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Diversitas
versão impressa ISSN 1794-9998
Diversitas v.4 n.2 Bogotá dez. 2008
Convivencia familiar: una lectura aproximativa desde elementos de la psicología social
Familiar coexistence: a reading from elements of social psychology
Erico Rentería Pérez*; Esperanza Lledias Tielbe; Alba Luz Giraldo
Universidad del Valle, Cali, Colombia
RESUMEN
El artículo presenta una síntesis reflexiva basada en una investigación realizada en Cali (Colombia) sobre convivencia familiar en un sector de escasos recursos de la ciudad. Se propone una lectura desde la Psicología Social, tomando como referencia algunos elementos del Interaccionismo Simbólico como soporte interpretativo para un estudio cualitativo. Los resultados muestran que existen una serie de lecturas de la convivencia familiar que se cruzan y entrecruzan en la construcción de realidad por parte de las personas implicadas y que tales versiones no necesariamente son coincidentes con los discursos hegemónicos sobre convivencia y violencia. De esta manera se abre la posibilidad de visiones más amplias de cómo se construye la realidad y se puede abordar una problemática tan importante como ésta.
Palabras clave: Interaccionismo simbólico, Psicología social, Convivencia familiar.
ABSTRACT
The article presents a reflexive synthesis based on a research developed at Cali (Colombia) on Family Cohabitation in a poor region of the city. It´s proposed a reading from Social Psychology, using as references some elements from Simbolic Interacionism as an interpretative support for a qualitative research. Results suggest the existence of a series of readings on Family coexistence that go across on the construction of reality made by people imply, and that those versions not necessarily are coincident with hegemonic discourses on cohabiting and violence. This way it´s opened the possibility of other wider versions on how reality is being constructed, and how to board an important problematic as this.
Keywords: Simbolic interactionism, Social psychology, Family cohabitation.
Introducción
Una problemática social que actualmente genera múltiples interrogantes por las dinámicas que se le atribuyen es la referida a la convivencia familiar, que se constituye un fenómeno importante de estudio, el cual, al ser analizado desde abordajes interpretativos no hegemónicos usados tradicionalmente para su comprensión, permite ampliar los repertorios interpretativos de realidades sociales. En el marco de los programas municipales de gobierno de Santiago de Cali (Colombia), específicamente el de Apoyo a la Convivencia y Seguridad Ciudadana financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se llevó a cabo una investigación tipo consultoría correspondiente a un diagnóstico sobre elementos que facilitaban o inhibían la convivencia familiar desde la percepción de diferentes actores sociales implicados en la problemática en las comunas 13, 14, 15 y 21 del sector conocido como Distrito de Aguablanca (Lledías, 2001). Los resultados de la investigación se propusieron como insumo para el diseño posterior de intervenciones futuras y el perfeccionamiento de las existentes, con el propósito de buscar el mejoramiento de las relaciones de convivencia en los hogares del sector referido.
Si se parte del objetivo de la consultoría, se planteó la siguiente pregunta de investigación como una primera aproximación: ¿cuáles eran los elementos que en la percepción de los habitantes de las comunas 13, 14, 15 y 21 facilitan o inhiben la Convivencia Familiar? Para dar respuesta a este interrogante, se elaboró una propuesta de investigación de tipo cualitativo, que permitiera explorar y determinar los elementos que facilitaban la convivencia en el hogar o incidían en su deterioro. Debido al interés del equipo investigativo en privilegiar la intersubjetividad (Davies & Harré, 1990; Spink, 2000), como un elemento de la construcción de la realidad social se consideró necesario plantear una aproximación de tipo cualitativo para destacar las lógicas relacionales y la construcción de sentidos, privilegiando las voces y las vivencias de los actores (Wertsch, 1993; Wetherell & Potter, 1996; Arcury, 1988; Spink & Frezza, 2000), lo que permite la comprensión de la convivencia familiar desde una ángulo diferente al de la violencia y por esto se brinda una base reflexiva y una mirada alternativa, construida desde diversas fuentes que transcienden la mera explicación unicausal y, al mismo tiempo, confronta modelos ideales de familia.
Los participantes correspondían a personas que vivían en sectores de la ciudad considerados como marginales; por tratarse principalmente de personas con historias de desplazamiento, se genera estigmatización hacia dicha población con percepciones tales como que en estos sectores se aumenta el riesgo de aparición de conflictos por lo tanto, se convierten, por sus condiciones especiales, en un laboratorio para trabajar las dificultades de la convivencia.
Método
Teniendo en cuenta el objeto del estudio y el enfoque conceptual, se consideró que la metodología de trabajo cualitativo permitía un acercamiento más adecuado a los sujetos y a la información, debido al reconocimiento de las personas como constructoras de sus propios saberes y explicaciones de su situación y condiciones. En este sentido, se buscó la interpretación de la realidad social, estudiada en su forma natural y según el dinamismo de la vida social (Kielhofner, 1983; Schneider, Hastorf & Ellsworth, 1982). De tal manera se generó un proceso riguroso, en el que se fue sometiendo a prueba el mismo proceso con los sujetos participantes. La investigación constó de tres momentos: diseño y aprobación, gestión de obtención de información y análisis de la información. Estos tres momentos, de manera articulada, se constituyeron en componentes permanentes del proceso, aunque cada uno tenía un énfasis definido durante todo el hacer investigativo.
La recolección de información se trabajó en tres niveles. El primero se basó en la revisión documental (Spink, 2000) y en recolección de información sobre la temática de convivencia familiar en las comunas de interés y en Cali, en general. Este nivel brindó una mirada sobre el objeto de estudio abordado desde instituciones que han generado documentos producto de investigaciones o de sistematizaciones de experiencias sobre el tema como, por ejemplo: Maldonado (1993), Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. (1996), Alcaldía de Santiago de Cali (1998), Tenorio (1999) Arango y Campo (2000), Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (2000), Moser y Shrader (2000), Presidencia de la República, República de Colombia (2000), Profamilia (2000), Muñoz y Barreto (1999), ABACOM (2001)1. Las fuentes para el análisis documental fueron de tres tipos: documentos que surgen como resultado de procesos de investigación, sistematización, informes institucionales en cualquier nivel de producción; y textos resultantes de visitas a instituciones que desarrollaban en ese momento actividades relacionadas con el eje familia; y entrevistas a investigadores que por su grado de experticia en el tema aportaron lecturas actualizadas sobre la temática.
