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Revista Brasileira de Orientação Profissional
versão On-line ISSN 1984-7270
Rev. bras. orientac. prof vol.11 no.1 São Paulo jun. 2010
ENSAIO
O efeito orientador do psicodiagnostico
The guiding effect of psychodiagnostic interaction
El efecto orientador del psicodiagnóstico
Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina
RESUMO
Qualquer psicodiagnóstico pode ser considerado um diálogo contínuo e um acontecimento com efeito orientador. Da interação entre o psicólogo e o paciente surge uma relação especial e única com efeitos específicos caso o profissional não atue apenas como um coletor de dados senão como o outro ator no processo. Esta dualidade interativa não deve ser reduzida a uma exibição do passado ou a uma projeção recíproca. Em vez disso, ela deveria gerar uma ‘co-produção da subjetividade’ que permita algo novo acontecer. Esses acontecimentos produzem efeitos internos que podem dar um novo significado à vida da pessoa, oferecendo uma nova orientação para seu presente e sua situação futura.
Palavras-chave: Interação psicodiagnóstica, Intersubjetividade, Orientação.
ABSTRACT
Any assessment process can be seen as an ongoing dialog and an event that has guiding effects. The interaction between psychologist and client results in a unique relationship that has specific effects, if the professional acts not only as a data collector, but also as the other actor in the process. This dyadic interaction should not be reduced to a display of the past nor a mutual projection. Instead, it should generate a ‘co-production of subjectivity’ that should allow for something new to happen. These events can produce inner effects that can re-signify the person’s life, thus providing a new guidance for his or her present and future circumstances.
Keywords: Psychodiagnostic interaction, Intersubjectivity, Guidance.
RESUMEN
Todo proceso psicodiagnóstico, entendido como quehacer dialógico y acontecimiento, conlleva un efecto orientador. La inter-versión que se produce entre psicólogo y consultante es un hecho singular que puede inscribirse como novedad produciendo efectos, no sólo resultados, si el profesional lejos de ser mero recolector de datos se constituye en el otro actor del proceso. Ese entre-dos, no se reduce al despliegue del pasado o a la proyección de uno sobre otro, sino que genera una suerte de ‘co-producción de subjetividad’ favorecedora de acontecimientos con efectos subjetivantes que resignificarán la vida de las personas, orientándolas en sus circunstancias presentes y futuras.
Palabras clave: Interacción psicodiagnóstica, Intersubjetividad, Orientación.
El propósito de este artículo es promover una reflexión sobre el rol orientador del psicodiagnosticador así como sobre el efecto que conlleva todo proceso de diagnóstico en tanto quehacer dialógico y acontecimiento. Planteado el eje de la cuestión, cabe señalar que la perspectiva desde la cual se enfoca parte de considerar al psicodiagnóstico como un tipo de inter-versión (Muniz Martoy, 2005) que sienta sus bases en la situación de encuentro que produce el vínculo cuasi-diádico (Laín Entralgo, 1968) que se establece entre psicólogo y consultante.
El término inter-versión proviene de versar-entre y significa que al menos dos sujetos inauguran una novedosa forma de encuentro para subjetivarse, novedad que genera y habilita un espacio para pensar desde una óptica diferente lo que se descubre con otro en el proceso diagnóstico (Muniz Martoy, 2005).
Este tipo de inter-versión no se limita a lo cognitivo, a la objetivación propia del quehacer diagnóstico, se relaciona también con el operar; supone un hacer con otro (coejecución) que conlleva una actitud activa respecto a la búsqueda de respuestas. Así, significa versión que se produce y escribe entre dos.
En el contexto de tal coejecutividad la intervención del psicólogo, cuya práctica profesional promueve cambios en el consultante, requiere el uso de estrategias diagnósticas adecuadas para actuar en un tiempo acotado. Elaborar este tipo de estrategias en cada caso, constituye el primer desafío: el tolerar la incertidumbre que cada consultante promueve en los sucesivos encuentros (Muniz Martoy, 2005). Es posible que la mera aplicación de técnicas evaluativas según un esquema predeterminado termine empobreciendo la perspectiva clínica y orientadora, simplificando la complejidad de la subjetividad a investigar. Desde el primer contacto con el otro es necesario que la mirada del psicólogo pueda orientarse en búsqueda de soluciones novedosas y peculiares que permitan optimizar el encuentro con su singularidad. Al finalizar el proceso, otro desafío deberá enfrentar: el poder conjugar la rigurosidad científica con la creatividad (Mercado, 1999) que requieren la singularidad del otro y la complejidad de la inter-versión.
