de Estado acaecida entre el golpe militar y el retorno pactado a la democracia, fue el acontecimiento político más radical y determinante del Chile actual. Marca y hace de corte al largo proceso del Estado Desarrollista (1930 - 1973) e implanta sobre su destrucción, la sangre y el espanto, el Estado Neoliberal (1978 - 2019). El correlato social de este proceso se expresa en la construcción de nuevas subjetividades, en relación a los caminos en los cuales se desplegaba anterior a 1973 (lógica de clase: izquierda, centro y derecha política, disputa de campos culturales, politización de la vida cotidiana), en el período de la dictadura cívico militar (lógica antagónica democracia/dictadura), y en el período de la democracia (lógica de la vida de consumo: integrado/excluido). Será este, uno de esos puntos (dentro del amplio abanico de constelaciones) que el hilo de Ariadna revelará las continuidades estructurales entre las dictaduras terroristas y las democracias tuteladas por mandato constitucional.

Los cambios estructurales económicos y del Estado neoliberal, la tecnificación de la política, y la masificación del consumo a amplias capas sociales antes excluidas de dichos circuitos, producirán nuevas formas de integración social, las cuales tendrán importantes efectos en la redefinición de la política y de las prácticas ciudadanas. De acuerdo al sociólogo Tomás Moulian, el consumo amplió significativamente su radio a través de la masificación del crédito, teniendo por consecuencia un reordenamiento y transformación del ciudadano al "ciudadano credit card" y a la ciudadanía "week - end". Ambas formas acorde a la ratio, se centraron en el núcleo familiar, en el confort y la educación de sus hijos.

El ciudadano credit-card es normalizado, "puesto en orden", regulado por el consumo con pago diferido. Tiene que subordinar sus estrategias de conflicto, a sus estrategias de sobrevivencia como asalariado. Ha aprendido que su futuro está en seguir siendo un trabajador creíble. Esa credibilidad, vinculada a la sumisión, es la puerta que le abre futuros consumos ascendentes (Moulian, 2002, p. 103)

Así,

... la ciudadanía week - end y la ciudadanía crediticia son formas de despolitización de la ciudadanía, en la medida en que ya no se concibe a la política como la posibilidad de la deliberación, por tanto de la interrogación crítica. Ambas "formas" representan modelos conservadores de ciudadanía, funcionales al mundo dado Las dos formas implican la aceptación consciente o inconciente del marco de finalidades. (Moulian, 2002, p. 104)

Por su parte, Jorge Larraín, identifica esa posición subjetiva en la investigación que hace sobre la identidad chilena. En la conceptualización que ha realizado sobre la identidad, plantea que ésta se construiría en relación a procesos histórico-sociales, en los cuales se articularían tres dimensiones: la historia de filiación grupal, la relación de pertenencia a objetos materiales, y por último, en el reconocimiento/negación, siguiendo las tesis de Honneth, que se daría entre el nosotros identitario y los otros (Larraín, 2011). En ese marco conceptual, identifica la versión de la "identidad empresarial posmoderna", la cual se elevaría como el ideal social desde los años 90 en adelante, teniendo su origen en los años 80, cuya impronta y sello neoliberal y social se recoge con los nombres "empresarial" y "posmoderna". La "identidad empresarial posmoderna", habría emergido en rivalidad con la "identidad militar racial" y la "identidad religiosa" durante los años 80, logrando constituirse como la versión social y hegemónica.

... [las versiones anteriores] fueron reemplazadas por la preeminencia creciente del discurso empresarial que concibe a Chile como un país emprendedor donde destaca el empuje, el dinamismo, el éxito, la ganancia y el consumo como los nuevos valores centrales de la sociedad chilena. La idea principal es que Chile es un país diferente al resto de América Latina, un país de rasgos europeos, caracterizado por su dinamismo y apertura al mundo. (Larraín, 2011, 166).