El segundo nivel de información corresponde a las versiones de personas reconocidas como líderes por su trabajo en la comunidad, quienes aportaron una mirada desde el hacer en las comunas 13, 14, 15 y 21. En este nivel, la entrevista individual en profundidad se constituyó en la técnica que permitió conocer la forma en que los sujetos construyen o se posicionan (Davies & Harré, 1990) desde su subjetividad organizando su entorno y orientando su comportamiento. En este sentido, las entrevistas fueron fundamentalmente una experiencia de compartir los sentidos que construye una persona (Spink, 2000) que deja de ser externa y se involucra en la cotidianidad de la comunidad, teniendo la posibilidad de reconstruir la experiencia de la convivencia familiar desde una perspectiva organizada diferente.
El tercer nivel de información contiene las percepciones de grupos de personas que viven y comparten su cotidianidad en las comunas ya mencionadas. Estos niveles de información permitieron tener acceso a diferentes versiones de la convivencia familiar para construir una percepción del asunto desde diferentes miradas que se complementan. En este nivel se utilizó la técnica de grupos focales, que permitió recolectar en poco tiempo y en profundidad un volumen significativo de información cualitativa sobre las percepciones o versiones sobre la convivencia familiar que tenían habitantes de las comunas de interés, a partir de la discusión con grupos de ocho a doce personas, guiadas por dos o tres facilitadores en cada caso.
En cuanto al proceso de organización, análisis e interpretación de la información, la técnica básica utilizada en las diferentes fases y derivada de los tres frentes de trabajo fue el análisis de contenido (Bardin, 1977). Como una forma de hermenéutica controlada basada en la inferencia, el análisis de contenido como esfuerzo de interpretación oscila entre los dos polos del rigor de la objetividad y el de la fecundidad de la subjetividad. El mayor interés de este instrumento polimorfo y polifuncional, desde la perspectiva de Bardin, reside más allá de sus funciones heurísticas y verificativas en el constreñimiento impuesto para alargar el tiempo de latencia entre las intuiciones o hipótesis de partida y las interacciones definitivas. Al desempeñar el papel de técnica de ruptura, como proceso, obliga la observación de un intervalo de tiempo entre el estímulo-mensaje y la reacción interpretativa, lo que facilita el ir y volver sobre los textos revisados o producidos con los entrevistados.
Marco de referencia conceptual
Algunos elementos del Interaccionismo Simbólico
El estudio privilegió la ínterexperiencia, en la cual, a partir de la interacción y el intercambio de significados entre las personas, se configuran los procesos y los objetos en función de los cuales se construyen las formas de dar sentido en el cotidiano (Spink & Frezza, 2000); con base en esto se tomaron elementos del interaccionismo simbólico desde la perspectiva de la Psicología Social (Bazilli, Rentería, Duarte, Simões, Feitosa & Rala, 1998), que centra su interés en la forma en que los seres humanos interactúan para dar cuenta de sus propias construcciones y contextos. Este abordaje permitió ubicar la convivencia familiar como un espacio de construcción de vida en común (Boissevain, 1987) que no se puede calificar como positiva o negativa en sí misma, o imponerle adjetivos sin tener una referencia generalmente equivalente a la posición exclusiva del investigador (Rentería, 2004).
En este sentido, el escenario amplio de indagación eran las relaciones que surgen de la interacción social de los miembros de la familia en la que se construyen e intercambian sentidos y significados en un contexto particular, en aras de visibilizar elementos que facilitaban y que inhibían la convivencia familiar. El espacio de dicha interacción e intercambio se focalizó hacia lo que se constituye como convivencia familiar, entendiendo por ésta el proceso cotidiano de interacción de los miembros de un grupo familiar en el que se reconocen, se fortalecen, se elaboran, se construyen o se transforman sus vínculos creando un espacio común que posibilita la existencia.
Las relaciones familiares se consideran de forma sistémica en el sentido pluralista de abordajes de lo social armónicos o dialécticos (Rentería, 2004). Es decir, no como la sumatoria de la experiencia individual de sujetos aislados o de colectivos uniformizados, sino como sistemas dinámicos en los que no es posible acceder a la comprensión de un elemento aislado del proceso separándolo del contexto (Boissevain, 1987). Por el contrario, la percepción de la totalidad es la que permite acceder a la construcción de sentido. De esta manera se estima que al hacer la lectura de dichos sentidos y significados que circulan en la interacción familiar se considera el contexto como fuente de significados, siendo en la interacción de lo individual cotidiano en la que se crean y se recrean las significaciones de lo que constituye la convivencia familiar. Se trata, entonces, de un proceso reflexivo derivado de la relación dialéctica entre lo individual cotidiano y el contexto.
Dichas reflexiones se construyen desde la experiencia inmediata de los individuos y se toman referentes del pasado y proyecciones futuras que en una situación presente por medio de las acciones comunicativas (Habermas, 1987) organizan el sentido de la interacción desde el aquí y el ahora (sin quedarse en él), haciendo referencias inmediatas desde la vivencia que se reflejan en las acciones grupales y colectivas. Los seres humanos tienen una mente (Mead, 1993) que emerge en la solución de problemas, lo que implica la posibilidad de escogencia y la selección de cursos de acción para lograr soluciones. Esta capacidad de elección hace parte de la condición humana de alguna manera, en el sentido de acción propuesto por Arendt (2002). El contenido de las escogencias está basado en las experiencias subjetivas de las personas.
