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Interamerican Journal of Psychology
versão impressa ISSN 0034-9690
Interam. j. psychol. v.41 n.2 Porto Alegre ago. 2007
RECENSIÓN
El enfoque comunitario. El desafío de incorporar a la comunidad en las intervenciones sociales de Víctor Martínez
Manuel Canales1
Departamento de Sociología de la Universidad de Chile
1. En primer término, el libro de Víctor Martínez (2006) puede entenderse como exactamente eso: el libro de un aprendizaje construido - por lo demás todo lo comunitariamente que le ha ido siendo posible- en una praxis de intervención y reflexión social. Es, en se sentido, un libro de saber "sabido", y reflexionado hasta encontrar las necesariamente lejanas abstracciones con que poder dar cuenta de aquello. De saber lo sabe cuando se hace.
Pero en segundo termino, puede leerse sin mas como un libro donde se encuentran dialogando, con preguntas pertinentes o seleccionadas por la ecología de su propia formulación en intervenciones in situ, múltiples tradiciones de pensamiento que llegan desde Heidegger hasta los mas pragmáticos teóricos del lenguaje activo, la biología de la complejidad, o la segunda cibernética, y en fin las nuevas tradiciones.
Y así, muestra al enfoque comunitario, que el construye, prueba, vuelve a construir, piensa, escribe, reescribe, corrige, complementa. Por eso es un saber hilado: tejido lentamente entremedio de la docencia, el trabajo, la conversación.
Lo muestra como un campo, como un cruce de campos, un intercampo para nombrar predominantemente su condición "indisciplinar" o transdisciplinar. Es indisciplinado el enfoque de Víctor Martínez. Es transdisciplinario. Íntercampos, donde ciertas preguntas -muy filtradas por la sensatez digamos de las cosas- son analizadas o intentadas de responder de todas las fuentes del saber y pensar disponibles a lo "complejo" y a lo humano, y a lo social.
2. Hay un modo "dialógico" en el texto, o en los textos. La cuestión comunitaria no se presenta "directamente", sino cada vez en sus tensiones, en sus condiciones de operación, en lo extracomunitario que lo rodea y con lo que interactúa, o mejor aun, a veces lucha o compite o se asocia.
Así, voy a reflexionar con el texto de Víctor, a partir de tres tensiones: 1) La tensión individuo - comunidad; 2) La tensión comunidad - organización; y 3) La tensión comunidad red.
Por una parte, hablar de comunidad es hablar también de "individualidades" o subjetividades puestas en común, y he ahí la primera y clásica tensión: comunidad individuos. Digamos de entrada que en nuestro tiempo la cuestión es todavía mas acuciante: la individuación, en su sentido mas básico de consumación del proyecto moderno, en su sentido también mas alto de consecución de autonomía o desujección de la subjetividad respecto a la tradición y la gregariedad - gregario viene de rebaño - , es decir , en el sentido de la "autonominizacion" del sujeto, su cierre sobre si mismo, su conquista de o reconquista de su autonomía; aquella individuación se ha instalado ya como el modu viviendi generalizado y común - vaya paradoja que lo común sea, en este caso, lo individuado-. Todavía hasta los sesenta, el proyecto de individuación moderna dejaba zonas extensas - urbano populares, rurales- bajo la égida del otro principio (el comunitario pre-moderno) Los cambios en los 80 y 90 y actuales, pueden describir, siquiera en parte, como dicha expansión del modelo del "si mismo" , de la orientación al si mismo, precisamente una de las variables patrones, la primera sin ir mas lejos, con que la sociología ha definido la modernidad, y que se opone, también muy ilustrativamente, a "orientación a la comunidad"
Así, la comunidad de la que habamos, ahora, es una que es posterior a la disolución o emerge de modo autónomo a aquella comunidad de "pertenencia", de "nombre y destino", de lazo e identidad; en este caso, se trata de sujetos autonomizados en lo fundamental, diseños de si mismos, así no sean dueños de nada mas. Ese "adueñamiento" del sujeto, ese empoderamiento, esa concientizacion de autonomía, es la contra-cara de la soledad en que la nueva pobreza, por ejemplo, pero no solo ella, comienza a vivirse cuando ya se esta fuera de la comunidad, en la nueva socialidad individuada y anonimia y sobre todo, competitiva.
La nueva comunidad debe resolver precisamente y bien esta cuestión. Como articula con un ethos crecientemente individualizante y competitivo. Como hace para no ser derribado cada vez, como en el mito de Sísifo, por aquella corriente principal. Como transforma la autonomía en nueva comunidad. Como construye comunidades para autónomos.