Si bien el mismo autor reconoce que la versión de la "identidad empresarial posmoderna" se sostuvo sobre el correlato del crecimiento económico que duró hasta 1998, pese a la desaceleración, esta construcción identitaria se sostuvo y ha permanecido hasta hoy. Del mismo modo, si bien se constituyó en una versión hegemónica, no es menos cierto que la violencia dictatorial y su silenciamiento, junto con la falta de igualdad, equidad e inclusión propias de las dinámicas actuales en Chile, han mantenido una "identidad fracturada". De esta manera, el autor afirma que el cambio más profundo, expresado en esa fractura, pasa por la falta de reconocimiento del otro, y más aún, por las diversas prácticas negacionistas de la historia dictatorial y las deudas actuales sobre la desigualdad, violencias reales y simbólicas que no han encontrado aún una resolución. "El cambio más profundo" fue el paso de una sociedad de convivencia sin exclusiones y negaciones a una sociedad "... dividida y traumatizada por las violaciones sistemáticas a los derechos humanos y el intento de borrar de la memoria aun la existencia misma de aquellos que fueron eliminados. Aquí se trata de la eliminación total del otro" (Larraín, 2011, p. 167).

Si bien esos discursos radiografían la emergencia de las nuevas subjetividades en el Chile actual, no es menos cierto que ellos obliteran otras formas desplazadas de subjetividades y memorias de una historia silenciada y producida bajo la forma de la resistencia y la lucha por derrocar la dictadura cívico militar chilena y se mantuvieron de manera fragmentada en la posdictadura. Dicho de otro modo, esa "identidad fracturada" también implica una negación pública y teórica de aquellas otras versiones identitarias y de subjetividades excluidas de sus nombres, sus posiciones, sus trayectorias. Se pueden leer como un síntoma, en tanto olvido y sustitución en los discursos mismos. Son varios los autores que en sus discursos críticos, investigaciones y producción de imágenes sociales (identidad empresarial posmoderna, ciudadano credit-card, por ejemplo), no han logrado integrar otras subjetividades que subsistieron en los bordes y que ha sido la misma violencia del poder en relación a la escritura de la historia que recurrente y sistemáticamente ha intentado dejar sin inscripción, cuando no infantilizar y judicializar dichas emergencias, tal como se pudo observar en el amplio arco temporal que se abre, posterior a la detención de Pinochet en 1998. Será el recambio generacional y la trasmisión lenta y soterrada, tanto como la persistencia de aquellas posiciones de resistencias y de insistencia, las que retornarán una y otra vez a las calles criticando la segregación y exclusión brutal consecuencia del neoliberalismo chileno y su administración política la que se pondrá en acto desde 1997, años tras año. 1997 (protestas de los universitarios a nivel nacional), 2001 (el mochilaso), 2006 (el pinguinaso), 2011 (movimiento social por la educación), 2018 (movimiento feminista), hasta la rebelión ciudadana del 18 de octubre de 2019 cuya demanda es basal y radical: fin al modelo económico y sus consecuencias, cambio a la constitución autoritaria por una que devuelva la soberanía a la ciudadanía y que sostenga un estado social de derecho, no a la impunidad de la violencia de estado.

La inexistencia en lo manifiesto, delata su latente menos en los relatos sobre la historia, que en la subjetividad que dibuja sus operaciones. La dictadura cívico militar y su continuidad en la democracia, tuvieron conciencia lúcida de aquel proceso acaecido y de lo que encarnaba aquellas subjetividades históricas insubordinadas. El intento de eliminar a través del terror toda disidencia y la re-estructuración del Estado, reduciéndolo a su expresión mínima, junto con privatizar la mayoría de las instituciones públicas, introdujeron los cambios fundamentales para evitar y controlar las futuras apariciones de movimientos emergentes. En otro plano, la dictadura blindó constitucionalmente el modelo económico a través de la generación de la Constitución de 1980, así como también tomó resguardo de impedir cambiar la propia constitución, clausurando por decreto el carácter político-constitucional de la propia Sociedad Civil y resguardando todo este marco a través del Tribunal Constitucional (Atria, 2013). Los historiadores Julio Pinto y Gabriel Salazar concluyen que los redactores de la Constitución "... respetaron la memoria histórica, pues recordaron que la parte más díscola de la sociedad civil Recordaron las infinitas "tomas" anteriores a 1973, "adivinaron" las 22 jornadas de protestas entre 1983-1987 y las 3 o 4 que ardieron de rescoldo la vez que Augusto Pinochet fue investido (conforme la ley decretada por él) como senador vitalicio" (Pinto y Salazar, 2010, pág. 105). La Constitución de 1980, que es la Constitución actual en Chile, conserva justamente esa memoria histórica.