Aunque gran parte de las experiencias humanas se construyen y desconstruyen desde la interacción no se puede afirmar que es ésta es la única forma en que se configura la experiencia; vale la pena anotar que el comportamiento humano mantiene un grado de indeterminación que no incluye la presencia de hábitos o constancias en las interacciones, por lo que se considera que hay condiciones y factores previos a la interacción, no siendo posible predecir totalmente cómo influyan en el transcurso de ésta.
La comunicación unifica en cierta medida el repertorio de escogencia. Esto no sería posible sin la presencia del lenguaje que se entiende como un conjunto de símbolos significantes (Bazilli et al., 1998), que son aquéllos que tienen sentido, tanto para el que habla como para el que escucha. De esta manera, a través del proceso de interacción, en el cual los individuos se comunican simbólicamente, teniendo un conocimiento previo de dichos símbolos, que requiere procesos mentales de comunicación y reflexión, las personas construyen su realidad social. Es decir, los objetos están presentes en el mundo real y lo que importa es el modo en que los actores los definen, en que les asignan significados, según su utilidad, y los aprehenden e interpretan en la socialización y en la interacción.
En consecuencia, desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, la interacción es posible a través del lenguaje como sistema de significados compartidos que implican, al mismo tiempo, un sistema de comportamientos compartidos desde una perspectiva social amplia por implicar, valga la redundancia, un sistema de símbolos significantes (Bazilli et al., 1998). Por lo tanto, se parte del supuesto de que comunicación e interacción social son virtualmente sinónimos, ya que el lenguaje se ve típicamente como el vehículo primordial de la comunicación humana y la comunicación es el insumo de la relaciones.
Para Mead, considerado como el iniciador del Interaccionismo Simbólico (Blumer, 1969; Bazilli et al., 1998), el lenguaje tiene un papel fundamental en la construcción de la realidad social. Para él la persona no sólo surge de un contexto social, sino que también es, en sí misma, una construcción social y una estructura social. De tal modo que para constituirse como tal, además de asumir la actitud de los otros aisladamente, debe adoptar la actitud de la comunidad o grupo de la que forma parte como un todo. De esta manera, Mead (1993) sitúa el campo de la identidad no sólo en el nivel de las relaciones interpersonales, sino también en el de la organización social y la cultura. Aquí se introduce la categoría del otro generalizado referida principalmente a los grupos de referencia (Tajfel, 1984) de las personas y que es fundamental en la construcción del self2, en tanto entidad auto-reflexiva. El otro generalizado es una construcción de significados colectivos que permiten la estabilidad de las instituciones y de los imaginarios colectivos como por ejemplo: el matrimonio, la familia, los hijos, los hombres, etc. Es decir, hay unas relaciones de doble vía entre la persona y sus grupos sociales de referencia que en los que se generan sentidos y significados a partir de la interacción en los contextos particulares, a través de acciones comunicativas que permiten entablar una conversación entre individualidades al tener acuerdos sobre símbolos significantes validados en acuerdos colectivos.
Lo anotado anteriormente se relaciona necesariamente con una concepción de lo social y con la sociedad como contexto privilegiado en el que tienen cabida las interacciones y sus productos. La sociedad es concebida como tejido de comunicación, como sinónimo de interacción, siendo resultante de influencias recíprocas entre las personas, en la medida en que interactúan reconociendo las características reales o atribuidas entre ellos. El hecho de reconocer la comunicación como elemento constituyente de lo social, obliga a realizar consideraciones éticas con el propósito de aclarar las condiciones o reglas que le rigen y consideran al ser humano como potenciador, creador y recreador de realidades.
Categorías relacionadas con la convivencia familiar
En aras de los aportes de este enfoque interpretativo se optó por la presentación de algunas categorías relacionadas con la convivencia familiar a la luz de otras que tipifican el sistema explicativo del interaccionismo simbólico, tales como las siguientes: por una parte, la familia se entiende como una forma organizativa (Rentería, 2004; Rentería & Carvajal, 2006) particular en la que es posible identificar interacciones e, igualmente, experimentar e interpretar diversos tipos de papeles, normas, acuerdos de convivencia, así como el mantenimiento o la reproducción de la dinámica social mayor en la que está inmersa. Asumir la familia de esta forma permite considerar diferentes formas de agruparse, por parte de las personas para construir un espacio de existencia compartido, mediado por vínculos afectivos y por la construcción del compartir cotidiano. Lo anterior amplía el panorama sobre las concepciones hegemónicamente tipificadas de familia.
La socialización es vista como un proceso continuo que ocurre a lo largo de toda la vida y el cual considera que la interacción es en sí misma socialización, aunque la socialización en los primeros años de vida tenga una significación particular. Para el Interaccionismo Simbólico a diferencia de otros enfoques; esto significa que la socialización acompaña toda la vida de la persona, en relación con diferentes grupos, circunstancias y contextos en los que vive (Bazilli et al., 1998).
En la convivencia familiar las personas aprenden algunos significados y gran parte de los símbolos que les permiten ejercer su capacidad de pensamiento, por lo que es posible modificar su repertorio al usarlo en la acción y en la interacción sobre la base de la interpretación de la situación, ya que en la interacción social las personas amplían sus horizontes de sentido y así su capacidad de acción. En este sentido conocer las versiones (Spink, 2000) sobre convivencia familiar implicó, en la investigación original y en las reflexiones posteriores, conocer sentidos y significados que circulan en las personas que participaron del estudio.
La interacción familiar es el proceso que posibilita un espacio común negociado de construcción de significados entre los miembros de forma interactiva y simultánea. Para el interaccionismo simbólico la interacción es el espacio, la unidad que posibilita el self y la sociedad: por medio de la interacción y la simbolización se generan ambos, se mantienen o cambian permanentemente. La interacción social es pues lo que posibilita una realidad negociada.