En ese sentido el libro de Víctor es una buena guía para buscar aquellas posibilidad de comunidad que vuelvan a los sujeto de unos a otros, sin suspender siquiera su estar vueltos sobre si mismos. De por ejemplo, cooperar y escucharse mutuamente.
Es decir, un volver a plantearse una de las cuestiones básicas de la conciencia social: la construcción de la subjetividad en relación con otros y a la inversa, el entendimiento de que las comunidades u otras formas de gregariedad, siguen siendo, esencialmente, constitucionalmente, subjetivas, frutos de la subjetividad, que resurja parte de su autonomía y la suma, y se suma, al conjunto.
Ni tradicional ni moderno, la comunidad como enfoque es un desvió, otra vía, que precisamente acrece su valor allí donde la vía moderna, o la tradicional muestran sus mayores flaquezas. Cuando los pobres, los diversazos, las minorías, o cuando la salud mental la integración cultural, el arte, y en general, la vida - cuando la vía moderna falla, vuelve por sus fueros una comunidad de autónomos.
Una segunda entrada, para leer a Martínez como decía un antiguo libro y un antiguo juego con aquel libro, lo encuentro en la tensión "comunidad", "instituciones". Se plantea aquí una de las cuestiones mas criticas de las intervenciones socioculturales; esto es, cuando el estado define intervenciones en el ámbito de los sentidos o de la subjetividad - como las discriminaciones, las violencias, las adicciones, la salud mental, la pobreza, etc.-, de los mundos de vida. Se encuentra ante un realidad que le cede completamente, como agudamente desarrolla Martínez, que se le escapa por entre las rendijas de su lenguaje analítico, sectorial, abstracto, lineal, digital, y hago aquí un ejercicio típicamente de Martínez para hacer un aprendizaje: el Estado, y sus políticas, se encuentran así ante una suerte de dilema o paradoja: esta obligado a actuar en un ámbito - como los mundos de vida- en el que, por otro lado, no esta claro que pueda hacerse como estado. Es decir, hay una cuestión de frontera, una separación de mundos. Mientras la intervención no requería la subjetividad ni la comunidad de los destinatarios, el problema no se platea. Los destinatarios son también abstractos: puntos y puntajes, conjuntos de individuos que se distribuyen entre los valores de unas cuantas variables. Nada excede a la medida. Cuando en cambio, el otro se llama "mujeres", Indígenas", o el tema se llama "estigma", o "extrema pobreza", entonces el lenguaje de las variables se hace corto; sirve pero no alcanza. Se le resta todo lo que excede la numérica y la analítica que la utiliza. Cuando el otro, o lo otro, es pura cualidad. Entonces el estado debe producir verdaderos "interfases", mediadores, zonas de contacto y mutua tradición, o compenetración, para hacer, guardando la distancia necesaria e insalvable, la cooperación o la acción conjunta.
En el caso del programa puente, por ejemplo, dicho interfase, articulador de dos lenguas, cuando menos, del mundo de la organización o institución, y el mundo de las familias; esto es, el lenguaje con que habla con la organización, y el lenguaje con que habla con la familia. Y debiendo, por lo demás, mantener la coherencia. Es un sujeto, como los miembros de las familias, pero a su vez es un agente o profesional del estado -es una función, un punto en la red organizacional. En ese estar doblemente hablado, se esconde creo el mismo misterio que formula Martínez en su libro respecto a como unir lo que se origen esta separado. El estado es la organización, mientras la comunidad es lo opuesto a aquello: los sujetos "cara acara". Una comunidad es, en propiedad, la constituida por los sujetos que la constituyen - no por otro cualquiera; los sujetos no son reemplazables. Las comunidades no quedan a sus sujetos -salvo que estos traigan consigo aquellos: y es ni más ni menos que la cuestión de la elaboración de la memoria como requisitito de sobrevivencia de la comunidad a sus sujetos, en cada generación, que la encarnan. La organización en cambio tiene su historia clara: la va haciendo cada vez y la va escribiendo.
En el mismo sentido, una tercera tensión conceptual permite repensar al comunidad, esta vez en relación al redescubierto concepto de "red". Tiene la red -imaginemos que desde su primer uso, como tecnología de pesca- una poderosa capacidad de escabullirse a los limites o problemas asociados lo mismo a las organizaciones que las antiguas comunidades.