Fue en este páramo, que en Chile se gestaron subjetividades escindidas del juicio sobre la estructura política-económica y de sus movimientos de fuerza: con la dimensión política-jurídica interdicta, se redujo a la representación política institucional. Obnubiladas por los objetos y los placeres del consumo, subsumida en las exigencias del trabajo y el sobre - endeudamiento, agotada y limitada en sus espacios de soberanía y en la subjetivación de las experiencias con la alteridad, en un Chile fracturado y segregado, la subjetividad contemporánea, neoliberal, heterogénea, diversa y estetizada, se construyó como el ideal social frente al cual gira el individualismo contemporáneo, la privatización de los problemas políticos, la sociologización de los problemas individuales, con una fuerte desconfianza hacia lo colectivo, oscilando entre el "miedo" y la "indiferencia" al prójimo, y el repliegue sobre el círculo de iguales. De ahí lo inesperado del movimiento emergente de fines del 2019.

 

De la violencia, el Estado y la relación al otro.

Desde una perspectiva psicoanalítica, la violencia abre una constelación de tres términos y dos tiempos. Entre agresor y víctima media la tramitación inconsciente en la dimensión social del lazo, así como el acontecimiento de la violencia en acto. En el arco temporal que introduce la fractura del lazo y del sujeto, será la desmentida del tercero garante, su traición, tal como subraya Davoine (2011), la que terminará por sellar el cerco y abrir una zona de muerte. En ese sentido, La desmentida del lugar de reconocimiento que ocupa un sujeto, encuentra su correlato en el micro espacio a través de la traición del otro que orbita relaciones "situadas", historias afectivas, rostros y trayectos biográficos, a veces inclusive, lazos filiales (Viñar, 2011; Davoine y Gaudillière, 2011). Es en esta doble dimensión, de la cultura (desmentida) y del lazo al otro (traición) que ejerce la violencia, que cobra todo su peso histórico-estructural el concepto de evento sorpresivo, impensable, que bien reconoce Freud en lo que testimonia el sueño de las neurosis traumáticas, revelando aquel destructivo y mortífero más allá del principio del placer. (Freud, 1920).

Dicho así, la violencia se puede comprender como la desmentida social del pacto, la fractura del lazo social, lo que tendría por consecuencia el sometimiento del "otro" a prácticas de menosprecio y desubjetivación, dejándolo excluido del reconocimiento y de una respuesta acorde a la ratio de la propia cultura. La desmentida puesta en la dimensión del tiempo establece dos momentos. El primero, acontece en la transgresión del pacto. El segundo, se encuentra en la "traición" del tercero garante, el testigo y representante de la cultura, que perpetúa la violencia acontecida con su silencio y su complicidad en la falta de una respuesta que ponga un límite mínimo a la violencia, real y simbólicamente. (Davoine y Gaudillière, 2011).

En efecto, la violencia en acto expresa un ya establecido y sancionado "no lugar", dividiendo el espacio social entre lo humano y lo no-humano, lo valioso e intocable, de aquello otro despreciable, destruible, aniquilable. Esa repartición social de lo deshumanizado sería anterior y el fondo en lo que hacen figura y carne, las prácticas de violencia social. Todo lo anterior ocurriría en el borde real, cuando se borra la siempre precaria función civilizatoria del tercero garante que le otorga un lugar mínimo de resguardo a un "prójimo, alterno", "extranjero", ahora arrojado y exiliado al exterior liminal de la cultura misma (Cabrera, 2014). Aquel "prójimo extranjero" que en su diferencia radical con la comunidad imaginaria de semejantes, rememora el "afuera" y la inquietante extrañeza de todo ser hablante, tal como reconocerá Freud respecto a la herida narcisista y la rememoración de la angustia castratoria en el mal encuentro entre el grupo de iguales con el otro distinto (Freud, 1921/2016).