El marco conceptual de esta reflexión requiere establecer la dinámica que operan entre sí algunos de los términos más significativos implicados en el artículo. Orientación, proviene de orientar (hacer oriente, del lat. oriens,-entis: aparecer, nacer) y significa mostrar a alguien aquello que ignora y desea saber a fin de encaminarlo hacia un fin determinado. En sentido específico, suele asociarse al de vocación, que proviene de vocado (llamado, del lat. vocatio-onis: acción de llamar) y significa llamado interior. Así, la dinámica que se establece entre estos términos permite comprender que los llamados a ser y cómo ser, instituyen lo vocacional en la trama de cada historia personal (Real Academia Española, 1982; Gelvan de Veinsten, 2004).
Diagnóstico y pronóstico también se coimplican. El primer término corresponde a la diagnosis (del gr.: distinguir, conocer signos) conjunto de signos o indicios que sirven para fijar el carácter peculiar de una enfermedad, situación o persona. El segundo (del lat. prognosticum y éste de prognosis: conocimiento anticipado de algún suceso) es un término conjetural sobre algo futuro que, a partir de indicios, refiere cambios que pueden sobrevenir (Real Academia Española, 1982).
El rastreo etimológico de estos términos permite señalar una cuestión central: su significado alude a una epistemología indicial según la cual, una vez distinguidos los signos o indicios de un sujeto en el momento presente se puede conjeturar, por inferencia, acerca de lo por-venir. En ese espacio-tiempo que acontece proyectándose hacia el futuro encuentra sus raíces el efecto orientador del proceso psicodiagnóstico.
Desarrollo temático
El desarrollo temático se articula en torno a las cuestiones centrales de dicho proceso:
1ª. Cuestión: El quehacer psicodiagnóstico es un hecho singular que puede inscribirse como novedad en el sujeto y, según cómo suceda, no sólo producirá resultados sino efectos.
Los resultados son datos objetivos que están a la vista en la producción del sujeto obtenida con técnicas de evaluación; implican algo calculable. Los efectos, en cambio, son consecuencias que acontecen y se producen sin haberlas pensado previamente. No son un producto objetivo sino una resonancia subjetiva y su emergencia, aunque frecuente en los procesos diagnósticos de orientación, no siempre está visible en lo inmediato. Se trata de pensamientos, palabras, conductas inesperadas, emociones nuevas o sensaciones desconocidas que, por novedosas, pueden producir marcas subjetivas que distan de ser el mero despliegue del mundo interno en la transferencia. Cobran valor instituyente como nacimiento que surge en cada encuentro singular (Kacero, 2006).
Aplicar técnicas diagnósticas automáticamente, limitándose a dar consignas, lleva a inducir conductas mecánicas, repetitivas y escasamente implicadas sin dar lugar a ningún acontecimiento. No obstante, el encuentro con las técnicas puede generar por sí mismo conductas, reacciones, significaciones y desafíos nunca antes experimentados, reverberando efectos de los encuentros con hojas en blanco y de tantos otros impactos como, por ejemplo, el tener que pensarse desde otras identidades en el Cuestionario Desiderativo. Si no se sobreimpone la técnica y sus modos operatorios a lo que sucede en el vínculo que se establece, el psicodiagnóstico generará contextos simbólicos facilitadores de algún tipo de metabolización (Kacero, 2006).
Lo central de la cuestión es el riesgo a no dar cabida al surgimiento de algo nuevo: la aplicación sin más de las categorías empíricas, válidas desde el consenso y la estandarización, no abarca todo cuanto acontece en el proceso diagnóstico-orientador. Es necesario leer como un texto nunca antes producido, tanto los resultados de las técnicas como lo acontecido en lo vincular.