En el caso de las organizaciones: la red lograr un orden en el acción, como aquellas, una coordinación, pero sin pagar el precio de la "sustancialización" o independizaron respecto a sus componentes. Por lo pronto, permite un replanteo de la cuestión esencial de las asociaciones, u organizaciones, como de todos los organismos, respecto a la "jerarquía": decía Weber que un grupo es asociación u organización, cuando elige una directiva y se formula una "dirección" o reglamentación. La red se escapa de aquello, coordinación las acciones, pero poniendo el centro en los flujos multilaterales, y no en los verticales, como toda organización, u organismo, tiende a hacer. Al menos en sus modos clásicos. Puede decirse por lo mismo que no es raro que la misma noción de red se aplicable a nivel de la acción comunitaria, que a nivel de la acción empresarial, que busca en los nuevos modelos salir del "organigrama" y entrar a una trama o gramática de red.
En el caso de las comunidades tradicionales: la red logra "una pertenencia" y hasta un lazo intersubjetivo, pero sobre la base de la autonomía, del gobierno de si mismo, hasta la voluntariedad de la participación, que a veces la comunidad tradicional vigilaba. Por ello, parece una pista muy potente para repensar la acción común: así puede Víctor traer a colación desde los nuevos modelos de descripción del trabajo en general - como redes de conversaciones para la acción - hasta los modelos de la nueva biología del conocimiento: sistemas, autopoiéticos, cerrados sobre si mismo.
Con todo, no puede tragar fácilmente, es decir no puedo asimilar fácilmente el concepto de capital social con el que el de redes ha comenzado a circular. Hay algo en "capital", como lógica, que es imperiosamente "desubjetivado"; esto es, alienado del sujeto, fetichizado como "naturaleza". ¿Como llamar a los recursos que allega, que acumula, la red sin la metáfora del capital? ¿Patrimonio? Y habría que ver el origen de la tal alternativa, no vaya a ser peor que lo que reemplaza. El texto desarrolla una cuarta aproximación al concepto y praxis de la comunidad. Esta vez, a mi juicio, del modo más logrado y puente, al asociarlo a la práctica. Las comunidades son ahora "de práctica", y en ellas, sobre ellas, de "aprendizaje".
La comunidad vuelve a ponerse en el horizonte como un espacio intersubjetivo de pertenencia o contención, encuentro, dialogo, pero ahora en torno a la acción y sus preguntas. Y mas aun cuando la comunidad de aprendizaje vuelve a hacerse cargo de las tensiones anteriores: cuando se trata de articular, como una comunidad de práctica no solo a los profesionales de la intervención entre si, sino en conjunto con las personas y familias destinatarias.
Destaco dos modos de ese intento, que llevan la cuestión de la comunidad de práctica a su mejor alcance:
a) Por una parte, la tarea de generar un lenguaje "común" para describir la intervención, que haga sentido o sea asimilable por el habla "popular" o común, y el habla profesional y organizacional. La generación de ese lenguaje común no es solo, pero eso es muy importante, una cuestión de ajuste terminológico. Es la construcción precisamente de la "comunidad de práctica": la definición compartida del sentido de lo que se esta haciendo como sistema, de lo que se espera que hagan los participantes, etc.
b) Por otra parte, la posibilidad de activar, doquier haya prácticas, intervenciones para el cambio, de aprendizajes. Las comunidades de práctica se transforman así en verdaderos analizadores de la sociedad, cuando se le intenta cambiar, y espacios de aprendizaje continúo, como un desarrollo de repertorios progresivos para llegar a aprender lo que se sabía hacer.
El conjunto de aproximaciones que Víctor revisa, excede naturalmente lo que haya podido recuperar en esta primer lectura. Pues para leer a Víctor Martínez hay que estar abiertos a una escritura en marcha, de un sujeto en proceso, vivo y aprendiz sistemático pero todo lo analógico que sea necesario, y esas escrituras no pueden ser encerradas en una clave de lectura. La comunidad ya tiene quien la escriba. Ahora solo falta esperar quienes la harán de nuevo, y de nuevas formas.
Referencias
Martínez, V. (2006). El enfoque comunitario. El desafío de incorporar a la comunidad en las intervenciones sociales. Santiago de Chile: Magíster en Psicología Comunitaria, Universidad de Chile. [ Links ]
Received 10/01/2007
Accepted 21/01/2007
1 Dirección: E-mail - mcanales@uchile.cl