Ahora bien, para dimensionar la Violencia de Estado, es necesario recordar e insistir que el "pacto freudiano" estaría en una clave muy distinta a la tradición contractualista y liberal, tal como desarrolla Balibar (2013). Su origen mítico dibuja una escena reconstruida a posteriori, diferente a la escena del pacto social sostenida por la tradición liberal. En esta, la asamblea soberana habría generado las condiciones de un pacto, que buscaba integrar los intereses "generales" con los "particulares". El "ágora", de acuerdo a Bauman, fue justamente el lugar en donde se traducía el "oikos" (interés particular) y la "ekklesía" (interés general), encontrando en Occidente distintos modos históricos en los que se plasmará las formas de gobierno propias de la democracia y el Estado de Derecho (Bauman, 2011).

El "ágora" - en ese sentido - independiente de su modo, sus aciertos y derrumbes, tendrá por condición de posibilidad, de acuerdo a Freud, un acontecimiento fundante y estructurante, tal como lo sostiene a través del tiempo mítico y fantasmal de los orígenes, y del cual el Tótem sería su principal indicio. El mito de la "horda primitiva" revelaba la violencia de los orígenes, tanto como la condición de inscripción y metaforización en una cultura, la cual sería una de sus más importantes consecuencias. De este modo, el asesinato del padre tiránico, aquel que encarnaba la figura y el lugar de la ley-del-goce irrestricto y sin condición de las y los otros, retornaría bajo la forma del nombre de Otro, esto es, un sistema de interdicciones básicas y posibilitantes de la existencia (Freud, 1912/13/2016).

La violencia en acto hace de corte y regulación al goce mortífero, fundando tanto una memoria y como una estructura social de alternancia y de lazo. En un tiempo posterior, dicha violencia estructurante sería inscrita en el registro del pensamiento y en la relación al prójimo, es decir, en el retardo y la transformación pulsional, así como en un cuerpo extraño de difícil traducción: el núcleo traumático del fantasma edipiano por construir, el que dejará un indicio precario en la ensoñación de "pegan a un niño" (Freud, 1919/2016).

En efecto, el mito del asesinato del padre de la horda, rememora el movimiento entre la ley deshumanizante del goce y el de su interdicción cifrada en el Tótem y el Tabú (Freud, 1912/13/2016). Su reconstrucción, revela la condición del lazo social y su exterior exogámico, en la institucionalidad meridiana y moral que media las relaciones entre sujetos y su inquietante e ineludible dimensión inconsciente, así como las exigencias en sus tramitaciones en el marco de una cultura (Freud, 1929/2016).

Reprimida y conmemorada, inscrita en la historia y en el lazo, la interdicción del incesto y del asesinato instaura una relación con el "otro extranjero" y los espacios de extranjería, vacíos y perturbadores. Razón por la cual, no sólo funda una memoria inconsciente, sino que teje las condiciones mínimas de con-vivencia, por medio del trabajo elaborativo. Con los semejantes, pero sobre todo, de ahí sus complejidades y paradojas, sitúa el reconocimiento del prójimo-extranjero en las antinomias abiertas del dar (del orden del don, la escritura y la trasmisión), del ceder (del orden de la renuncia, la admisión de la falta y el duelo) y del inventar (de hacer de los restos pulsionales otros de sí), tanto como la del arrebatar - someter - aniquilar. Serán estos últimos términos propios del campo de la agresión al objeto, que al quedar escindidos de sus antinomias internas y regulatorias, articularán el campo de la violencia. Aquel campo en que se inscriben las prácticas denegatorias como son el de la alienación, la negación y la violencia traumática que tiene por horizonte aniquilar y suprimir al otro en su dimensión extranjera y alterna.