Uno de los postulados básicos del interaccionismo simbólico es que en la medida en que el significado se deriva del proceso interpersonal implica que la realidad es definida por medio de este proceso más que independientemente de él (Bazilli et al., 1998). Si se considera lo anterior, la realidad familiar es construida por los miembros del grupo familiar; negocia por medio de acciones comunicativas los significados, en un proceso cotidiano de intercambio de informaciones y vivencias que construye y consolidan vínculos entre los miembros de la familia, fortaleciendo o no las relaciones y orientando las acciones de los proyectos en común.
Por ser un compartir constante de experiencia en que las personas se exponen como singularidades concretas, la realidad familiar también es un proceso de construcción, de evaluación y de renovación de las relaciones de los miembros de la familia. Este proceso está permeado de intereses, afectos, actitudes, roles y otros elementos que dinamizan la convivencia cotidiana, por lo que forman alianzas, divergencias y tensiones. Esto hace que la convivencia familiar sea un lugar de conflicto potencial y de diversas formas de manejarlo o solucionarlo, que permiten la formación de patrones que identifican la convivencia de determinado grupo familiar.
En un enfoque como el interaccionismo simbólico la convivencia está relacionada con conceptos que contribuyen a su explicación tales como: la socialización, el significado, la definición de situación y el concepto de papel. El proceso de socialización, como se mencionó anteriormente, se inicia cada vez que se hace parte de un nuevo grupo o de alguna nueva forma de organización social, de nuevos patrones de interacción, así como cuando se pretende alguna forma de cambio social. Con base en este enfoque, la persona es socializada, en parte, por el hecho de responder a las expectativas de los otros y en la experimentación de papeles en el proceso general de interacción, que es en sí mismo una experiencia de socialización.
En cuanto al concepto de significado, la comunicación humana, por ser simbólica necesariamente implica abordar significados. En el espacio de interacción familiar se construyen significados propios que permiten a los miembros de ésta hacer lecturas de la realidad, que otros miembros del grupo pueden reconocer como significantes. Los símbolos y los significantes son resultantes de la interacción. Las personas reaccionan a los símbolos, en términos de los significados que llevan como predictores de su propio comportamiento y del comportamiento de otros. En este sentido, el papel de los símbolos significantes es ayudar a organizar el comportamiento y permitir que los actos se completen en el curso de la interacción, en el contexto del grupo familiar al que pertenecen. Por definición el significado es comportamiento más que puramente ideativo, inherente a alguna cosa, o residente en el sonido, movimiento, o adorno que puede referirse a alguna cosa (Bazilli et al., 1998, p. 38).
La definición de situación es propuesta por el interaccionismo simbólico para referirse a los productos del proceso de simbolización, en la medida en que toda situación de interacción social debe ser simbolizada, antes de generar cursos de acción, comportamientos, decisiones, etc. Según Striker y Statham (1985), para el interaccionismo simbólico, la definición de situación concentra su atención en aquello que sobresale de un conjunto interactivo y permite la organización preliminar de acciones apropiadas a este conjunto. Si se parte de esta perspectiva, la cultura especifica lo que es relevante para el comportamiento orientado a objetivos y también a lo que es significante para la interacción; esto moldea su especificación en términos de lenguaje de símbolos.
Está implícito el hecho de que algunas veces hay definiciones culturalmente dadas para ser aplicadas cuando las claves apropiadas sean percibidas. El proceso de la definición de la situación, ocurre, básicamente según los autores mediante la generación de categorías o términos de clase que en verdad son símbolos con sentido y características compartidas y que al final sirven como claves y elementos para la organización del comportamiento.
Lo cultural es un referente que marca la interacción familiar, ya que permite identificar modelos o patrones de comportamientos relevantes para la convivencia familiar que se expresan con base en la experiencia individual como conceptos o juicios sobre la forma en que se debe compartir en familia; se significan situaciones como ideales que influyen desde el deber ser en el comportamiento de los miembros del grupo familiar, por ejemplo, el diálogo, la comunicación, la armonía son referentes que se aprehenden como características obligadas de la cotidianidad.
En cuanto a los papeles, como se mencionó anteriormente, en la interacción con el grupo familiar se experimentan y se aprenden papeles básicos que facilitan o dificultan la convivencia dentro y fuera de la familia. Los papeles pueden ser definidos como formas de categorizar comportamientos sociales o como formas simbólicas de representar la interacción y localizar el self. Para el interaccionismo simbólico se trata de una forma particular de lenguaje categorial ligada a la noción de posición, aplicable de manera amplia a cualquier categoría social de actores.
Los papeles son sociales en el sentido específico de que no es posible hablar sensiblemente sobre una posición sin, por lo menos hacer referencia implícitamente a la posición de otros. No puede haber profesor sin alumno, rebelde sin establecimiento. Cualquier posición asume la contra posición cualquier papel asume el contra papel & #91;...] las personas son ciertamente, típicamente categorizadas, no en términos de una posición única, sino en términos de múltiples posiciones, incluyendo algunos conjuntos que proveen significados no claros de organización de respuestas debido a que contienen expectativas contradictorias (Bazilli et al. 1998, p. 323).
Es importante resaltar que el concepto de papel en el interaccionismo simbólico implica su existencia en grados diferentes de concretización y consistencia. Un papel es significativo para una persona, en la medida en que se sienta identificado o atraído por él. La persona que asume un papel es porque de cierta manera ha entrado en un proceso empático en el que desea asumir el papel del otro para ver el mundo de la manera en que él lo ve; he aquí la importancia de que los miembros de una familia tengan referentes claros y atrayentes que les permitan identificar papeles que puedan asumir dentro del grupo familiar. A través de la identificación de papeles significativos se perpetúan las diferentes estructuras familiares, replicándose en la formación de grupos familiares con características similares.
Los papeles que son asumidos tienen como elemento constitutivo imaginarios de papeles que se construyen en la interacción social y que se conceptualizan en el sentido de Mead como el otro generalizado. Esto hace que no sea necesario tener una persona dentro del grupo familiar que asuma el papel elegido para que cualquiera de los miembros de la familia se identifique con X o Y papel. El papel se construye desde la interacción simbólica.