Cada encuentro dará cuenta de que se produce algo nuevo que no es simple repetición sino imprevisto, sin marca previa, diferente al mero despliegue de lo que estaba antes. Se genera un intersticio, un movimiento de apertura que jaquea la clásica noción de transferencia entendida como pura actualización de algo histórico (Muniz Martoy, 2005). Es que durante el proceso diagnóstico, el presente del consultante no sólo se constituye por condicionamiento de su pasado sino también como efecto de los sucesivos encuentros que va teniendo con las nuevas presencias: la del psicólogo, el ámbito que lo rodea y las técnicas administradas. Si bien su pasado lo condiciona no alcanza para explicar el desenvolvimiento que se va dando en su persona, expectante como está de esclarecimiento y orientación.
La novedad se constituye como el elemento básico de la orientación. Es necesario advertir que en los encuentros psicodiagnósticos se instituyen huellas que pueden convertirse en marca de apertura hacia nuevas formas de pensar y de sentir, generándose una suerte de transformación, un salto cualitativo equivalente a un cambio de significación que conlleva algo imprevisible y se constituye como acontecimiento en cada nueva vinculación. Se trata de un acontecimiento porque algo sucede de manera diferente al curso uniforme de los fenómenos; no es un saber previo ni algo experimentado sino algo imprevisto que no cabe en el saber sino en el suceder y sólo puede enunciarse después de haber sucedido (Kacero, 2006).
Quienes diagnosticamos orientando, tenemos evidencias de tal transformación y procuramos que algo quede dando vueltas en la mente de los consultantes para que lo que haya acontecido en nuestros encuentros produzca su efecto y se proyecte en sus vidas aconteciendo de verdad.
2ª Cuestión: El proceso orientador así implicado, conlleva intersubjetividad. Se trata de un quehacer en el cual el lugar y presencia del psicólogo cobra un relieve particular toda vez que, lejos de ser mero recolector instrumental de datos, se constituye en el otro actor o coejecutor del proceso en el que participa promoviendo nuevos significados-acontecimientos. A su vez, el consultante tampoco es receptor pasivo de las consignas del psicodiagnosticador sino que a él destina sus respuestas.
El diálogo así generado instaura un tipo de relación “cuasi-diádica” entre los protagonistas. “Cuasi” por la asimetría funcional de roles que requiere la objetivación diagnóstica (dimensión cognitiva) y “diádica” por el vínculo intersubjetivo que sustenta la coejecución del proceso diagnóstico (dimensión afectiva) (Laín Entralgo, 1968).
Desde esta perspectiva, el proceso diagnóstico-orientador conlleva la necesidad de reconocimiento y aceptación por parte del consultante quien la deposita en ese quehacer compartido: sus relatos y grafismos los narra y realiza en nuestra presencia, que no es igual a cualquier otra (Gelvan de Veinsten, 2004).
En ese espacio-tiempo compartido (consultorio, escuela u hospital) los diagnosticadores oficiamos de co-enunciadores y nuestra presencia producirá efectos toda vez que la co-participación activa del acontecer intersubjetivo genere un continuo de flujos, palabras, gestos y emociones que, anudándose, se convertirán en nuevos vectores de significación y experiencia.
3ª. Cuestión: ¿Qué es lo que se genera en ese ‘entre dos’?
La intersubjetividad descripta no se reduce al mero despliegue de la historia del consultante o a la proyección de un sujeto sobre el otro como si fueran dos mundos con límites precisos e independientes. Más allá de lo que se produce formal y funcionalmente entre ambos se desarrolla otro tipo de intercambios que constituyen un clima particular, tanto o más eficaz que el contenido informativo del intercambio verbal. De cómo se produzca el primer contacto dependerá la tonalidad del intercambio y su desenlace (Le Breton, 2002).
El intercambio de miradas que contienen deseos de saber, de entender, de establecer relaciones y otorgar significados, da cuenta de la emocionalidad implicada en el proceso diagnóstico-orientador. La mirada produce contacto porque se apodera de la cara del otro y se encuentra con su intimidad, por lo que el cruce de miradas es algo así como una palpación recíproca de la cualidad de ambas presencias. También la voz condensa la cualidad de la presencia del otro (Le Breton, 2002; Kacero, 2006).