Se trata de las heridas narcisistas de la diferencia tanto como de la economía insoportable de la pulsión (Freud, 1921/2016, 1929/2016; Lacan, 1959-60/1994), mediadas y esparcidas en los procesos históricos en donde estalla coyunturalmente y choca la Historia del campo social con la micro historia de cada sujeto. La desilusión de Freud ante la guerra de 1914, es una desilusión paradójica inherente a Occidente y sus destinos; desilusión de las sociedades y del sujeto europeo, indicio de la fragilidad del bien, que se debate punto por punto frente a la actualidad recurrente del mal: de la cultura y sus límites (Freud, 1915/2016). Theodor Adorno nos los recuerda con fuerza en la conferencia dictada en Hesse en 1966, cuando insiste en que "La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación" junto con comprender sus condiciones históricas de emergencia (Adorno, 1966/1993) ¿Evitar su repetición?

Las prácticas denegatorias implican una sustracción, una resta que hace del prójimo - extranjero, un otro despreciable. Otro no-humano, exiliado del lazo y sus garantías mínimas, puesto bajo las coordenadas que definen a una "cosa" frente a un lazo perverso impuesto en una relación de poder de otro sujeto, de acuerdo a Francoise Davoine y Jean-Max Gaudillière (2011). Una sustracción como lo es la desaparición del otro, de sus restos, de su lengua, de su trasmisión y de todo "indicio" para decirlo con Ginzburg (2016); desaparición en el futuro de su estirpe y así impedir los ritos fúnebres, su duelo y la posibilidad de la invención de lo nuevo, inaugurando, en cambio, la trasmisión de lo traumático y sus fijaciones a las áreas de muerte (Abraham y Torok, 2005).

 

Una investigación en curso. El acto anómalo: entre la desobediencia y la moral

Es a propósito de lo silenciado de la memoria de esa otra historia que no tiene registro, así como por la fragilización del lazo social en la relación al otro -de ayer y de hoy - que llevamos a cabo una investigación que actualmente está en curso. Reconociendo en la clínica de lo traumático la relevancia de restituir un lugar al tercero garante o el lugar y función del testigo en su dimensión ética (Cabrera, 2014), nos preguntamos por ese tercero en la memoria social de la dictadura cívico militar chilena. Efectivamente, esa historia no estaba delimitada, reconocida y escrita. No había hasta ese entonces una investigación que abordara actos de humanización en medio de la violencia y el miedo, o que investigara sus condiciones de posibilidad. Lo más cercano este tipo de investigación la encontramos en el trabajo de Todorov, "Insumisos" (2016), o más aún, la investigación llevada a cabo por el psicoanalista belga Roisin en relación a actos de auxilio realizados por algunos miembros del grupo étnico de los Hutus en favor de otros pertenecientes a los Tutsi en el Genocidio de Rwanda ocurrido entre abril y julio de 1994 a vista y paciencia del mundo entero. Nuestra investigación avanzó en la reconstrucción de las historias de vida de dos civiles y dos ex militares que realizaron "actos anómalos", de ayuda de otros, en su mayoría desconocidos, durante la dictadura cívico militar en Chile (1973 - 1989).

 

Construcciones preliminares: trayectorias, indicios y superficies: "¡Iba!"

Gabriela. Médico de 84 años. Días antes del Golpe de Estado de 1973 fue expulsada del Hospital y de la Universidad en la cual era médico y profesora respectivamente. Entre 1973 y 1975 realizó distintas atenciones médicas prohibidas y sancionadas por el régimen militar. Luego de 1975, se integra al trabajo de defensa de los Derechos Humanos y, al terminar la dictadura, seguirá vinculadas a distintas instituciones y agrupaciones que siguieron aportando a la reconstrucción de los lazos, al trabajo por la justicia y la igualdad. Dice que participa de una comunidad en la que confiaba, aunque a ciencia cierta, no era mucho lo que realmente sabía de varios de esos otros, que fueron los nexos que la llevaron a hacer atenciones médicas clandestinas. No sólo no es clara en este punto, sino que no logra responder y detenerse en las preguntas que le hago. Con una voz que resuena al borde de la locura, me dice