Los contextos familiares se refieren a los escenarios de relaciones y procesos exógenos a la familia que están en permanente comunicación en ella, en una relación de doble vía. Dichos escenarios se crean y recrean en la familia como procesos sociales, económicos, culturales e históricos. Al igual que se considera el territorio como una categoría relevante en los contextos familiares por ser el escenario en el cual los individuos se reconocen, se construyen y se identifican.
Resultados
Respecto a la revisión documental
En términos generales se puede observar que el tema de la convivencia familiar ha alcanzado un estatus y una relevancia fundamental en el diseño y en la ejecución de las políticas sociales en los países de América Latina. Esto se debe a varios factores, entre los que se resalta generalmente el aumento vertiginoso e incontenible de la violencia urbana en las ciudades del continente y el dramático aumento de la pobreza. Se observa cierta tendencia en los estudios de América Latina de priorizar la relación entre pobreza y violencia como condiciones sociales que ocurren en relaciones de causalidad, mas no desde la perspectiva de las representaciones sociales. Lo anterior se ratifica cuando se encuentra que se privilegian los estudios de gran cubrimiento poblacional, lo que obliga a los investigadores a hacer uso de los métodos cuantitativos apoyados en la estadística que les permita ser consecuentes con este tipo de demandas, tal como se evidencia en la proliferación de los estudios epidemiológicos.
En este sentido, la violencia se ha convertido en el paradigma dominante desde el cual se intenta comprender la realidad familiar, y los diagnósticos y las estadísticas nos informan permanentemente de ello; sin embargo, el predominio del enfoque general de la violencia tiene limitaciones para dar cuenta de la compleja realidad familiar e incluso podría limitar las posibilidades no sólo de comprensión, sino también de acción sobre la familia.
Los hallazgos muestran que muchos de los interrogantes que guían los procesos de investigación en nuestro medio se circunscriben a lógicas del análisis social, centradas en el diagnóstico y en la detección de la anomia social. Es decir, desde cierta distancia se observa la tendencia en los estudios generales a identificar el conjunto de situaciones problemáticas que se deben entrar a corregir, mientras se deja de lado la posibilidad de enfocar la lectura de la realidad familiar desde la perspectiva de los procesos complejos que subyacen a ella. Sin embargo, la perspectiva del conflicto abre la posibilidad de analizar las relaciones que suceden en las familias como espacio de construcción social y como un escenario en el cual los conflictos también se resuelven de manera positiva. Es decir, hay un desenvolvimiento de los conflictos que hace que se produzcan diversas formas de fortalecer las relaciones que se movilizan en las familias. En esta misma línea se concibe la familia como parte del tejido social y el contexto como el marco de referencia en el que se desarrollan las interacciones.
Desde el punto de vista de los desarrollos jurídicos, se cuenta con un importante conjunto de normas que apuntan a garantizar la protección de los derechos de los miembros del grupo familiar. Estos preceptos son tenidos en cuenta como marco global y son reportados en varios de los documentos analizados. Sin embargo, vale la pena preguntarse por el conocimiento, la comprensión, la apropiación y la aplicación real que tienen de ellas los ciudadanos, los profesionales y los líderes quienes trabajan sobre aspectos de protección y desarrollo familiar. Igualmente, es importante preguntase sobre la efectividad de estos marcos jurídicos y las representaciones y los sentidos que los miembros de las familias hacen de ellos. El marco jurídico también se puede considerar como un elemento de presión social que sustenta prejucios sobre los papeles formalizados de los miembros familiares, protegiendo la familia como una institución que se debe preservar a pesar de los efectos y las manifestaciones que los conflictos generan sobre los individuos.
De una forma más detallada en la revisión documental se resaltan los siguientes aspectos:
• Desde el punto de vista de las investigaciones disponibles sobre el tema de la familia se confirma que aún no existen bibliotecas y centros de documentación especializados que reúnan toda la producción local sobre el tema de la familia. Las instituciones no cuentan con documentación sistematizada disponible sobre sus procesos de atención e intervención institucional. A esto se suma que los objetos de la intervención no son, en algunos casos, propiamente la familia, sino algunos miembros de ella.
• Es notable la diferencia que existe entre la producción investigativa de los centros académicos universitarios y las organizaciones que desarrollan programas de intervención social familiar. En ambos cosas se resalta de manera significativa las investigaciones sobre los llamados factores protectores3.
• Otro elemento de énfasis trabajado en los estudios es la violencia en general o algunas de sus formas de presentación. Esto se hace de manera detallada, puesto que se incluyen enfoques, conceptos, manifestaciones, víctimas y victimarios, tipos de agresiones y proceso de atención.
• Finalmente, es importante mencionar que, en su mayoría, los estudios consultados no abordan cualificadamente las relaciones entre la convivencia familiar y las dimensiones como: el espacio socio-territorial, la perspectiva de género, la dimensión étnica, la dimensión socio-económica, los procesos de urbanización, las procedencias de la población, las representaciones e imaginarios sobre la familia, los conflictos, lo generacional y la dimensión política.
Versiones de los especialistas (elementos que facilitan la convivencia)
Al igual que en la revisión documental y por influencia de los marcos referenciales que emplean, la convivencia se conceptualiza y se reporta desde un ideal del deber ser para las familias. Se presentan dificultades para percibir los elementos que, desde el cotidiano, brindan las realidades familiares, debido a que permanentemente se comparan dichas realidades con el ideal referencial que tenga el profesional. De igual forma, la familia es percibida desempeñando múltiples papeles ideales que involucran lo afectivo, la protección y la socialización, a través del aprendizaje de normas, valores, conductas. Esto genera una tensión entre la realidad vivida por los entrevistados en las comunidades y la expectativa de éstos frente al desempeño de los diferentes grupos familiares.
