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Metaphora
versão impressa ISSN 2072-0696
Metaphora (Guatem.) n.1 Guatemala nov. 2002
La especificidad del psicoanálisis*
Mariana Diamand
Vivimos en una época donde las consultas "psi" están a la orden del día. Contamos con múltiples ofertas de gabinetes en los colegios, psicólogos en instituciones, en empresas, tomas de tests de aptitudes, de personalidad. Nuestra realidad cotidiana está impregnada a orientación, apoyo, estimulación y asesoría psicológica.
En medio de toda esta proliferación de servicios psicoterapéuticos, el Psicoanálisis continúa ubicándose en un lugar - podríamos definirlo - "diferente", especial, específico.
¿En qué consiste esta especificidad?
Una primera aproximación: el psicoanálisis no agrega nada nuevo. Con esto entendemos que no hay algo que viene a sumarse a otra cosa ya existente. Pero atención, que no se agregue nada nuevo no significa que,- en un análisis, no surjan novedades. Las novedades se traducen en términos de sorpresa. Sorpresas tan sorprendentes que toman de improvisto tanto al paciente como al analista.
En esto último radica algo esencial del proceso analítico. Ahora vamos a ver por qué.
El psicoanálisis se basa en una propuesta muy particular: decir todo a quien todo lo escucha. Este decir todo es lo que Freud denomina asociación libre. A primera vista puede parecer reconfortante, sin embargo resulta en algo sumamente difícil de llevar a cabo. La propuesta de comunicar todo lo que va apareciendo en la mente no es algo sencillo, llega a ser hasta trabajoso y su incumplimiento puede convertirse en algo muy tentador.
La tarea del analista consiste en escuchar todo. Esto no significa meramente una cuestión de amable cortesía. El concepto de "todo" implica, además y PRIVILEGIADAMENTE, aquellos fragmentos que generalmente no se escuchan. ¿Qué significa esto?
Habrá que detenerse -siguiendo con la línea de la sorpresa antes mencionada- justamente donde el discurso falla: en los balbuceos, dudas, lapsus, equivocaciones y olvidos.
Aquellos momentos fugaces donde el paciente dice y no sabe lo que dice. Aquí también ubicamos los síntomas.
El hincapié se hace entonces en aquellos dichos, dentro de la cadena de decires, que marcan alguna discordancia.
¿Por qué escuchar ahí?
Aquél que comete un lapsus se empecina en aclarar que fue, simplemente, una equivocación y que no fue eso lo que quiso decir. Pero, como esto fue dicho, nos preguntamos: entonces, ¿quién sí quiso decir eso? Con esto apuntamos a una otra intencionalidad: la del sujeto del inconciente.
Accedemos a esta dimensión a través de lo que el sujeto dice. Estos decires que tienen el valor de representar a un sujeto, Lacan los denomina "significantes". La palabra la toma de la lingüística de Saussure. Es importante detenernos en este concepto, ya que tiene un estatuto fundante en la teoría psicoanalítica. Si bien a lo largo de sus desarrollos teóricos Freud fue corrigiéndose, modificándose y perfeccionándose, hay algo que permanece incólume: la escucha analítica consiste siempre en atender a la emergencia del significante.
Quizás a partir de aquí se pueden comprender dos definiciones que a veces resultan un tanto oscuras.
1) Un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante.
2) Una palabra cobra estatuto significante en la medida en que remite a más de un significado.
Empecemos por la segunda. Definimos nuestro punto focal como aquello que aparece como disruptivo en un discurso. Además de ejemplos tales como lapsus u olvidos, algo discontínuo puede surgir a través de un término que abre una brecha e introduce al equívoco, la ambi güedad semántica. El mejor ejemplo podemos tomarlo de un chiste judío que cita Freud: Un señor le pregunta a otro, "¿has tomado un baño?" y el otro señor le contesta: "¿es que acaso falta alguno?"