Me lo pedían y yo simplemente iba. Sabía que era mejor no preguntar mucho... Iba!..." "Entré a la Embajada N muchas veces al comienzo de la dictadura los asilados y sus familias estaban en condiciones muy precarias. Muchos habían sufrido la experiencia de la tortura. Los niños se veían aterrados... Se requería improvisar una medicina que no conocía, para lo cual no estaba formada todo el tiempo me preguntaba si sería capaz era una especie de medicina de guerra... Cada vez que ponía un pie adentro, recordaba que mis dos hijos estaban afuera. Que Carabineros podía forzarme a no salir. Que una y otra vez me estaba auto-exiliando y volvía a entrar.

Hija de inmigrantes, primera generación universitaria, nace en una zona precarizada del sur de Chile. De familia humilde, rememora que desde muy pequeña sus abuelos y sus padres le transmitieron los valores y una relación solidaria por el otro. "Si un mendigo pedía alimento, mis abuelos le daban algo, pero además lo hacían sentarse". Recuerda que se trataba de una práctica antes que de un discurso. En su vida fue descubriendo cómo dar lugar al "otro" desde sus Otros, así como a las plantas y a la naturaleza, al detenerse y quedarse un momento contemplando el paisaje por largo tiempo.

Primero, esa relación ética al otro la vivió al ser reconocida en sus lazos filiales. Luego, en su enseñanza universitaria la volvió a encontrar en sus "maestros", como los nombra, al observar en ellos una forma de practicar la medicina teniendo en consideración al paciente en singular, independiente de su clase social. "En los pasos prácticos, cuando el Dr. L hacía visitas a los pacientes en el hospital, antes de revisarlos, los saludaba y les preguntaba si podía hacer la visita y los exámenes médicos de rutina". Posteriormente, integró en la práctica médica, esa relación al otro, además de captar su dimensión social. Fue en un consultorio y el equipo médico, a fines de los 60 y antes del Golpe de Estado, el lugar donde se articuló un verdadero proyecto de atención médica, junto con una mirada social y comunitaria con un fuerte cariz ético y político, al trabajar con un sector empobrecido de Santiago de Chile, e introducir una orientación práctica que restituía el valor del otro. En otros términos, su trayectoria personal, profesional y política encontró consistencia en un proyecto de este orden, el cual lo identifica como determinante en su vida de ese entonces y lo que vendría. Estaba embarcada en ese proyecto colectivo, siendo la directora del Consultorio, cuando ocurre el Golpe de Estado en Chile. Fue expulsada de él, así como de la universidad de la cual era profesora. Desde el golpe militar, pasando por la dictadura, hasta la fecha, ella organizó y buscó las formas, primero, de ayudar a otros y de derrocar la dictadura; luego, de intentar hacer de un Chile poco solidario y egoísta, individualista y sin memoria, un lugar donde la justicia social tuviera algún sentido y lugar.

Su vida personal ha sido difícil. Hay decisiones, dice, que sus hijos no entienden del todo. No ha logrado terminar de explicarse, explicarles. Escribió un libro sobre su vida en la dictadura. En él logró encontrar y retomar relaciones con muchas personas que trabajaron con ella durante esos 16 años. Espera escribirles a sus hijos, antes de morir, un libro personal a cada uno de ellos. Un libro para un lector.