El elemento positivo que aporta la familia a la convivencia armónica es su funcionalidad, desde este punto de vista, la familia debe cumplir con su papel de normalizador de los individuos, lo cual tiene impacto en la configuración de lo social. El papel asumido y esperado del padre cuando se percibe como positivo se hace desde una concepción ideal; en este sentido, el padre, como figura y como modelo, es permanentemente evocado en las descripciones del papel esperado, lo que es referido a través de los relatos sobre las búsquedas de compañero, por parte de las mujeres, quienes constantemente construyen pareja en función de formar familia. De igual forma, el papel de la madre, construido desde lo ideal, como la encargada de la socialización de los hijos, es percibido como un elemento positivo que aporta a la convivencia familiar, a la estabilidad, por ser referente de afecto y cuidados necesarios para suplir las necesidades básicas del grupo familiar. La claridad de los papeles de los diversos miembros de la familia, especialmente del padre y de la madre, influye positivamente en los logros de permanencia, armonía y bienestar familiar.
Los elementos positivos de la convivencia son interpretados como el repertorio de las familias para comprender, asumir, explicar y valorar las relaciones basadas en prácticas de diálogo, tolerancia y capacidad para tomar distancia del entorno violento en el contexto familiar. También en los relatos se encuentran interpretaciones del conflicto como un elemento que dinamiza la convivencia, no necesariamente desde su resolución
La situación, entendida como el deber ser de la familia, incluye el mejoramiento de las condiciones de vida a través de la consecución de metas. De igual forma, se destacan como elementos facilitadores en este nivel las prácticas religiosas como referentes de códigos morales (contenidos de orden ético), de un buen ejemplo y enseñanzas por parte de los padres.
Otro elemento positivo son los procesos de socialización, por implicar la transmisión de hábitos de crianza, pautas de comportamiento y definición e interpretación de situaciones, como organizadores de la convivencia entendida como vida en común. En cuanto al contexto, la construcción de redes de solidaridad y el establecimiento de pactos y acuerdos en el nivel comunitario para la organización de actividades económicas (cadenas de dinero, recolección de mercado semanal para una familia asignada por turnos) y eventos de tipo social se perciben como claves para la promoción de la convivencia. Este elemento se complementa con actividades de acompañamiento y soporte entre vecinos cuando algún miembro de la cuadra o cuando alguna familia presenta una calamidad o problema grave. En el nivel de lo económico la vinculación laboral facilita la convivencia como agente estabilizador de la economía familiar y como regulador del tiempo dedicado a la familia. En cuanto a lo territorial se considera clave la presencia de instituciones, organizaciones o agentes externos que han intervenido en la conformación de los barrios, así como la asistencia por parte de organismos estatales y privados que trabajan en la comunidad.
Versiones de los especialistas (elementos inhibidores de convivencia familiar)
Uno de los aspectos inhibidores ligados a procesos de socialización es el empleo de castigos fuertes, como medio para disciplinar a los hijos, y la ausencia de acuerdos para la construcción del convivir cotidiano entre los miembros de la familia en términos de normas, transacciones y negociaciones. También se encuentra la significación e interpretación de situaciones cotidianas como negativas o estresantes, debido a que no encajan en el ideal del modelo de familia nuclear o en las expectativas del otro, pasando a manifestaciones de agresión física o verbal en algunos casos.
La definición de situación de convivencia se caracteriza por la descripción de parejas sin proyecto claramente definido o pactado, la construcción real de familias distintas al modelo tradicional y la promoción de actos violentos asociados en muchas ocasiones al consumo de sustancias psicoactivas. La dificultad para asumir papeles referentes a la maternidad o a la paternidad (papel esperado) implican abandonos, falta de responsabilidad y cumplimiento de deberes de los padres (papel asumido), esto es referido como no cumplimiento de sus funciones. En muchos casos, esta situación lleva a un papel pasivo de la mujer frente al hombre, en términos de exigencia de cumplimiento de sus obligaciones como padre una vez terminada la relación de pareja, así como la suplantación de crianza por parte de familiares.
Con respecto al contexto y ligado a procesos sociales se percibe la incidencia negativa de los medios de comunicación que muestran modelos y costumbres familiares estereotipadas. Igualmente, el ambiente de violencia del entorno, como influencia y fuente de tensión en los niños, debido a su asociación con formas inadecuadas para resolver conflictos entre vecinos, tales como palabras soeces, negación de los otros e invasión de espacios comunes a través del ruido son identificados como elementos contextuales que dificultan la convivencia familiar. Las limitaciones de recursos económicos que impidan acceder a mejores condiciones de vida, se convierten en un elemento que inhibe la convivencia, debido a sus implicaciones reales en el cubrimiento de otras esferas de la vida y desarrollo de las familias.
Los procesos migratorios que alejan a las familias de sus lugares de origen, así como las movilizaciones obligadas en busca de mejoramiento de la calidad de vida son el principal elemento histórico percibido como inhibidor de la convivencia al no encontrar lo esperado. Culturalmente los espacios de recreación, mediados por el consumo de sustancias psicoactivas y aceptados como normales, inhiben la convivencia. Adicionalmente, se percibe la tensión producida por información sobre las diversas formas de violencia, brindada por los medios de comunicación. La división territorial está marcada por elementos de exclusión social hecha a otros por sus diferencias de hábitos, estilos de vida, formas de configuración de los espacios en los cuales los habitantes de otros barrios se perciben como perturbadores. Esto genera manifestaciones violentas como la conformación de grupos de limpieza social y termina afectando negativamente la convivencia.
A manera de conclusión, las versiones y las percepciones de las personas que trabajan en la comunidad sobre convivencia familiar muestran a través de su relato una tensión que se forma entre conocer la convivencia por medio de textos, comunicaciones, capacitaciones y otras formas de información al respecto y la vivencia de su trabajo, como líderes que no escapan a los imaginarios construidos desde el deber ser de modelos de familia y convivencia ideales. Esto desencadena la dificultad de los líderes de actualizar permanentemente su mirada sobre su trabajo y sobre la comunidad, desfigurando su trabajo como agentes potenciadores de cambio. Vale la pena destacar que en los relatos de los profesionales se observa la influencia y la aceptación de un discurso hegemónico sobre el deber ser de la familia y la distribución de los papeles que no cuestionan ni logran trascender. Esto los pone en una posición de actores sociales que pregonan y reproducen estereotipos o versiones rígidas sobre la convivencia familiar.