Es fundamental que el consultante sienta que puede ubicarse en un lugar distinto al vincularse con el psicólogo quien le provee un espacio diferente para ser escuchado y mirado de otra manera y poder ordenar su historia. Un lugar de palabras y silencios, continuidades y quiebres, que van conformando la trama coejecutada del proceso psicodiagnóstico en el que ambos quedan marcados por la novedad que se produce escenificando una situación inédita (Kacero, 2006).
En este acontecer la presencia del otro reviste un carácter de ajenidad y el vínculo establecido produce un doble efecto subjetivante: (a) ambas presencias actúan simultáneamente; (b) el encuentro con el otro es un encuentro con el otro de uno. Tal co-presencialidad implica una co-evolución o circularidad creativa porque algo nuevo se crea y la dicotomía entre ambos se disuelve. El efecto que conlleva supone frecuentemente una suerte de “co-producción de subjetividad”.
Consideraciones Finales
El quehacer psicodiagnóstico es de naturaleza dialógica porque dos subjetividades se vinculan cognitiva y emocionalmente configurando un ámbito de intimidad. En este marco, la tarea del psicólogo consiste en investigar e interpretar los hallazgos dentro del contexto de acción en que se manifiestan, dejándose tomar por lo que el otro va revelando o develando de sí mismo en sus producciones y dejándose sorprender por la peculiaridad de lo que debe desentrañar (Mercado, 2001a, 2001b).
No hay aquí linealidad causa-efecto y nuestro quehacer puede promover acontecimientos ya que lo imprevisto no se anticipa en la continuidad de la vida psíquica y se presenta dando lugar a un momento inaugural no vivido hasta el presente. Sólo pensando en un sistema abierto de acción podremos admitir sucesos que no han tenido lugar previo y hacerles lugar: algo nuevo comenzará a anudarse entre gestos, palabras y movimientos que ocurren y transcurren en el ámbito de la intersubjetividad generada.
La coejecución del proceso, a la vez ‘acontecial’ y ‘actualizante’, implica tanto un ‘dar a luz’ como un acto ético signado por el reconocimiento y respeto del otro. Por esta razón, las interpretaciones diagnósticas – aún pautadas por las técnicas administradas – irán surgiendo como acontecimientos que nos extrañarán y sorprenderán por la dirección que irá tomando el pensar sugerido desde la creatividad implicada (Fernández Mouján, 1999).
Quienes tenemos la misión de orientar a jóvenes, asistimos a variadas manifestaciones de insight que en el transcurso del proceso diagnóstico dan cuenta del efecto orientador que conlleva. Frecuentemente dicen: “nunca me hubiera imaginado”, “pensé que eso no era para mí, pensaba que no podía”, “jamás pensé que tendría tanta dificultad”, “todo lo que me dijo me sirvió mucho, me despertó una vocación que no imaginaba”.
Estos ecos o efectos manifiestan una especie de terceridad creada en el vínculo. Nuestra presencia hace que algo se construya, algo así como una “marca de origen” que puede ser decisiva para el sujeto e iluminadora para nosotros a la hora de orientarlo sobre las circunstancias y modalidades vinculares que le serán más favorables en términos de salud, autonomía y flexibilidad.
Más allá del pedido explícito de una orientación vocacional, tras cada demanda psicodiagnóstica se abre paso la necesidad del sujeto de conocerse a sí mismo en medio de sus cambios y crisis vitales. Subyace en él un querer saber ensamblado con el sentido de su vida en la medida que su identidad implica conciencia de su mismidad y continuidad. Por eso, el insight que se produce constituye un hecho singular que puede inscribirse como novedad en la continuidad de la vida de una persona (Kacero, 2006).