 

Reflexiones en torno al acto anómalo

Las subjetividades anómalas, se revelan en sus actos, es decir, inscriben su ideario en prácticas relacionadas tanto a sí mismas y su historia como a otros en la actualidad. Sin embargo, su verdad está afuera, no en sus ideas y su mundo interior. Refieren a una particular relación con la ética del pacto, la alteridad del otro y de sí. Se trataría de subjetividades que en momentos límites atraviesan el mandato de la autoconservación al responder ante la vulneración del prójimo extranjero, más allá de cualquier moral trascendente o amor propio. El acto anómalo, pareciera que re-define y re-ubica una relación de conflicto entre aquel Otro, la relación a sí y la condición humana del otro. Hannah Arendt lo indica con una claridad que es necesario investigar, al referirse a aquellos alemanes que decidieron no participar con los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Son esas personas que sin ser los mejores representantes de su sociedad, indica, actúan una posición en el extremo opuesto a la banalidad del mal de Eichmann. Es decir, aquel que no piensa, y mal trata al otro en la negación total de su condición humana: ese otro habría sido degradado a una cosa superflua, y en tal condición, expulsada de la comunidad humana (Kristeva, 2013). Arendt plantea que el pensamiento y decisión de los que no participaron consistió en que "se preguntaron hasta qué punto podrían seguir viviendo en paz consigo mismos... se negaron a asesinar, no tanto porque mantuvieran una firme adhesión al mandamiento "no matarás", sino porque no estaban dispuestos a convivir con un asesino: ellos mismos" (Arendt, 2007, pág. 71).

De ello se desprende que, por inimaginables que sea, la autoconservación y la integridad de un individuo y sus lazos filiales, no siempre han sido el punto cardinal de la acción frente al límite de su propia vida; así como tampoco al sometimiento heroico y épico frente al ideal. Ocurrieron en todas las épocas de catástrofes y acaecen de manera silenciosa y recubiertas en la vida cotidiana en épocas de paz, nos dice Todorov (1993). En otros términos, estarían menos orientados por el ideal de la dignidad o sobre el altruismo humano, y más por responder al riesgo y al sufrimiento del otro, en actos dirigidos por "virtudes cotidianas" (Todorov, 1993). Aún así, se trataría de una constatación que no deja de ser profundamente enigmática, abierta y, para nosotros, de difícil comprensión.

Bajo esta perspectiva, la situación ética dialoga con el "acto anómalo". Suponen un espacio social relacional y límite, en el cual el otro (prójimo) interpela una respuesta de humanidad y reconocimiento al testigo, tal como lo ha desarrollado Butler con Levinás (Butler, 2009), y Davoine con Arendt (Davoine, 2011). Será el sujeto en condición de testigo que tendrá insoslayablemente que responder, y la consecuencia de su respuesta será ética o no, dependiendo del lugar y el valor que le otorga en su respuesta - respecto al reconocimiento simbólico y real - al otro alterno. Razón por la cual, en contextos de excepción, la respuesta moral abstracta y epocal, tal como indican las buenas costumbres, las normas y las órdenes, pueden llegar a justificar la negación y exterminio del otro alterno. Arendt muestra, en ese sentido, el caso paradigmático de Eichmann en el juicio de Jerusalén. Eichmann, así como tantos otros en su lugar, justificarán sus acciones de lesa humanidad amparándose en que cumplían órdenes (Arendt, 1963/2003). El mal realizado, estaría justificado en relación a un bien superior, invocando el ideal de la nación, de la patria e inclusive de Dios. En este sentido, la ética, a diferencia de la moral, instalaría en primer plano el lugar del otro y su interpelación frente a la cual hay riesgo, apertura, impredecibilidad y falta de certeza.

Por otro lado, investigadores/as posteriores han insistido en que la condición de posibilidad de responder a la interpelación del otro vulnerado, tiene una íntima relación con el trabajo de pensamiento de sí mismo y el valor en que queda ubicado el prójimo. El argumento arendtiano, que ha marcado en buena medida la discusión en torno a la ética en la actualidad, ha insistido en que la responsabilidad en situaciones límites o extremas, pasa por responder al otro a través de un acto, en donde el sujeto llevaría a cabo un diálogo consigo mismo y una decisión. Una forma de pensamiento en torno a sí mismo y la circunstancia vivida frente a la cual decidiría vivir a condición de no "traicionarse". Estos sujetos optarían por no colaborar ni hacerse cómplices en los procesos de deshumanización del otro, inclusive a riesgo de morir, en lugar de convivir con un enemigo interno el resto de sus vidas (Arendt, 2007; Butler, 2009).