En relación con el contexto, los líderes no lo perciben como espacios importantes a través de los cuales se construye y se dinamiza la convivencia familiar, sino que es visto como una estructura permanente, establecida, semi-estática, que resta posibilidades de acción en cuanto a su uso como elemento potenciador e inhibidor de la convivencia familiar.
Versiones de personas que conforman las familias (grupos focales) elementos facilitadores de convivencia familiar
Desde la perspectiva interaccionista, el proceso de socialización referido a partir de la función social de los padres de cuidar, acompañar y vigilar a los hijos dentro de un modelo de relación unilateral. Adicionalmente, la convivencia es facilitada a partir de espacios para compartir como, por ejemplo, las celebraciones en familia. En este punto es interesante observar que los integrantes de las familias perciben que los medios de comunicación tienen elementos que inciden positivamente en la educación de los hijos.
La significación que facilita el proceso de convivencia familiar se fundamenta en el diálogo y en la comunicación entre los miembros de la familla, diálogos en los que se valoran de manera negativa los roles violentos. En este sentido los miembros de las familias perciben que la situación de convivencia familiar se facilita cuando aparecen como elementos característicos el afecto, la unión familiar y la aceptación de los demás, elementos que cuando caracterizan la interacción entre ellos, se convierte en una valoración positiva de la convivencia familiar.
En cuanto los elementos que caracterizan los papeles esperados que facilitan la convivencia familiar se perciben y se identifican la responsabilidad de los padres y el respeto a las figuras paternas. En términos de la dinámica efectiva de los papeles asumidos, éstos se perciben como facilitadores de la participación de los hijos en actividades relacionadas con la ocupación o con el trabajo de los padres, la preocupación por el futuro de los hijos, el apoyo entre los miembros de la familia, los comportamientos ejemplares, los padres complacientes para que sus hijos no abandonen la familia, los padres protectores, la mujer como mediadora de los conflictos familiares, el reconocimiento del papel de mujer trabajadora y la valoración de los hijos como compañía.
En el plano contextual en el nivel de los procesos sociales los miembros de las familias perciben que la presencia de instituciones de ayuda social para las familias a través de préstamos, y que la vinculación de las personas a instituciones para conocer sus deberes y sus derechos, inciden de manera importante en el trato a los hijos; asimismo, la convivencia mejora cuando los padres están vinculados a instituciones de ayuda o formación. En el plano económico se percibe que tener un negocio independiente en la casa o trabajar en ella es un elemento que facilita la convivencia familiar. Por último, culturalmente la aceptación en común acuerdo de la pareja de recibir ayuda y apoyo de la familia de origen y la confianza en ellos como multiplicadores de hábitos de crianza adecuada son los elementos más destacados.
Versiones de personas que conforman las familias (grupos focales) elementos inhibidores de convivencia familiar
En el proceso de socialización los hábitos de crianza, cuando se relacionan con la condescendencia y los límites laxos en las normas impuestas por los padres, las formas disciplinarias violentas, el lenguaje fuerte para tratar a los hijos y la carencia de expresiones afectivas hacia los hijos se convierten en un inhibidor importante de la convivencia.
Los procesos de significación tienen como elementos referenciales, en la percepción de los miembros de las familias, el abuso por parte de las hijas que son madres solteras de la protección que les brinda la familia, la incomprensión, la ausencia de diálogo, el maltrato a los hijos y no reconocerles las virtudes. En ese marco de significación se hace una asociación de estos elementos como estímulo de las prácticas de consumo de drogas. En consecuencia, la situación de convivencia es definida y caracterizada como inhibidora cuando se acepta por parte del otro la violencia en las relaciones de pareja, como en los casos de violencia física, verbal o psicológica. En esta situación se significa como negativo el hecho de que el hogar se vuelve una fortaleza, un centro de impunidad del maltrato familiar. El silencio, el maltrato hacia los hijos por parte de la madre quien a la vez es golpeada por el padre y la drogadicción son prácticas reportadas como comunes en los barrios. En el caso particular de la drogadicción es preocupante que la perciban como algo natural.
En lo relativo a los papeles esperados y asumidos que inhiben la convivencia, se perciben como elementos más destacados el abandono a los hijos por problemas de la pareja, que los padrastros no asuman su papel de padres, asumirse como un miembro dependiente económicamente del grupo familiar, el rol diversificado de la mujer como multiplicadora de su función en la familia, la madre como única responsable de la crianza y educación de los hijos, la utilización de los hijos por parte de padrastros como instrumento de venganza contra la pareja y el fenómeno de madresolterismo, cuando conlleva desplazar la figura paterna o cuando la familia de origen asume la crianza de los hijos. Complementariamente se perciben como elementos inhibidores no prestar suficiente atención a los hijos por aspectos ligados al consumo de licor y la complicidad de los padres cuando sus hijos son drogadictos.
En el plano contextual se perciben como elementos inhibidores los siguientes:
• Entre los procesos sociales que más inciden se destacan el debilitamiento en el papel de las instituciones del Estado como mediadoras del conflicto, las resultantes de la concentración de familiares en un mismo espacio, el conocimiento por parte de los hijos de las leyes que los protegen y la violencia verbal entre grupos de amigos.
• En cuanto al nivel económico, el hecho de tener trabajos y ocupaciones consideradas como informales y dentro del rebusque se perciben como elementos de distanciamiento familiar, que afecta negativamente la convivencia familiar. Esta situación se agrava cuando se trata de desempleo.
• En nivel histórico se destaca el fenómeno de la migración como elemento que altera la conformación de las familias. Esta situación es percibida como clave si se tiene en cuenta que la convivencia en el sector es entre personas de diversas culturas y es considerada negativa por el hecho de que se presentan conflictos.