Pero cuando el objetivo específico del proceso diagnóstico es la orientación vocacional-profesional, la identidad buscada por el joven será la proyección en el hacer de su identidad personal, resultado de continuas síntesis de su yo en pos de la misma. No son entonces los resultados de los tests los que resolverán su inclusión en alguna carrera sino el abordaje de sus estilos de ser y de hacer, de sus creencias y valores, bagaje con el que el consultante va proyectando su propio modo de ser y hacer. Los anudamientos entre el ser-siendo, el ser-haciendo y el hacer-siendo (Gelvan de Veinsten, 1994, 2004) producidos durante el proceso de orientación son los que generan el efecto (no el resultado) del encuentro consigo mismo bajo una nueva modalidad, a veces impensada.
El enfoque presentado promueve tales acontecimientos advirtiendo la inconveniencia de escudarse tras resultados obtenidos técnicamente. El efecto orientador pretendido es que el consultante tome conciencia de que al elegir qué hacer está eligiendo quien ser. Su orientación vocacional-profesional, entramada con la búsqueda de su identidad, dependerá de los efectos más tangibles generados durante el acontecer diagnóstico.
Así enfocada la compleja tarea diagnóstica-orientadora es un desafío para la creatividad. El anoticiamiento producido como efecto del acontecer implicado se vincula con lo que el pintor Magritte dijo sobre la creación: se trata de encontrar una coincidencia entre dos situaciones no establecida con anterioridad. Este factor de sorpresa o novedad actúa a la vez como causa y efecto, produciendo y ayudando a configurar nuevas situaciones en procura de alternativas novedosas o soluciones nuevas. En el contexto de la orientación la creatividad cumple, entonces, una función de corte muy especial: la de cortar la rigidez de estructuras para generar encrucijadas (Lunazzi de Jubany, 1992; Fernández Mouján, 1999).
Los psicólogos requerimos esta competencia para ser eficaces orientadores ya que con frecuencia coincidencias entre situaciones no establecidas con anterioridad nos salen al encuentro. Debemos prepararnos para saber qué hacer con ellas y cómo asumirlas a fin de que produzcan los efectos de insight subjetivantes requeridos para orientar y resignificar la vida de las personas (Mercado, 2001a, 2001b).
El problema es que a veces pensamos en la necesidad de crear un álgebra que pueda relacionar en un mismo orden de cosas los pequeños detalles con las grandes razones pero en el momento de develar su sentido el álgebra no acude en nuestra ayuda. Aquí la teckné debe dar paso a la poiesis, éste es el gran desafío: saber vincular el rigor científico con una suerte de ciencia poiética para poder lograr la co-producción de subjetividad que requiere todo proceso orientador (Silberstein, 2001; Tustin, 1989; Mercado, 2001a, 2001b).
Referências
Fernández Mouján, O. (1999). La creación terapéutica. Actualidad Psicológica, 24(261), 2-5. [ Links ]
Gelvan de Veinsten, S. (1994). La elección vocacional ocupacional: Estratégias y técnicas (2a ed.). Buenos Aires: Marymar. [ Links ]
Gelvan de Veinsten, S. (2004). La familia: Punto de partida para la futura elección vocacional-ocupacional de los hijos. Psicología & Psicoanálisis & Salud Colectiva, 1, 68-80. [ Links ]
Kacero, E. (2006). El Psicodiagnóstico como acontecimiento. Psicodiagnosticar, 16, 15-22. [ Links ]
Laín Entralgo, P. (1968). La relación médico-enfermo. Madrid: Revista de Occidente. [ Links ]
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Tustin, F. (1989). Barreras austistas en pacientes neuróticos (J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. [ Links ]
Recebido: 03/04/2009
1ª Revisão: 01/12/09
Aceite final: 22/12/09
1 Endereço para correspondência: Endereço para correspondência: Agüero 1948, 10º B, 1425 Buenos Aires, Argentina . Fone: 54 - 11- 4825-1782. E-mail: beam@arnet.com.ar.
Sobre os autores
* Beatriz Elena Mercado, es Licenciada y Doctoranda en Psicología. Coordinadora de la Carrera de Especialización en Evaluación y Diagnóstico Psicológico (Posgrado de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la USAL). Directora de la Carrera de Psicología de la Universidad Católica de La Plata (UCALP). Asesora en temas relacionados a la Acreditación de las Carreras de Psicología.