El psicoanálisis, por su parte, en la actualidad ha hecho aportes significativos en la reflexión de la filosofía política y la ética (Butler 2009; Lacan 1994; Bleichmar, 2016; Aceituno, 2010; Cabrera, 2014). En el marco específico de la investigación en torno a los "actos anómalos", se ha planteado la dificultad y la reducción que implicaría ubicar el modo en que el sujeto se hace parte del lazo y la relación al otro, si se redujera este problema a las coordenadas constitutivas de la introyección de la figura parental y la construcción de la instancia super yoica. Más bien, dicha coordenada clásica, no solo se la reconoce como una reducción de la complejidad del problema de la ética, sino más grave aún, se considera que el acto ético tendría que entrar en conflicto no sólo con una moral abstracta, de las costumbres y la legalidad imperante, sino, para dar lugar al prójimo, será justamente necesario ir más allá del avasallaje del súper yo y el ideal, tanto como del dominio del fantasma y sus formas imperativas de goce (Lacan, 1959 - 1960; Belichmar, 2016; Aulagnier, 2007). El sometimiento al súper yo y al goce implicado en ello, vulneraría al otro frente a la crueldad de éste. En este sentido, se ha destacado la relevancia que tiene el momento anterior a la constitución súper yoica, la fundación de lo inconsciente y su relación con el yo. Se trataría de un tiempo fundamental referido a los primeros encuentros del ser humano con el reconocimiento, la diferencia y el cuidado del Otro del cual depende, en ese momento originario, totalmente. Por su parte, la condición para que dicho reconocimiento tenga lugar, sería la propia historia y experiencias de reconocimientos y el trabajo de subjetivación por y de ese Otro, al admitir su lugar - en tanto sujeto - inscrito en una cadena de dones y sometimientos, frente a los cuales estaría llamado a elaborar, traducir y transformar, cuando no cortar y limitar dichas determinantes. La consecuencia de ese trabajo psíquico, para decirlo con Freud, será generar las condiciones mínimas de un sujeto de deseo, así como tener el poder autoral de transmitir y generar espacios de libertad y reconocimiento al nuevo ser que adviene a la vida.

Teniendo en cuenta estas distinciones y contribuciones conceptuales, llamamos "acto anómalo" a una forma de orientación heurística, entonces, en tres direcciones. La primera, es que dada la relevancia de la interpelación del prójimo, el acto anómalo se inscribiría en el campo conceptual de las éticas situadas o éticas prácticas. Siendo esto así, sin embargo, se diferenciaría de ellas dado que supone que el acto que responde al otro no se encontraría en una diferencia estructural y cualitativa de la moral y la ética, sino que estaría dada por la complejidad, las tensiones, las reuniones y disyunciones parciales entre ellas, tal como se da en la vida social históricamente situada. En tercer lugar, a diferencia de la interrogación filosófica, el acto anómalo ubica su campo de indagación en las condiciones subjetivas, biográficas e históricas que el acto mismo cristaliza, cuando el que responde lo hace desde una biografía no siempre clara y distinta, sabida y transparente.

Theodor Adorno resume nuestras interrogantes con la claridad meridiana del filósofo en su Mínima Moralia: "no se puede vivir correctamente la vida equivocada." (1975/2001). Del sujeto de lo inconsciente y el prójimo ¿una posición imposible e insoslayable? Más bien, una decisión que actúa en el presente, re-escribiendo la historia y la posición del sujeto hacia otros y otras posibilidades futuras. Antes que un saber, una puesta a prueba.

 

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1 Este artículo se escribió con la adjudicación de un concurso PROA de la Vice Rectoría de Investigación y Desarrollo (VID) de la Universidad de Chile el año 2018 y en el marco de un proyecto de investigación FPCI (2017) dirigido por P. Cabrera. "Actos de desobediencia de militares y civiles en la dictadura cívico militar chilena (1973 - 1989)". En el equipo de investigación también participa Jazmín Kassis, Francisca Mendoza, María Paz Moraga y Lorenzo Alarcón.

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