• Culturalmente se percibe la estigmatización de los espacios o de los barrios del distrito como violentos. En este sentido, el territorio, como elemento que promueve discriminación hacia las familias inclusive por parte de sus propios familiares no moradores en el sector, la concentración de familiares por el espacio reducido de las viviendas, la existencia de lugares comunes de recreación o celebración mediados por el consumo de alcohol o drogas y manifestaciones de violencia que generan inseguridad en el vecindario, se convierten en elementos percibidos como inhibidores de la convivencia aunque su manejo o control no dependa en muchos aspectos de todos los miembros de las familias.
Conclusiones
Los relatos correspondientes a los diferentes miembros de las comunidades participantes evidencian las tensiones que se forman entre los discursos hegemónicos sobre convivencia y la vivencia cotidiana. Estos intentos de rupturas podrían ser aprovechados como elementos reflexivos para impulsar la movilización de las personas hacia la construcción y la consolidación de nuevas formas de convivencia.
El principal referente empleado por parte de los participantes para comprender, explicar o construir la convivencia familiar se centra en la violencia como eje, debido a que la convivencia se percibe como resultado de actos y no desde la dinámica interaccional en la que se construye. Esto se ve reflejado en la concepción de las relaciones como unilaterales, en las cuales los padres asumen el papel activo en las relaciones, frente a la percepción de los hijos como pasivos y como receptores de las acciones de sus padres, lo que genera relaciones de desigualdad, las cuales, a su vez, hacen que la convivencia familiar se torne violenta; esto es un elemento que facilita la circularidad de la violencia doméstica en cualquiera de sus manifestaciones.
En todos los niveles de información se encontró que los ideales de familia y de convivencia que se trabajan en el imaginario no corresponden necesariamente con las realidades cotidianas de las familias participantes, lo que genera una tensión entre su repertorio de elaboración, desde el deber ser y su repertorio de actuación, desde las prácticas construidas o posibles en sus contextos de interacción. La versión de familia que se proyecta hacia la comunidad no necesariamente corresponde a las realidades vividas, ya que su construcción se origina en la influencia de teorías sobre prácticas generalizadas, estereotipos y modelos no elaborados desde los diversos contextos históricos, culturales, políticos, sociales que referencian una realidad particular. Al significarse la familia de forma estereotipada se imponen papeles que al no corresponder con las realidades vividas son difíciles de asumir; esto aporta elementos negativos que dificultan la convivencia familiar, por ejemplo, se asume que la familia bien constituida es la denominada nuclear, es decir, aquélla conformada por papá, mamá e hijos; sin embargo, en su devenir histórico las miembros de la comunidad se han dado la posibilidad de construir otro tipo de grupos familiares, que aunque tienen otras configuraciones, facilitan la vida en común.
El nivel de respuestas brindado por las personas que trabajan con la comunidad sobre la configuración de familia, la dinámica familiar, los papeles, el contexto familiar, pareciera que responden a la influencia de repertorios explicativos apropiados desde instancias institucionales que realizan trabajos con familia de diversa índole. Los papeles asumidos en los grupos familiares se consolidan más desde la perspectiva de díadas que de colectivo en la medida en que se asumen en relaciones tipo pareja padre-madre o tipo padres-hijos, pero no como un agrupamiento social diferente. La perspectiva de díadas no necesariamente implica que los papeles se asuman de la manera ideal esperada, pasando, por ejemplo, la referencia padre-madre a esposo-esposa más que como figuras de autoridad y orientación típicas o tradicionales, principalmente en el caso de los hombres, llevando a los miembros de la familia a ocupar otros lugares sociales.
En general, la percepción de los elementos contextuales es muy limitada, lo cual hace que no se aproveche su potencialidad, ni se detecten suficiente o sistemáticamente riesgos que inciden en la convivencia familiar. Es decir, la familia sigue siendo percibida de manera aislada o separada de su entorno inmediato lo que puede mantener el problema de la explicación como endógeno, principalmente.
Estas miradas sobre la familia obligan a construir otros discursos que parten de enfoques interpretativos que ven la familia y a los individuos en un permanente movimiento en que van construyendo su realidad y lo que permite unas lecturas de lo social desde perspectivas cualitativas, en las cuales el discurso permite rescatar lo cotidiano. De esta forma se puede recuperar y significar lo cotidiano, no desde las relaciones violentas cosificadas, ni desde la visión tradicional de familia, sino desde los elementos y las versiones de los individuos. Éstas son relevantes no sólo en el orden de la práctica, de lo cotidiano de los actores, sino también en el plano del conocimiento.
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*Correspondencia: Erico Rentería Pérez. Grupo de Investigación en Psicología Organizacional y del Trabajo. Instituto de Psicología. Universidad del Valle, Colombia. Correo electrónico: erenteri@univalle.edu.co. Esperanza Lledías Tielbe, Colombia. Correo electrónico: eslleti@yahoo.com. Alba Luz Giraldo Tamayo. Correo electrónico: albadan@yahoo.com. Dirección postal: Apartado aéreo 32670 Cali, Colombia.
1Es de anotar que varios de los documentos consultados, a pesar de ser referencia para quienes trabajan en el campo, no contaban con las fichas técnicas completas, por ejemplo: Celener, G. (1999); García, et al. (1996) García, L. (s.f.); Guerrero y Londoño (1999); Ortiz (1999) y Quiroz (1999).
2Término mantenido en inglés por no corresponder literalmente a otros como sí mismo o yo utilizados en Psicología.
3Los factores de riesgo son todas aquellas características o situaciones propias del ser humano o de su entorno, que aumentan la posibilidad de desarrollar desajuste psicosocial. Los factores potectores en cambio son aquéllas que elevan la capacidad para hacer frente a las adversidades o disminuyen la posibilidad de desarrollar desajuste psicosocial frente a la presencia de factores de riesgo en Evaluación de factores de resiliencia intra-psíquicos y psicosociales (Celener, 1999).