Hay una palabra que aparece como un interruptor, un switch que nos remite a otro lugar. "Tomado", en su ambigüedad semántica, permite que surja otro sentido... que nos sorprende.
El diálogo psicoanalítico se define cuando en la palabra del paciente se escucha la emergencia de un significante.
Un síntoma tiene valor significante. Es un texto acallado que en algún momento habrá de surgir. Hay un decir atrapado.
¿Qué hacemos entonces?
Proponemos, como ya mencionamos, que el sujeto siga hablando.
El nombramiento de un dicho, un significante, permite que surjan nuevos significantes. Se van enlazando en una cadena que nos habla, cada vez más, de ese sujeto. En las abrochaduras entre significante y significante surge un sujeto.
El sujeto queda ENTRE, ni con uno ni en otro significante -queda en la significación que se produce en la combinatoria.
Entonces ya se comprende la primera de las definiciones del significante: que es lo que representa a un sujeto para otro significante.
Arribamos a otra cuestión específica del Psicoanálisis: concebir así al inconciente estructurado en cadenas, en conexiones. UN INCONCIENTE ESTRUCTURADO COMO UN LENGUAJE. Esto implica elementos discretos en oposición asociativa que en su conbinatoria producen al sujeto.
Un inconciente cuyos principios de condensación y desplazamiento, enunciados por Freud, tienen su homologación en las dos figuras de la lingüística: metáfora y metonimia.
Retomemos a aquél que dice: "Yo no quise decir eso". Algo sí se dijo y esto es el orden de un SABER. Un saber no sabido por el propio sujeto.
Al referirnos a un saber, queda implícito algo que se independiza, nos remite a un más allá del sujeto en la medida en que el saber no se apropia, no es propiedad particular. Y se independiza a tal punto que puede ser enunciado por el analista.
Una Interpretación es el retorno, en boca del analista, de algo dicho Inconcientemente por el analizante. Es la repetición actualizada desde alguien que está en ese lugar particular de la transferencia.
Habiendo un solo sujeto en análisis, ese saber inconciente puede ser expresado en boca tanto del analista como del analizante. ¿Hacia dónde apuntamos interpretando ese saber no sabido por el sujeto? Nos guía una ansia de verdad, una verdad última de ese sujeto cuya paradoja es que su camino es a través de las palabras, pero ella misma es innombrable.
Una verdad que tiene que ver con un deseo nuclear, fundamental, línea directriz de ese sujeto. Pero un deseo acorralado que intenta expresarse como puede: entre dichos, lapsus, síntomas. Nuestra función es entonces liberadora de algo verdadero de ese sujeto en particular.
Lo cual nos remite a una postura ética. No educamos, no adaptamos, no sabemos qué le conviene a ese sujeto. Sólo escuchamos y, proponiéndonos como soportes de la trasferencia, propiciamos que se revele, se libere lo más auténtico.
Freud utiliza una metáfora al referirse a la hipnosis: la define como "cosmética", a diferencia del Psicoanálisis, al cual define como un procedimiento quirúrgico.
Querer suprimir, acallar un sítoma es desconocer radicalmente la realidad del deseo. El deseo tiene una fuerza y una tenacidad únicas y, siguiendo con Freud, si se la expulsa por la puerta, entra por la ventana.
Para finalizar, hemos mencionado varias cuestiones: la escucha, el sujeto del inconciente, el significante, la transferencia, el deseo. ¿ En cuál radica la especificidad del Psicoanálisis? ¿Será que todas las definen? Lacan postula que nunca la repetición es de lo mismo. Siempre se produce algo nuevo. La repetición no es de lo idéntico, siempre hay algo novedoso.
Por eso podríamos definir que la especificidad del Psicoanálisis es su especificidad.
*Trabajo presentado en el panel inaugural de las actividades de extensión del GEP en Guatemala, sede Alianza Francesa, 1996.